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El regreso de Walter Chávez


Rafael Archondo


El 14 de marzo de 2016, solo 22 días después del referéndum del 21F, el ex asesor electoral del Movimiento al Socialismo (MAS), José Walter Chávez Sánchez se presentó en las oficinas de la Dirección Nacional de Migración de Salta, Argentina. Iba escoltado por Sixto Vásquez Zuleta, historiador jujeño, en cuya casa recibió cobijo y asesoramiento local.


En capital federal, Pablo Stefanoni, director de la revista “Nueva Sociedad”, articulaba la red de protección a Chávez con los círculos de la izquierda bonaerense. Stefanoni fue funcionario de Palacio en los primeros años del gobierno progresista boliviano, posesionado en enero de 2006. Heredó de Chávez la plataforma de contactos para publicar la edición de “Le Monde Diplomatique” en Bolivia. Sus conexiones son vastas, vinculan desde analistas internacionales como Pedro Brieger hasta connotadas sociólogas como Maristella Svampa.


El contexto político no parecía darle la bienvenida al nuevo refugiado. En la Casa Rosada regía, hace solo tres meses, Mauricio Macri, el anti peronista, que fue capaz de vencer a la fórmula K. Sin embargo, Chávez podía presentarse ahora como disidente del socialismo del siglo XXI, música para los oídos del flamante jefe de Estado.


El fugitivo Chávez permaneció detenido en Salta hasta mayo de ese año, fueron 65 días en una celda estrecha. Es lo que duró su trámite de otorgación de refugio. Laura, su hija, estudia medicina en Buenos Aires. El dato fue determinante para fijar su domicilio y permanencia legal. El gobierno de Macri le ratificaba su condición de refugiado, descartando una extradición al Perú. Se extinguían los motivos para un retorno a La Paz y su orden de arresto activada por Interpol volvía a quedar cancelada.


Romero en contra


En Bolivia, Chávez había cometido una transgresión al derecho de asilo, debido a que salió clandestinamente del país, sin notificar su paso por Aguas Blancas en la frontera sur. De inmediato, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, convocó a una rueda de prensa para subrayar el hecho. Aclaró que en realidad Chávez nunca fue asesor de Evo Morales, sino solo de las campañas electorales de 2002 y 2005. Luego exhibió el periódico “El Deber” en el que Samuel Doria Medina confirmaba que Chávez trabajaba para él promoviendo el voto por el No en la consulta del 21F. Romero buscaba destacar que el peruano los había traicionado. Para restarle méritos, recordó que otros extranjeros fueron decisivos para las victorias masistas y citó el nombre del periodista español Víctor Orduna, editor de la Biblioteca del Bicentenario.


El MRTA


Cabe recordar que Chávez, el estratega peruano del MAS, había huido de su país en 1992. Se asentó en Bolivia, donde el gobierno de Jaime Paz Zamora le concedió asilo político. Chávez fue acusado en 1990 por las autoridades de su país de extorsionar empresarios para recaudar dinero destinado al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), la guerrilla encabezada por el ex aprista Víctor Polay Campos.


Es curioso que el MIR haya aceptado cobijar a un militante emerretista solo dos años después de que el grupo insurgente CNPZ, había secuestrado al empresario Jorge Lonsdale, precisamente con asesoramiento personal y directo de dos militantes del MRTA (Evaristo Salazar, muerto, y Dante Llimaylla). Peor aún, en 1995, tres años después del arribo de Chávez, un comando del MRTA secuestró al propio Doria Medina, obligándolo a pagar un rescate, con el que financió la toma de la embajada de Japón en Lima. Doria Medina fue militante el MIR y cuando Chávez ingreso a Bolivia estaba en el gabinete ministerial de Paz Zamora. Chávez trabajó para él en 1993, cuando el empresario compró el diario “Hoy”.


“Quiero volver”


Por alguna razón que no pudimos esclarecer, Chávez se arrepintió de haber huido de Bolivia en 2016. ¿Por qué salió del país tras 24 años de ascenso a la cima del poder? A las autoridades argentinas les dijo textualmente que en 2015 empezó a “tener problemas electorales” con el presidente Morales.

