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A propósito del libro "Salir del Paso"

Arturo Villanueva Imaña



Leí por ahí que “el pasado nunca se va”, ni siquiera cuando queremos olvidar o inventar otra historia, porque a pesar de que suele esconderse hasta en los intersticios más ignotos e inescrutables, siempre renace hasta de las cenizas, y porque al final (muy a pesar de que existen tentaciones por ocultar o relativizar algunas verdades incómodas o incompatibles con antiguos o diferentes valores), termina por convertirse en el eslabón indispensable para conocer y construir nuevos escalones de futuro y porvenir.


Por eso, “Salir del paso” de Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta, llega en un momento muy especial para la sensibilidad nacional y el interés colectivo del país. Y es así, porque abordar el asunto de las guerrillas en Bolivia no solo implica remover el gran impacto que tuvieron en el ámbito político e ideológico nacional, sino inclusive en la esfera íntima, subjetiva y existencial de muchas personas y entornos familiares que nos vimos profundamente interpelados por las ideas y el accionar de dicha experiencia.


Pero lo es también por el interés (y hasta la urgencia), de conocer, desentrañar y esclarecer diversos tópicos y sucesos que (por diversos motivos, interpretaciones y hasta tergiversaciones), habían quedado en el misterio; impidiendo comprender con la mayor certeza posible, la verdad de los hechos y la historia.


Aunque seguramente siempre existirán maneras diferentes y hasta contrapuestas de acercamiento y comprensión de la realidad, o tal vez precisamente por esta razón; la presentación del libro también llega en un momento muy especial. Sucede que el contenido del libro (al margen de una diferencia de enfoque histórico que comentaré más adelante), no solo coincide casi simultáneamente en el ámbito temporal y temático con la magnífica obra póstuma de Gustavo Rodriguez Ostria; sino que paradójicamente y muy en contrario del impacto emocional y subjetivo favorable que despertó en buena parte de la generación de los años 60-80 cuando sucedieron los hechos; actualmente (probablemente influenciados en gran medida por lo que sucede, y durante décadas ha impuesto el régimen cubano), no se percibe precisamente una motivación positiva o favorable sobre el significado de las guerrillas en las recientes generaciones, y especialmente en los autores de "Salir del paso". Es decir, el libro se presenta en una coyuntura dislocada, con al menos dos generaciones y dos formas de percepción diferentes y hasta opuestas sobre lo que significó aquel periodo guerrillero. Este contexto, como el provocador contenido del libro que desde el título tiene la virtud de despertar mucho interés, constituyen la causa que me ha motivado compartir las anotaciones reflexivas que siguen.


Enfoque histórico


Cada libro tiene una manera propia de abordar los hechos, y en el caso del trabajo de Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta, destaca sin lugar a dudas su singular enfoque histórico. Quizás esta impresión se explica y surge, porque casi simultáneamente se publicó el libro póstumo de Gustavo Rodriguez O., que también tiene el mismo carácter histórico sobre la misma temática.


Por ello, precisamente para describir y destacar (no calificar) las diferencias e innegables valores de ambos enfoques, se considera útil efectuar una comparación que permita un mejor acercamiento al contenido del libro que comentamos.

En principio, vale la pena destacar una coincidencia común en ambos enfoques históricos. A pesar de alguna empatía que a Gustavo Rodriguez O. le provocaba la causa guerrillera, es posible sostener que tanto él como los autores de Salir del paso no están de acuerdo ni comparten la estrategia política, ni el modo práctico de encarar la lucha social y los problemas políticos que planteaba la guerrilla. Quien comenta, tampoco.


La diferencia más destacable surge cuando se comparan ambos enfoques. En el caso de Rodriguez Ostria, él prefiere abundar en la indagación y profusión de datos, documentos, pruebas, fuentes y hechos que respalden minuciosamente sus afirmaciones, dejando preferentemente que sea el propio lector quien saque su propias interpretaciones y conclusiones acerca de los hechos relatados.


En aquellas situaciones donde no hay posibilidad de verificación y confirmación de algún hecho importante porque no ha sido posible acceder a las fuentes (fundamentalmente los archivos cubanos que hasta ahora han quedado ocultos y secretos), entonces el autor prefiere señalar el vacío y expresar la imposibilidad de acceso.


Sólo en casos excepcionales (sea donde la evidencia es contundente e incontrovertible, o cuando excepcionalmente no es posible obviar criterio), el autor expone su propia visión y conclusiones.


