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Respingar o reciclar


Rafael Archondo


En esta semana, el segundo gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) cumplirá cuatro meses en el poder. En todo ese tiempo, el canciller Rogelio Mayta solo ha conseguido nombrar a nueve embajadores. Aún le falta llenar 29 acefalías, entre ellas, puestos clave como el de nuestro representante en Brasilia o el que exhibirá credenciales ante la OEA. No sabemos mucho sobre los 36 cónsules. ¿Hay por ahí también sillas vacantes? Dado que impera la opacidad, el país lo ignora y quizás ni le interese averiguar.


Nadie habla hoy de la parálisis o desaparición del servicio exterior boliviano, una prueba más de lo poco que pesa sobre la realidad. Nuestro cuerpo de embajadores es liviano, disperso y titubeante. He ahí uno de los fracasos más ostensibles de los últimos cancilleres y sobre todo del MAS, partido que en una década y media ha sido incapaz de formar una nueva generación de diplomáticos, y mucho menos inspirar una doctrina propia para hacer girar las relaciones exteriores.


Choquehuanca, Huanacuni, Pary y ahora Mayta invirtieron tiempo valioso, del que dispusieron en abundancia, en echar a la calle a los funcionarios diplomáticos de carrera. Mayta se ha atrevido a más. Ha acusado a sus recientes cien despedidos de tener narices respingadas y haberse puesto al servicio de los Estados Unidos. Eso equivale a acusarlos de déficit de patriotismo. Al respecto no aportó ni una sola prueba, lo que convierte a sus palabras en una calumnia lanzada desde la esfera más alta del Estado.


¿Dónde están entonces los patriotas de Mayta? Sus escasos nombramientos se dieron en la ONU (Pary), España (Suxo), Irán (Pérez), Venezuela (Michel), Ginebra (MacDonal), la UNESCO (Aguilar), Perú (Aparicio), el ALBA (Llorenti) y Uruguay (Catarina). ¿Son esos los arietes de la nueva ola anti imperialista en América Latina? ¿Más vale un reciclado que un respingado?


Tras el arribo al gobierno de Evo Morales en 2006, el servicio diplomático boliviano empezó a experimentar una lenta erosión. El nuevo canciller, David Choquehuanca, entendió de inmediato que su administración no podía prescindir de los servicios y la experiencia de los funcionarios de carrera, que acababan de quedar de pronto bajo su mando. Sin embargo, también tuvo la pretensión de ir generando su propio personal. Por ello empleó una táctica de reemplazo gradual de lo viejo por lo nuevo. La burocracia a ser sustituida, empezó a rellenar las misiones en el exterior. Después de cumplir afuera, los funcionarios ya no eran reincorporados en Bolivia. Salir equivalía a aceptar el despido y muchos cayeron en la trampa.


Así, a lo largo de 12 años, Bolivia se fue quedando sin diplomáticos de carrera. Los nuevos nombramientos no comprometieron a los egresados de la Academia Diplomática Plurinacional, sino a ex comandantes de las Fuerzas Armadas, ex ministros caídos en desgracia y algunos dirigentes sindicales. Los reclutamientos notables quedaron reducidos a la anécdota. Tras la salida de Choquehuanca, la erosión siguió su curso. Los nombramientos continuaron saliendo de Palacio de Gobierno y sirviéndole al Presidente para pagar favores. Hubo embajadores de pasado militar en Francia, China, Argentina, Panamá, Brasil o Estados Unidos.


Tras la caída de Evo Morales en 2019, Karen Longaric llegó a la cancillería. Como diplomática de carrera, la primera mujer en la Historia a cargo de las relaciones exteriores reincorporó a varios ex funcionarios relegados por la larga gestión previa. En su deseo por restablecer lo perdido, recurrió incluso a profesionales jubilados que ya habían perdido contacto con el oficio. Al despedirse del cargo, Longaric aseguró que el 70% del personal a su cargo ya era de carrera. Eso significa que los políticos nombrados por el MAS habían sido cesados de manera masiva. Sin embargo, la canciller tuvo que consentir también nombramientos viciados por el parentesco o la lealtad partidaria. Los hermanos de dos ministros de la Presidente Añez son los ejemplos más mencionados. Esta restitución parcial duró 11 meses.


Ahora Mayta optó por deshacerse del 92% de los funcionarios de carrera. Una auténtica podadora. Se trata de una ecuación suicida, porque amputa años de memorias y destrezas acumuladas, pero también paraliza los reemplazos. Esta lentitud puede deberse a la voraz pugna interna dentro del MAS. Cada nombre que se asoma, cae contrapuesto por otro, torpedeado luego bajo apasionados cuestionamientos. Hay que decirlo con todas sus letras: el servicio exterior ha terminado siendo rehén de un partido político.

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