Vida de Leopardo
Rafael Archondo
En 1984, Germán Linares Iturralde, conocido coloquialmente como "el Negro", ostentaba el grado de teniente coronel de la Policía. Es más, comandaba el cuerpo uniformado al que todos llamábamos “los Leopardos”, responsable de reprimir actividades ilegales en las zonas productoras de hoja de coca.
El 30 de junio de ese mismo año, este felino pugnaz fue uno de los autores del secuestro del Hernán Siles Zuazo, presidente constitucional de entonces. Una vez revelado y fracasado el complot, Linares buscó cobijo en la embajada de España. Cinco meses más tarde, llegaba, junto a otros cuatro conjurados, a una pequeña localidad cerca de Albacete en calidad de asilado.
A los seis autores materiales de su secuestro, Siles los llevó personalmente aquel sábado de junio hasta la embajada argentina. Ante el pueblo reunido en la plaza Murillo, el recién liberado pidió comprensión para sus secuestradores directos (“los responsables no son esos hombres, que habían sido contratados”), aunque sí exhortó a localizar a los que, “desde la propia administración pública” planificaron aquel atentado contra la democracia. Uno de ellos era, sin duda, el leopardo Linares, cuyos sigilosos desplazamientos, en vez de diluirse, apenas se afianzaban.
Seis años más tarde, Linares ya había ascendido plácidamente a coronel de la Policía y estaba al mando del Centro Especial de Investigaciones Policiales (CEIP). ¿Cuándo se reintegró al escalafón policial del que recibió su baja definitiva en 1984? El periodista Carlos Mesa (“De Cerca”) le hizo esa misma pregunta a Jaime Paz Zamora cuando éste empezaba su mandato. Su respuesta fue: “El anterior gobierno lo reincorpora a la policía y al reincorporarlo le da todos los derechos de policía y ciudadano, y él sigue su carrera policial”. Pues bien, ya lo sabemos. Paz Estenssoro propició el salto Albacete-Alto Irpavi. Rehabilitación relámpago pese al tremendo delito.
Una mañana de diciembre de 1990, nuestro leopardo dirigía personalmente un operativo orientado a resolver el secuestro de Jorge Lonsdale, gerente de la embotelladora Vascal, capturado seis meses antes por un comando bautizado como Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ). El saldo de la acción fue la muerte del secuestrado y de tres de los guerrilleros. ¿Comprendió el entonces presidente Paz Zamora a quién le estaba confiando aquel operativo?, o acaso, ya para entonces ¿se había olvidado del “Negro”?
Linares siguió su ruta ascendente bajo el paraguas de tres gobiernos electos sucesivos. Así, cuando gobernaba Goni y Samuel Doria Medina, por entonces alto dirigente del MIR, era secuestrado por un comando peruano, Linares se mantenía en el timón. Lo mismo puede decirse durante el desmantelamiento del Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK) y de las llamadas Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Wilka (FALZW). No hay duda, Linares fue el máximo jefe anti terrorista que haya tenido Bolivia.
Por todo lo dicho, los dos libros publicados en febrero de 2020 por el coronel Linares abrieron una rendija para aclarar una hilera larga de hechos históricos opacos. En “Historia secreta del Terrorismo” y “Narcotráfico en Bolivia” parecían haberse depositado numerosos secretos. Su atenta lectura permite entregar este raquítico primer punteo:
1. Para Linares, la caridad no empezó por casa. Se preocupa por denunciar el terrorismo ajeno, pero no dice nada del propio. Sobre el secuestro de Siles no incluye ni una sola palabra en las casi 600 páginas que ha escrito hasta el año pasado.
2. En el caso Lonsdale, el leopardo mayor hace responsable de la muerte del ingeniero secuestrado a Luis Caballero Inclan, miembro de la CNPZ, quien le habría disparado en el tórax (“le tomé el pulso, sentí los latidos lentos de su corazón”).
3. De la confesión bajo tortura del preso peruano Evaristo Salazar, Linares extiende su dedo acusador hacia la sección segunda del ejército al mando del coronel Ángel Ontiveros, aunque reconoce que el asesinato del detenido fue obra de los policías que quisieron evitar su fuga en la avenida del Poeta.
4. El saldo sangriento del operativo de diciembre de 1990 es atribuido en los libros a una orden de ingresar a la casa impartida por el ministro Capobianco y el presidente Paz Zamora.
5. Linares asegura además que la CNPZ contó con la complicidad abierta de varios miembros de la Iglesia católica, quienes habrían intercedido para la salida a España de tres delatores del grupo. Alfonso Pedrajas, director del colegio Juan XXIII de Cochabamba, Enrique Oyzumi Maeda y Salvador Sanchiz son los sacerdotes de su lista.
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