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Kennedy y bahía de Cochinos

Rafael Archondo



Este noviembre que viene, recordaremos seis décadas del asesinato de Kennedy y el mes que sigue, dos siglos de la formulación de la Doctrina Monroe, aquel manual de funcionamiento de la política exterior norteamericana.


Uso dichas marcas en el calendario para circular acá datos llamativos sobre un episodio que las reúne magistralmente: el desembarco armado de 1.500 exiliados cubanos en bahía de Cochinos y playa Girón el lunes 17 de abril de 1961.

No conocemos la intimidad de la llamada “invasión” que precipitó la declaratoria de amor de Fidel Castro a la Unión Soviética. No obstante, ésta ha sido investigada al milímetro desde ambas trincheras. El ángulo más interesante descansa quizás en Washington.


De acuerdo a las pesquisas de Donald L. Moore (1966), miembro del Colegio de Comando Naval de los Estados Unidos, el plan de patrocinar con armas, vehículos.y dinero la caída de Fidel Castro obtuvo el visto bueno del presidente Eisenhower el 17 de marzo de 1960. Para entonces, la Revolución Cubana ya había producido unos 100 mil exiliados. Los reclutadores de la CIA, la agencia de inteligencia norteamericana, se fueron a Miami a pescar interesados. Sobraban. Con el enojo tropical a cuestas, no había expropiado que se negara a integrar la expedición.


Ya en junio de ese año, los centenares de aspirantes a próceres anti comunistas empezaban sus entrenamientos en la finca cafetalera de Roberto Alejo. Su hermano Carlos era en ese momento embajador de Guatemala en Washington. Ahí en Retalhuleu, se allanó una pista de despegue para los 16 aviones de combate y 9 de transporte, remanente aéreo de la Segunda Guerra Mundial donado por los gringos para abrazar el operativo desde los cielos.


Aunque Estados Unidos puso la chequera y abrió sus hangares, fueron los líderes del exilio cubano quienes revisaron mapas y trazaron líneas de colores. Dos de los tres núcleos anti castristas presentes en La Florida suscribieron la operación: el Frente Revolucionario Democrático (FRD) y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP). Es útil diferenciarlos. El primero era fruto del primer éxodo, la estampida de ex oficiales del derrocado Batista, mientras el segundo, he aquí lo interesante, estaba encabezado por el ingeniero Manuel Ray Rivero, quien llegó a ser ministro de Obras Públicas de la Revolución. En el MRP estaba también José Miro Cardona, notable abogado, ex primer ministro de los barbudos de la Sierra Maestra. De modo que el MRP era en los hechos una escisión del Movimiento 26 de Julio (M-26).


Según Moore (1966), a fines de 1960, 250 miembros de la brigada se amotinaron. Exigían que los resabios de Batista fueran expulsados del campamento. La CIA tuvo que ceder.


Sin embargo las riñas internas no se limitaban a la composición del personal. Hubo fuertes discrepancias sobre la estrategia. Ray propuso una guerra de guerrillas que canalizarían 12 grupos infiltrados en todas las provincias del país. Los del FDR en cambio dieron por aprobado un desembarco masivo como el de Normandía, a plena luz del día y en la ribera de la ciudad costeña de Trinidad. Todo un show que buscaría convocar al pueblo a propagar barricadas.


Mientras los cubanos de ambas orillas engrasaban sus armas, tenían lugar las elecciones en Estados Unidos. Para desgracia de los patrocinados por la CIA, la Casa Blanca cambiaba de color político. Con el arribo de Kennedy los malos presagios se agolparon en los ánimos.


Cuando el nuevo presidente revisó el plan confeccionado por Allan Dulles, jefe de la CIA, tomó inmediata distancia. Si la prioridad para Eisenhower había sido derrocar a Castro, para Kennedy era esconder la mano. Más que una invasión, aquella debía tornarse en una guerra de liberación sostenida desde afuera, pero también desde adentro.


Por eso, Kennedy despachó un puñado de órdenes que, según Dulles, desbarataron las perspectivas de éxito: no de día, sino por la madrugada; no en Trinidad, sino en una playa desierta; solo la mitad de los aviones y bombardeando un solo día. El marino investigador Moore (1966) también responsabiliza a Kennedy del fracaso. ¿Será?


La pregunta de oro es: ¿por qué la CIA aprobó sin chistar las enmiendas presidenciales? Diversos análisis ayudan a responder así: Dulles siguió adelante, porque esperaba que ante los primeros contratiempos, Kennedy ordenara una invasión masiva de sus tropas a fin de rescatar a los exiliados en apuros. La CIA rememoraba devota una frase de Eisenhower: “Si comprometes la bandera, te comprometes a vencer”. Pero Kennedy prefirió perder y despedir a Dulles.

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