En el caso del trabajo de Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta (donde decididamente no hay siquiera una empatía con la causa guerrillera), el enfoque es explícitamente diferente. Ellos prefieren exponer de principio su visión y propósito.

Utilizando sus propias palabras, plantean “realizar un balance”, “saldar cuentas” y ensayar “una pequeña venganza patriótica”, “para decir lo que no se dijo en su momento contra la falta de respeto, el abuso y el atropello de la revolución cubana contra nuestra identidad y nuestra realidad”. Podría decirse que se trata de un enfoque similar y muy próximo a las versiones de militares bolivianos que participaron en la campaña antiguerrillera.


Con base a este enfoque histórico, inclusive toman la iniciativa de adelantar 50 conclusiones que el lector encontrará a lo largo del libro, en una reseña (fotos incluidas) que se adjunta a la publicación. En otras palabras, se puede advertir que Salir del paso no se propone solo develar asuntos y establecer (nuevas) verdades que durante mucho tiempo quedaron sin esclarecerse en el olvido, sino que expresamente se trata de un trabajo destinado a derribar mitos para deconstruir la historia.


Así, podría decirse que es un modo feliz y atractivo de despertar la atención y provocar el interés público, puesto que desde el título (como veremos inmediatamente), es un trabajo que interpela y busca generar polémica.


El título del libro


“Salir del paso” es un título (los propios autores lo reconocen), que en vez de provocar una sensación de certeza y certidumbre (que es lo que se espera de un trabajo acerca de la historia); más bien da cuenta de una noción vaga, imprecisa, de múltiples aristas que no siempre son compatibles.


Como el propio Rafael Archondo reconoce, las dudas surgen porque dicha noción puede ser entendida tanto como una cobardía, como un acto de preservación, o inclusive como una estrategia para salir por la tangente y tomar desvío, con tal de no dar la cara y eludir (por ejemplo) la autocrítica y el debate. En otras palabras, una imagen que contrasta claramente con la práctica y las ideas de la guerrilla, que muy en contrario de escabullir, zafarse o evitar el enfrentamiento (no sólo militar), lo que hace más bien correspondería con la predisposición de Salir AL paso, que no tiene nada que ver con la cobardía, o de no dar la cara que se insinúa.


Es decir, que aquello que eventualmente pudo haber tenido el propósito de aclarar y añadir más expresividad a lo que los autores entienden que ha sido una de las principales características de las guerrillas (salir del paso); resulta que su efecto ha sido el contrario, al punto que solo cayeron en cuenta cuando el libro ya había salido de la imprenta.


Si bien es muy cierto que la insurgencia guerrillera bien puede calificarse como un acto de espontaneidad, improvisación, falta de prudencia e impaciencia; lo cierto es que simultánea e paralelamente, también implica una convicción inquebrantable, audacia, muchas agallas y alto sentido del propósito que persiguen (sin que ello signifique o quiera entenderse como una estrategia adecuada, correcta o viable).


La consecuencia de esta irónica situación, es que al contrario de consignar un título claro e inapelable, lo que sucede es que despiertan una inquietud y sospecha acerca de lo que verdaderamente quieren transmitir.


A renglón seguido e indisolublemente ligado al título, se hace referencia al análisis de lo que los autores expresamente quieren definir como “violencia revolucionaria”. Ellos dicen que “cuando la política abre sus puertas a la violencia, suele convertirse en otra cosa. A esa realidad acá la llamamos cautelosamente ‘violencia revolucionaria’”.


La importancia de esta definición no es secundaria ni puede pasar desapercibida. En vez de referirse por ejemplo al análisis de tres décadas de guerrillas o de lucha armada en Bolivia (que podría favorecer a una comprensión más imparcial y menos cargada) (de tinta), en este caso los autores apuestan a una especie de pleonasmo que no cumple su función.


Veamos.

“Violencia revolucionaria” es una acepción absolutamente legítima de utilizar y adoptar (y la respetamos), pero tiene la triple dificultad de: a) no contribuir a dar una mayor claridad y comprensión a las palabras utilizadas; b) tampoco poseer un solo sentido interpretativo y c) de eludir (salir del paso en este caso) a un necesario abordaje conceptual y epistemológico, para sustituirlo con una simple resignificación de palabras, que a la postre las despoja de la riqueza, amplitud y rigor necesario. Es decir, empobrece y constriñe su comprensión a una sola acepción que no responde al fenómeno preciso que analizan.


