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"Las ovejas pequeñas, jamás"

Rafael Archondo



Entre 1972 y 1989, el sacerdote jesuita español Alfonso Pedrajas Moreno (Pica) abusó sexualmente de cuando menos 85 menores bolivianos escudado tras su sotana raída y sobre todo deglutiendo prerrogativas inaceptables dada su condición de director del Colegio Juan XXIII de Cochabamba (el de Villa Granado, no el de Sipe Sipe).


Las víctimas eran invariablemente sus becarios y/o sus alumnos. Contó y confesó tales vejámenes por escrito y de forma oral a lo largo de tres décadas sin que nadie lo haya frenado, amonestado y menos castigado. Murió tan impune como desgarrado por la culpa el 5 de septiembre de 2009 en un hospital de Cochabamba.


Por ahí le quedaban seis encubridores ya delatados, tres de ellos hasta hace solo días en apacible actividad dentro de la obra educativa y social de la Iglesia en Bolivia. ¿Tienen ellos algo que agregar al prontuario de Pedrajas?, ¿acaso callaron porque les caía simpático el verdugo dado que era su socio en el gremio clerical? Uno de ellos, Recolons, se amparó en el secreto de confesión. Inadmisible.


En su diario personal, donde narra su itinerario 1960-2008, sus actos de poder ejecutados en las habitaciones del internado eran calificados por Pica como “metidas de pata”, “acontecimientos juanchos” o, ya en la apoteosis de la flagelación narcisista como “su mayor fracaso personal”. “Eres maricón”, le advirtió uno de los jóvenes hastiado de sus arranques nocturnos. “A las ovejas pequeñas jamás”, clamaba el cura sin poder contenerse.


Gracias a Julio Núñez, reportero del diario español “El País”, hemos logrado penetrar a la cueva de Pica Pedrajas, el gran depredador. Dejó más de 300 páginas en una computadora que su sobrino Fernando ha tenido el valor de abrir para el ojo público. Dicen que por gente como Pica renunció Benedicto XVI. En una década de Pontificado, su sucesor Francisco, ha ido tratando de colar la fetidez.


La denuncia llegó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto del año pasado. Dos meses después ya era de dominio íntimo de la Iglesia boliviana, que no movió un dedo hasta que, este 30 de abril, el asunto escaló a la categoría reportaje internacional.


Pedrajas merodeaba por los pasillos como monarca celoso de Penubol, la “pequeña nueva Bolivia”, que la Compañía de Jesús edificó en las afueras de Cochabamba. Hasta allí llegaban los talentos juveniles seleccionados en los centros mineros, las aldeas campesinas y los barrios periféricos. Pica los recibía con amplias canchas deportivas, tres comidas diarias, maestros entregados al saber y jornadas de trabajo vespertinas labrando la tierra o alimentando al ganado. A las 22:30, el barbado director cortaba la luz para imponer el descanso. La grey adolescente escuchaba bajo sus sábanas las voces de Violeta Parra o del grupo Quilapayún, amplificadas por un parlante. Cuantos no habrán aborrecido esos acordes revolucionarios mientras Pica los violaba o masturbaba en la oscuridad.


En 1983, algún cauto intelecto ordenó que dejara el Colegio y se retirara a las minas, una especie de castigo. Era la solución convencional en uso de la Iglesia, mencionada hace poco por el Papa en una entrevista: tapar y mover. En realidad, fingir demencia y relocalizar.


Al año siguiente Pedrajas estaba de vuelta con bríos renovados. La denuncia de Roberto Peña, un muchacho de 12 años, había tenido un efecto muy breve. “El hijo de puta del Pica ha venido anoche a hurgarme”, habría dicho otra voz juancha en aquellos días funestos. Para Pedrajas en su diario, aquel era el tiempo en el que “un Dios lejano se esconde”. “He sido un degenerado (…), hice sufrir y dañé”, agregaría líneas más adelante.


Cuando le certificaron un cáncer suyo en los genitales, el ex director del Juancho dijo como coartada: “Dios se ha manifestado en el lenguaje de la enfermedad”. No sabemos cómo le dio el cuero para asistir a dos homenajes más, uno de ellos en su último cumpleaños. A momentos se restregaba la conciencia diciendo que todos habían sido “casos aislados”.

Restan algunos enigmas por descifrar. ¿Acaso no fue Pedrajas el mismo que negoció con las autoridades en 1990 la huida al exilio de un grupo de guerrilleros perteneciente a la CNPZ a cambio de confesiones?, ¿por qué Pica fue salvado por 7 jefes de la Compañía de Jesús y otros 10 sacerdotes que escucharon sin chistar sus sentidas confesiones?, ¿no fue el actual director del Juan XXIII el que escribió en octubre de 2022: “no me corresponde investigar hechos ocurridos hace 40 años”?


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