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Breve historia del Movimiento al Socialismo (MAS)

Rafael Archondo




El Movimiento al Socialismo (MAS) es una organización fundada en 1995 en la ciudad de Santa Cruz. Es el resultado de un largo proceso de confrontación y distanciamiento entre la izquierda obrera, que controlaba el sindicalismo minero, fabril o ferroviario y las estructuras de representación del campesinado, erigidas después de la Reforma Agraria de 1953.


El MAS nace de esa disputa entre los citados sectores laborales integrados a la vida orgánica de la Central Obrera Boliviana (COB), nacida casi junto al reparto agrario.


El año 1995 es justamente el momento de la ruptura y separación de obreros y campesinos.


Sería la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), surgida del Congreso de Unidad el año 1979, la organización encargada de parir el llamado instrumento político y consolidar su divorcio provisional con el mundo obrero.


Bautizado primero como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP), el Instrumento Político (IPSP) se concibe a sí mismo como el brazo electoral del campesinado. La denominación de “trillizas” o “Pacto de Unidad” no es otra cosa que el desdoblamiento en tres ramas de la CSUTCB. Al tronco principal se le agregan mujeres (Bartolinas) y ex colonizadores, renombrados como interculturales, en alusión a su diversidad étnica.


Dos años más tarde, en 1997, la decisión de construir dicho instrumento es llevada hasta sus últimas consecuencias por las seis Federaciones del Trópico en el Chapare, las cuales adquieren la sigla MAS de manos de David Añez Pedraza, ex diputado izquierdista de Falange Socialista Boliviana (FSB), quien además de poseer la personería jurídica de su partido, le había agregado al final de la sigla, la U del apellido de Óscar Únzaga de la Vega, el máximo ideólogo de esta corriente política (socialismo unzaguista), cuyo antagonismo con el MNR, alcanzó ribetes de resistencia armada en la segunda mitad del siglo XX. El color azul del MAS proviene de aquella transacción.


En los hechos, Evo Morales fue el tramitador final de las resoluciones del Congreso sobre el Instrumento convocado por la CSUTCB en 1995 en la ciudad de Santa Cruz. Su labor consistió en buscarle un vehículo legal a la participación campesina en los procesos electorales.


Entre 1995 y 1997, el camino fue abierto en colaboración estrecha con otro dirigente, Alejo Véliz. Es el tiempo en que todo se llamaba ASP. Una vez que Morales ingresa al parlamento, desplazando a Véliz de la escena, la senda del instrumento se abre por la compuerta otorgada por el MAS y Evo se convierte en la figura central hasta nuestros días.


Convengamos entonces en señalar, de inicio, que el MAS es una organización que deriva del sindicalismo campesino. No es por tanto el origen, sino la consecuencia de un acto primigenio y fundador.


Su nacimiento, como se dijo, está marcado por la confrontación de la identidad rural con los segmentos obreros o asalariados, que se opusieron férreamente dentro de la COB, a conceder mayores espacios de representación y liderazgo a la CSUTCB. En medio de la ruptura campo-ciudad, la ruralidad boliviana se organizó como actor electoral, consciente como sigue estando, de su predominancia territorial y demográfica.


Este es un hecho generalmente encubierto por el discurso y la mitificación posterior.


El MAS nace a pesar y no a partir de la izquierda boliviana. Se levanta rivalizando con las ideas dominantes desde las que, en los años 90, se seguía predicando el carácter de vanguardia del proletariado. La CSUTCB no pudo, ni siquiera en sus momentos de plenitud a inicios de este siglo, capturar las primeras carteras del comité ejecutivo de la COB. Años después, ya dentro del gobierno, la CSUTCB vengó los agravios pasados, subordinando a la COB dentro de la llamada Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM).