Quizás en el ánimo de desmitificar conceptos, Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta parecen no caer en cuenta que dejan de lado e ignoran que la “violencia revolucionaria”, también puede ser entendida y atribuida desde un simple acto de violencia armada (puntual o extendida en el tiempo y espacio), hasta inclusive convertirse en un proceso de insurgencia social, de rebelión popular, de insurrección revolucionaria (política, social, económica, étnica u otros), o inclusive a un proceso de transformaciones (de diverso calado). El problema reside cuando la práctica o puesta en acción de aquello que se quiere definir como “violencia revolucionaria” incluye (y/o se convierte) en atracos, atentados, asesinatos, ejecución y ajusticiamiento extra legales, que definitivamente ya no tienen nada que ver con el concepto de “revolucionario”, tal cual ocurre con algunas de las acciones que se relatan en el análisis de las tres décadas. Así, la definición asumida no solo pierde consistencia, sino que tampoco corresponde a lo que se ve y pone en práctica en la realidad


Mario Monje, el PCB y la Guerrilla del Che


El contenido de "Salir del paso" tiene indudablemente muchos méritos. Uno de los aportes más importantes que además se analiza detalladamente, es desentrañar y romper el mito (que a la vez fue una gran denostación pública e internacional), acerca de la supuesta traición que Fidel Castro y el régimen cubano habían esgrimido en contra de Mario Monje y la cúpula dirigencial del Partido Comunista de Bolivia (PCB), como la causa principal (sino la más importante), de la derrota del movimiento guerrillero que el Che impuso en Bolivia.


Los autores logran establecer que no solo no hubo tal traición, sino que fue el propio Che quién engañó a la dirigencia, desatando fuertes disputas internas y disensos que, al margen de afectar todo el aparato organizativo, inclusive forzaron a la adopción de decisiones personales; y todo con tal de imponer su decisión unilateral para desarrollar el proyecto guerrillero en Ñancahuazú. La revelación es inapelable por su contundencia y respaldo documental, pero también es origen de un vacío que, a nuestro entender, no se logra visualizar.


Sucede que la trama tiene muy diversos pormenores y entretelones que los lectores seguramente disfrutarán a lo largo de la lectura del contenido del libro. Sin embargo, aquí voy a referirme a una que me parece crucial, pero que se aborda de una manera separada.


La referencia tiene que ver precisamente con las razones que se arguyen (y los autores rebaten como vimos), acerca de la supuesta traición del PCB y su entonces primer dirigente Mario Monje.


Para Fidel Castro y el régimen cubano, los principales motivos que explicarían dicha supuesta traición, se deberían a una posición “chovinista” que “tal espécimen revolucionario (refiriéndose a Mario Monje), tuvo el atrevimiento de discutirle al Che la jefatura política y militar del movimiento”. Además, de haber “saboteado el movimiento al interceptar militantes bien entrenados que iban a unirse a las guerrillas, cuyo desarrollo es criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y maniobreros”.


Esta explicación está expuesta en una de las pocas fuentes oficiales disponibles, que ha sido publicada como una “Introducción necesaria”, escrita por el propio Fidel Castro y que prologó precisamente la primera versión cubana del diario del Che en Bolivia.


Como se puede advertir, más allá de la alusión “chovinista”, allí NO se hace absolutamente ninguna mención a que Mario Monje o el PCB se hubiesen opuesto y objetado al establecimiento de guerrillas en Bolivia, porque en realidad disentían con la estrategia del foco y planteaban en cambio una visión insurreccional como método de lucha. Es decir, no se hace mención a la existencia de una visión estratégica diferente, que Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta se esfuerzan en destacar como un enfoque más acorde al contexto y la historia del país, que emergería de su simpatía con el “nacionalismo” del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que condujo la revolución del 1952.


El problema reside en que una vez establecido que no hubo tal traición, lo que no logran percibir los autores en el desenredo de la trama, es que lo que verdaderamente revelan ambas posiciones Che Guevara-PCB, más allá del desmentido a las acusaciones de traición efectuadas; es que se trata de un conflicto de disociación mutuamente incomprendida de dos visiones diferentes (irreconciliables?), sobre lo que los movimientos de liberación representan y buscan conseguir.


