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La Nación Welch

Rafael Archondo


Cuando Raquel Tejada cumplió dos años, su familia se movió de Chicago a San Diego. De manera casual, esta mudanza ayudó a que la niña mayor de esta familia binacional se instalara a sólo tres horas de distancia en autobús de los soleados estudios de Hollywood. Hasta allí se dejaría jalar tras su primer divorcio del joven que le transfirió su apellido de casada y de actriz: James Welch.

Ella recordaba que en 1964 le resultó difícil alquilar vivienda en su condición de madre sola, con sus dos pequeños a cuestas, quienes siguieron atentamente su lanzamiento como símbolo sexual de una época en la que la mitad de la humanidad quiso liberar a las mujeres comenzando por aligerarles el vestuario.

Vistas con detalle sus ocho décadas de vida, Raquel empezó popularizando el bikini cuando inverosímiles dinosaurios mejoraban su dieta teniéndola entre sus fauces. La cinta se llamaba “Un Millón de Años antes de Cristo” (1966). Poco antes, la actriz de 26 años habitaba una modernidad que aún no ha llegado, en la cual su bella anatomía era reducida a una escala microscópica para poder ingresar en un submarino inyectado dentro del torrente sanguíneo de un paciente agradecido.

A pesar de tal variedad contrastante de épocas imaginarias, todos sabemos hoy que su ascenso al universo de las estrellas le debe más a aquel bikini neolítico que a su miniaturización como expedición salvadora. En esa película, la prehistórica, los productores consiguieron que Tejada aclarara artificialmente el color de su cabello. Es más, le propusieron que cambiara el “Raquel” de su abuela paterna boliviana por el más anglosajón e infantil “Debbie”. En eso, sin embargo, ella ya no quiso colaborar. Los recuerdos de su origen ancestral boliviano están verificados. Raquel Welch nació en 1940 en un nido familiar diverso. El padre, Armando Carlos Tejada Urquizo, había emigrado a los Estados Unidos a los 17 años. Se matriculó en la Universidad de Illinois, donde concluyó como ingeniero aeronáutico. Tejada padre conoció allí a Josephine Hall, una americana de origen irlandés o escocés. Convenida la alianza conyugal, él optó por la drástica asimilación cultural. No permitió que en casa quedara un solo vestigio de su idioma materno y menos de tradiciones bolivianas. Temeroso de perder oportunidades laborales por su origen latino, Tejada papá buscó anular o al menos camuflar todo atisbo que lo acercara a la extensa comunidad mexicoamericana que se ha reapropiado de California. Por ello, Raquel y sus dos hermanos crecieron monolingües.

Sin embargo, el ingeniero Tejada coronó a medias su meta encubridora. Y es que cuando alguien abraza la fama, su vida, incluso antes de concebida, se convierte en puerto de sedienta curiosidad. Si bien Welch fue explotada como figura sensual de la industria del celuloide, también obtuvo un rol como mujer indígena (1982) y otro como madre migrante mexicana (Hortensia, 2001), enfrentada a los mismos dilemas de su padre, aunque con una actitud más inclinada al mosaico multicolor que hace tan atractiva a la sociedad estadounidense.

Si Tejada papá hubiera cultivado bolivianidades en sus hijos, es probable que Raquel Welch le hubiera dado un giro al corto publicitario que grabó en 1981 cuando les contaba a los televidentes de su país-placenta cómo sería la Navidad en Los Andes. Quizás hubiera incluso comentado en tono políticamente incorrecto o hasta deplorable, el pleito reciente entre dos primos suyos, el dictador militar Luis García Meza Tejada y la derrocada presidenta Lidia Gueiler Tejada. Y es que nuestra truncada compatriota se catalogaba a sí misma como conservadora y declaraba su admiración, en ese tiempo, por Maggie Thatcher, la dama que hizo retroceder a los argentinos en las Malvinas.

Sí, puede parecer contradictorio que, pensando así, la Welch haya dado rienda suelta a sus poderes de seducción. Sin embargo, jamás aceptó posar desnuda. Cuando le pidieron explicaciones, dijo que ella era “hija de su padre”. Como vemos, el ingeniero paceño había dejado un mandato persistente en su primogénita. Al fin tenemos pruebas de aquella nacionalidad subyacente en Welch. Es nuestra.

La actriz se casó y divorció cuatro veces apenas sintió que “el tipo”, para usar vocabulario Shakira, se convertía en un obstáculo para su carrera. En una entrevista con Lifetime, dijo que su madre era un “ángel”, que se había supeditado a los intereses de su marido y que ella no quiso repetir la senda. Al saber esto, ¿cómo no ser felices ciudadanos de la Nación Welch?

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