La verdad es otra. Antes de hacer maletas, Chávez le contó al periodista Andrés Gómez lo siguiente: “Yo me fui del MAS por un problema personal con la familia García Linera, yo no estuve de acuerdo con la forma en que manejaban ciertas cosas; yo fui parte de un proceso limpio, de un proceso de cambio que se hizo para favorecer a los bolivianos, cuando empezó a cambiar eso, decidí irme. La historia juzgará el papel que jugaron los hermanos García Linera en la liquidación moral del proceso de cambio”.


Las acusaciones de Chávez contra el Vicepresidente y su hermano no eran ninguna frivolidad. Para anularlas, los García Linera les bastaba con revocar la condición de refugiado de Chávez y tramitar su extradición a Lima. La permanencia del peruano en La Paz se había tornado insostenible. Patitas para qué te quiero, compañerito.


Operación sana-sana


El principal contacto para permitir que Chávez regrese a La Paz en 2018 fue Gringo Gonzales, el presidente del Senado. Él se encargó de gestionar el perdón con los hermanos García Linera.


Nos cuentan que Chávez tuvo que humillarse para que los miembros de la familia más poderosa del MAS lo pudieran absolver. El "sana sana" tardó en llegar, tanto que en febrero de 2017, por órdenes de Álvaro García Linera, la entonces viceministra de políticas comunicacionales, Paola Gonzáles, el director de contenidos de la red televisiva ATB, Jaime Iturri y el periodista José Luis Colque de la radio “Kawsachiun Coca”, programaron una entrevista con Gabriela Zapata, recluida en la cárcel de Miraflores. La ex pareja de Evo estaba dispuesta a decir lo que sea con tal de conseguir una reducción de su condena (ésta llegó solo tres meses después de su aparición en la tele).

La entrevista se hizo con la entusiasta venia del Ministro Romero, un viejo enemigo de Chávez desde cuando era senador por Santa Cruz. El equipo permaneció en dos ocasiones, durante varias horas en la prisión. Al parecer Zapata tenía baches escénicos a la hora de interpretar el guión. Sus dotes de actriz son paupérrimas. Zapata dijo ante cámaras que Chávez, en 2005, siendo ella parte de las juventudes del MAS, la buscó para tenderle una trampa a Evo. Como el presidente electo "pecó", Chávez habría guardado la bomba para poder usarla en un momento oportuno. Esa, la versión de Zapata, que coloca a Chávez como un ser sobrenatural y adivinatorio. La entrevista salió en ATB en horario estelar y con generación de expectativa. No convenció a nadie. Iturri editó el largo monólogo y colocó en tiempo adecuado, las fotos de Chávez y Doria Medina, los flamantes conspiradores. El gobierno intentaba, con retraso de un año, recontar la historia en función de sus intereses.

Desde Argentina, Chávez desmintió las afirmaciones llorosas de la rubia ex funcionaria de la CAMC, la empresa china que la usó como su logotipo a fin de lograr contratos con el Estado Plurinacional. Chávez había sido lapidado por instrucciones de las más altas esferas del gobierno boliviano. Solo le quedaba buscarse una vida en Buenos Aires.

De vuelta

Algo muy grande tuvo que haber sucedido para que a finales de 2017, Gringo Gonzales haya logrado finalmente el perdón de los ex guerrilleros García Linera. Chávez regresó al país por Yacuiba. Pese a su control sobre la policía, Carlos Romero no fue informado del retorno y tuvo que conformarse con lo obrado. Su larga conferencia de prensa a inicios de ese año para acusar a Chávez de haber trabajado con Doria Medina en la campaña por el NO, perdió capacidad de incidir en los hechos. Había que soportar al peruano.

Walter Chávez volvió para trabajar directamente con el Vicepresidente. Su puesto fue encubierto bajo un contrato de analista. Al llegar a La Paz también pudo entrar a cooperar en el Ministerio de Comunicación cuando Manuel Canelas fue posesionado como su titular el 23 de enero de 2019. Chávez pagaba con sus servicios el haber podido regresar y Canelas era ficha de Álvaro.

Lo demás ya lo sabemos. En julio y agosto de 2018, Chávez estuvo como panelista de "Esta Casa no es Hotel" fingiendo neutralidad analítica. La conductora, Susana Bejarano, también era prolongación sonriente de la Vice. El pronóstico del analista Chávez en ese momento era que nadie podía ganarle a Evo y que Mesa era un pésimo candidato. Al salir del set, seguramente recordaron juntos aquella noche de los ponchos rojos, cuando sus camaradas mexicanos fueron agasajados por la Vicepresidencia tras participar en la campaña de 2014. En realidad Romero estaba equivocado. Chávez fue asesor electoral del MAS a lo largo de 27 años.