En un caso, el de Mario Monje y su cúpula dirigencial, que inclusive habían condescendido y participado contradictoriamente en los campamentos de formación de cuadros guerrilleros armados en Cuba; efectivamente tienen y plantean una visión insurreccional opuesta a la estrategia del foco guerrillero, cuyo locus principal era localista y más acorde al desempeño histórico nacional. Sin embargo, esta posición tiene un añadido (por cierto muy importante), que no es mencionado ni tomado en cuenta; siendo que la misma no solo implicaba un fuerte lazo de identificación y acatamiento con la línea internacional del estalinismo moscovita, sino que en mérito a dicha “lealtad” también les granjeaba el respaldo (ideológico) necesario.


Es decir, no se trataba únicamente de un desacuerdo y oposición (“nacionalista”) frente a la estrategia foquista, sino también una manera muy propia (“astucia criolla” suele decirse), de alinearse detrás de la burocracia estalinista internacional, que por cierto también era desdeñada por algunos sectores al interior del PCB que no solo respaldaban a la guerrilla del Che, sino que se adhirieron a su movimiento. Aquí, parece claro que no se logra comprender ni visualizar el alcance continental más profundo que rebasa el localismo nacional en el que Mario Monje y su cúpula estaban ensimismados. El sueño era tan grande como al mismo tiempo imperceptible a los ojos de quienes tenían la obligación de desprenderse de aquellos localismos (quizás legítimos), pero que limitaban una visión más continental y anticapitalista.


En el otro extremo está el Che (eventualmente respaldado por Fidel Castro), que lo que en el fondo planteaba, no era una disputa mezquina por encabezar y dirigir un movimiento guerrillero en Bolivia con un acto de injerencia avasalladora inadmisible (como prefieren repudiar los autores del libro); sino que de lo que se trataba era de un movimiento de envergadura internacional y antiimperialista de alcances continentales, que además tenía la virtud de poner en evidencia aquel aparato burocrático anquilosado que, bajo la idea de la “convivencia pacífica”, no solo daba las espaldas a los movimientos de liberación, sino que en la práctica convivía y se sometía al capitalismo que decía combatir y repudiar. Aquí el problema radicó en que dicho movimiento impuesto por el Che, no tuvo la virtud de adentrarse y tomar en cuenta la realidad y la historia nacional de Bolivia.


En la disputa, ninguno de los polos tuvo la oportunidad ni la grandeza para mirar y tratar de entender al otro. Actuaron en consecuencia, pero en líneas separadas mutuamente disociadas e incomprendidas. Y cuando Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta efectúan su análisis, ellos también prefieren aferrarse, subrayar y ensalzar lo que denominan como el carácter “nacionalista” de Mario Monje y la cúpula del PCB. No caen en cuenta que si bien ese enfoque localista tenía el mérito de responder a la historia nacional, no solo implicaba un tácito alineamiento detrás de aquella burocracia estalinista que al interior de su propio partido también era repudiada; sino que también coartó la posibilidad de abrir las puertas a nuevas corrientes de pensamiento y acción que quizás podrían haber decantado en un enfoque renovado y fresco que tuviese la virtud de mirar, interpretar y actuar con “cabeza propia” sobre la realidad nacional, y al mismo tiempo desechar tanto esa mirada localista ensimismada de la cúpula partidista, como la dependencia asfixiante que representaba la burocracia estalinista de Moscú.


Con sueños no se construye la historia ni el futuro se podrá replicar; sin embargo, no hay que olvidar que en ese mismo momento estaba por ejemplo la Juventud Comunista (JCB) y militantes tan destacados (sus testimonios de vida así lo acreditan), como la propia Loyola Guzmán (quien estuvo en la guerrilla con el Che), Carlos Soria Galvarro o Ramiro Barrenechea, que durante muchos años después, continuaron luchando en la búsqueda de un pensamiento y una acción transformadora que responda a los desafíos de la realidad nacional.


Finalmente, resulta muy sorprendente que Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta, siendo que explícitamente reconocen en su libro la ejemplar lucidez y profundidad de pensamiento de René Zavaleta Mercado cuando analiza la guerrilla; sin embargo, ellos prefieran reivindicar y ensalzar la visión “nacionalista” de Mario Monje y su cúpula burocrática dirigencial que, como se pudo mostrar, tiene el defecto de ser parcial, localista y sumisa.


En fin, hay otras cosas que se quedan en el tintero; en todo caso la esperanza es que este breve ensayo analítico sea útil para quienes se acerquen como yo, a este importante trabajo que comentamos.


(*) Sociólogo boliviano. Cochabamba, Bolivia. 14 de noviembre de 2023.

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