No con la izquierda, con las ONG


Es por eso que la primera gran alianza de la ASP no es con la izquierda partidaria, sino con las organizaciones no gubernamentales. Son las ONG las que bendicen con sus cheques, camionetas y auditorios, la noción de que el campesinado boliviano no es una mera clase social, sino un conjunto de naciones originarias y oprimidas. El vuelco ideológico de los funcionarios de diversas instituciones como CIPCA o UNITAS hacia una especie de katarismo activo se dio el año 1992, en ocasión de la conmemoración luctuosa de los 500 años del descubrimiento de América. La convocatoria a una Asamblea de Nacionalidades en el teatro al aire libre de La Paz en octubre de ese año, fue el punto de partida de una sólida alianza entre las ONG y la CSUTCB. Esta coalición se profundizaría aún más en 2006 cuando la Asamblea Constituyente empezó a sesionar en el teatro Gran Mariscal de Sucre.


El siguiente paso asumido por las organizaciones sindicales del campo, como ya se dijo, fue la búsqueda de una sigla que permitiera dar paso a la lucha electoral. En el tiempo en el que la lucha armada repartía miedos y audacias en el vecino Perú con el surgimiento de Sendero Luminoso como vanguardia maoísta devastadora, en Bolivia, las organizaciones campesinas iniciaban un largo ciclo de campañas para consolidar y expandir electorados.


Esta decisión salvó al país de una guerra.


ASP participó de las elecciones municipales de 1995 y de las nacionales de 1997 con la sigla prestada de Izquierda Unida (IU). En el camino, los grupos cercanos a Evo Morales se acercaron, como ya se dijo, a uno de los integrantes de la IU, el MAS-U. Véliz, víctima de la ruptura señalada, trató de avanzar solo con el membrete del Partido Comunista de Bolivia (PCB). Al final, este dirigente del Valle Alto terminaría marginado por las fuerzas más compactas y mejor asesoradas del Chapare.


Filipo


La presencia protagónica de Filemón Escóbar en estos primeros pasos no es mera casualidad. No se debe a su residencia en Cochabamba tras la relocalización minera y tampoco a su militancia sindical de tantos años. En los años 80 y 90, Escóbar fue el único dirigente minero sensible al discurso katarista. No solo fue candidato vicepresidencial de Genaro Flores y el MRTKL en 1985, sino que desarrolló la teoría de los órganos de poder, en consonancia con los principios filosóficos de la llamada cosmovisión andina. Escóbar rompió precozmente con las doctrinas de la lucha armada y ya desde 1982 fue uno de los defensores de lo que él llamaba “coyuntura democrática”, es decir, el momento en que las clases populares se ponen sagazmente del lado de la Constitución a fin de impedir una regresión dictatorial y autoritaria. A diferencia del resto de la izquierda, Escóbar no creía en que “peor es mejor”, es decir, en la concepción de que a mayor polarización y definición brutal del enemigo, mayores chances para la ofensiva revolucionaria. Esta concepción escéptica frente a los aparatos armados y los partidos, pero entusiasta ante la autodeterminación directa de los trabajadores, sembró en tierra fértil cuando asintió a establecer los primeros contactos con el sindicalismo agrario del Chapare. Mientras la izquierda ortodoxa, tanto trotskista como guerrillera, porfiaba en la centralidad proletaria, Escóbar repartía bolsitas de coca en las primeras campañas electorales de la IU o de la ASP.


En las elecciones municipales de 1999, la división interna de ASP luce ya consolidada. Morales y sus seguidores ya tienen sigla propia, es el MAS. Véliz compite con menor éxito como PCB. La tendencia de rechazo al neo liberalismo se va expandiendo en diversos lugares de la república. El salto mayor en ese momento fue la llegada de Juan del Granado a la alcaldía de La Paz.


Estos primeros frutos: una bancada, una red de alcaldes y concejales, más recursos públicos, vehículos, asistentes pagados, pasajes de avión y más fondos de ONG, fortalecieron la convicción inaugural de que el camino sería electoral.