¿Habrá sido Chávez el impulso de la guerra sucia contra Mesa? En cualquier caso, qué mal lo hizo. Cada ataque alimentó la convicción de que el ex presidente era el único antagonista capaz de derrotar al oficialismo.

En 2018, Chávez intentó varias veces acercarse a Evo. No pudo. La desconfianza estaba sembrada. Lo curioso del caso es que los hermanos García Linera sí hayan optado por el "sana sana". Ahora ellos están fuera del país, y Chávez se pasea feliz por las calles paceñas colgándose el letrero de víctima de la persecución del anterior gobierno, todo un mártir del 21F.

¿Aún circula por las redes con el disfraz de Martín Villa?

El hospital de 28 pisos


Nos cuentan también que mientras Chávez operaba desde la vicepresidencia e invertía sus citas de Maquiavelo en la campaña electoral, seguía sosteniendo sus viejos contactos con el empresario Doria Medina, apartado en 2019 por voluntad propia, de la lucha electoral.


Cuando faltaban solo semanas para la inauguración de la “Casa Grande del Pueblo”, el edificio suntuoso que construyó el MAS para que Evo pueda aterrizar en helicóptero en la sede de sus funciones, Chávez le dijo a Gringo Gonzáles que Evo debía reacondicionar el edificio a fin de transformarlo en un hospital. “Con eso, va a ganar las elecciones, seguro”, habría aventurado. Gonzáles no cumplió con el encargo, porque sabía que Evo no estaría de acuerdo. Las ideas “geniales” del “Waltico” estaba rayando en el delirio.


Ante la ausencia de reacciones en el bando oficial, Chávez transfirió la idea a Doria Medina, quien no solo la puso en Twitter, sino incluso convocó a una conferencia de prensa para mostrar cómo la sala de jacuzzi presidencial se podía convertir en una de terapia intensiva. La idea causó hilaridad en los que la escucharon.


Gresca con Amanda

El 23 de agosto de 2019, Chávez aceptó participar en un conversatorio con la ex ministra de Comunicación, Amanda Dávila. El salón de la carrera de Ciencias Políticas de la UMSA se llenó de curiosos. Lo que iba a ser un amistoso intercambio, derivó en una gresca verbal. Ella, dolida por el alejamiento de Chávez al que conoce y aprecia, lo acusó de haber montado el escándalo de Gabriela Zapata junto a Doria Medina. Él, hostigado como pocas veces en su vida, acusó a Dávila de haber grabado la entrevista para ATB en la que la citada ex novia de Evo lo acusa de lo mismo.


Para probar su inocencia, Chávez se vio forzado a informar que su regreso a Bolivia se dio con el visto bueno de Evo, Álvaro y Gringo. La jerarquía completa del Estado Plurinacional habría hecho “una investigación rápida”, dijo, para darse cuenta de que era inocente y podía regresar.


Chávez mentía. No hubo retractación en el MAS, sino absolución al transgresor puesto hipócritamente de rodillas. Note usted la abismal diferencia.


Al final del pleito, en la UMSA, Dávila le pidió a Chávez que ayude al gobierno “esta vez”, y que no le vuelva a dar palo. El asesor cumplió con el pedido. En 2019 fue, quizás por última vez, soldado del MAS en campaña.


Cuando Evo despegó de Chimoré con rumbo a México, uno de los García Linera iba con él. El otro, Raúl, ya había llegado. Fue uno de los primeros en huir en la misma dirección, a México, al país en el que los hermanos intentaron estudiar en la década de los 80. Chávez se quedaba en La Paz, listo para reanudar sus lazos con Doria Medina y personas conexas. Había vencido.


Con Camacho


En 2020, Chávez logró incorporarse como asesor en la campaña del ex líder cívico cruceño, Luis Fernando Camacho. Su presencia en el equipo de Creemos fue guardada en estricta reserva. Tuvo que ser la disidencia y renuncia de Ronald MacLean, el coordinador de la campaña, las que permitieron revelar la identidad del peruano, que una vez más mostraba que era capaz de brindar su apoyo a los factores más dispares y más enfrentados de la política boliviana.


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