Desde sus trincheras teóricas, la izquierda radical y ortodoxa veía con desconfianza estos progresos y prefería alentar, bajo la mesa, proyectos como las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka (FAL-ZW), la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ) o el Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK). Cuando Evo Morales cosechaba sus primeras victorias en el Chapare, el Valle Alto de Cochabamba, el norte de Potosí o las zonas de colonización de Santa Cruz, sus actuales asesores estudiaban cómo volar torres de alta tensión o secuestrar empresarios acaudalados para financiar la guerra popular. Muy pocos intelectuales de izquierda acompañaron al MAS en sus primeros tanteos: Alejandro Almaraz, Hugo Moldiz o José Pinelo.


El Mallku


Consolidado como el líder más exitoso y el mejor intérprete de las conclusiones del Congreso agrario de 1995, Evo Morales se topó con el emergente Felipe Quispe Huanca. Días después de la muerte de Quispe en febrero de 2021, Morales fue entrevistado por el canal digital de la provincia Omasuyos, denominado SEO. En esa conversación, el ex presidente narró una breve historia. Rememoró un encuentro que él y Quispe tuvieron el año 2002. Morales le habría dicho que ambos debían ir como aliados en las inminentes elecciones de aquel año. Quispe, más conocido como el Mallku (cóndor), le habría respondido que sí, pero solo en el caso de que la Corte Electoral no admita el trámite de personería jurídica para el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), el partido organizado por Quispe. Si el MIP era rechazado, entonces él hubiera estado dispuesto a firmar una alianza con el MAS para 2002. Y, ¿quién va a ser el candidato a Presidente?, preguntó Evo en ese momento. Felipe Quispe le habría dicho: "Tengo que ser yo, vos llokalla (joven, chico) nomás eres". Y ¿cómo vamos a elegir a los demás candidatos?, habría seguido preguntado Evo. Quispe pidió entonces que a él le entreguen las listas de La Paz, mientras el MAS podía designar al resto. Además Quispe habría dicho que no sean las bases las que decidan los nombres. "Las bases van a escoger a puros emenerristas, adenistas, neoliberales", habría sido el comentario del Mallku a fin de justificar la serie de "dedazos". Aquella noche, Evo se fue a dormir, Quispe se quedó en vigilia. Al día siguiente la Corte anunciaba la aprobación del MIP como sigla, lo cual tornaba la alianza en inviable.


Evo dijo en la entrevista con SEO TV que el MIP no cumplía los requisitos, pero que fue aceptado en la Corte por instrucciones de la embajada de Estados Unidos a fin de dividir al movimiento de resistencia al neoliberalismo. El ex presidente comentó que si el MAS y el MIP iban juntos en 2002, llegaban al primer lugar y todo se adelantaba. El año trágico de Goni no hubiera existido y tampoco la llamada Guerra del Gas.


La anécdota pone en evidencia que Quispe fue parte de la corriente inclinada por la construcción de un instrumento político. Aunque estuvo en la cárcel durante cinco años (1992-1997), al abandonar el penal de San Pedro, ingresó de lleno a la vida sindical. Como máximo ejecutivo de la CSUTCB en 2000, condujo los bloqueos más radicales que haya vivido la élite gobernante, en ese momento, conducida por el General Hugo Banzer Suárez. Su confluencia con Evo Morales se produjo en la fase final de las definiciones y dio lugar a una ruptura operada por la aprobación de su personería jurídica. Al contar con sigla propia, Quispe avanzó solo. Antes de morir, era candidato a la Gobernación de La Paz, con serias posibilidades de alzarse con el triunfo. Este su segundo ascenso electoral se dio en medio de la evidente superación de Evo Morales como líder en el departamento más aymara del país. En tal sentido, el MIP forma parte de la misma corriente de autonomía campesina que ganó distancia frente a la izquierda obrera.


A las elecciones de 2002, el MAS llegó muy fortalecido. Las fuerzas titubeantes del sistema habían expulsado a Evo Morales de la cámara de diputados, se habían producido enfrentamientos sangrientos en torno a la defensa de la hoja de coca y Véliz había pasado a la marginalidad. Esos comicios fueron la convalidación tajante de que la CSUTCB tuvo razón al apostar por los votos. Evo Morales acababa la lid con medio millón de papeletas marcadas y en un segundo lugar nacional. Una proeza, a solo siete años del Congreso campesino sobre el instrumento en Santa Cruz. Quispe competía a considerable distancia (6%), integrado al espacio parlamentario. Luego el MAS absorbería ese respaldo en la elección siguiente, reclutando a connotados líderes del MIP como Eugenio Rojas o Felipa Huanca.


La expulsión


En 2002, Filemón Escóbar juraba como senador por el departamento de Cochabamba. Pocos tiempo antes de que el MAS ganara las elecciones de 2005, el ex dirigente minero de Catavi era expulsado del partido. El argumento para echarlo, pese a su calidad de fundador, fue que habría viabilizado la aprobación de una ley que le daba inmunidad a los soldados norteamericanos que pudieran operar en Bolivia.


En el libro "MAS IPSP, Instrumento Político que surge de los Movimientos sociales", escrito por Marta Harnecker y Federico Fuentes (2008) parece anidar la verdad de esa expulsión. Entrevistados por ambos autores, los dirigentes del MAS Antonio Peredo y Santos Ramírez explican por qué sacaron a Escóbar del instrumento. Ramírez dice textualmente: "Algunos sectores políticos, internamente y a espaldas del MAS, a espaldas del jefe Evo Morales (sic) ya habían estado comulgando con el gobierno (el de Carlos Mesa). Ese fue el caso del señor Filemón Escóbar y creo que es el caso de algunos parlamentarios también. Entonces ahí vino la decisión de separar a Filemón de las filas del MAS (...) porque le propuso al MAS, al instrumento, al compañero Evo, que el MAS apoyara al gobierno de Mesa".


Antonio Peredo, que fue el primer candidato a la vicepresidencia por el MAS en 2002, le dice a los citados autores al respecto: "Para mí, personalmente, el tema estaba en que Mesa no iba a cumplir, pero que nosotros teníamos la capacidad de cercarlo, de obligarlo a cumplir determinadas acciones y fue eso lo que tratamos de llevar adelante hasta el último momento". La cercanía entre Filemón y Mesa no fue nunca un secreto.


En ese momento, las Federaciones del Trópico que pidieron la salida de Escóbar señalaron que ésta se debía a que el senador había hecho un acuerdo secreto con la embajada de Estados Unidos. Sin embargo, como constatamos tiempo después, el MAS marginó al ex líder de la Federación de Mineros a raíz de una valoración divergente sobre el gobierno de Carlos Mesa (2003-2005). Que la depuración se haya dado bajo un disfraz anti imperialista es una primera muestra de que las conductas partidarias empezaban a sustituir la deliberación abierta.


La salida de Escóbar del MAS no es un hecho intrascendente. Su presencia activa en el núcleo de las decisiones del IPSP había impedido hasta ese momento, el ingreso masivo al partido de numerosos segmentos de la izquierda considerada antes, en este artículo, como ortodoxa o radical. Filemón Escóbar siempre había sido un adversario tenaz para esos grupos, que intentaron expulsarlo de la COB en el noveno Congreso de Sucre (1992), acusándolo precisamente de delación a uno de los grupos guerrilleros.


Se asoma el Che


En ese momento, dentro del MAS, la segunda fuerza política del país, se produce un viraje ideológico profundo. Un verdadero destacamento de militantes del Eje de Convergencia Patriótica (ECP), enemigos de Escóbar en el pasado inmediato, ingresa al instrumento político de la mano de Antonio Peredo Leigue. Poco a poco, la simbología andina de los inicios es complementada con las pinturas y fotografías del Che Guevara.


Así, la izquierda que parecía haber perdido el tren de la Historia al haberse pronunciado por la lucha armada en los años 90, iniciaba el siglo XXI embarcada por completo en la lucha electoral. Antes de su muerte, Escóbar intentaría retomar el rumbo con René Joaquino, ex alcalde de Potosí, y Fernando Vargas, el principal dirigente del Territorio Indígena Parque Isiboro Securé (TIPNIS).


Hasta aquí hemos sofisticado nuestra definición original del MAS. Vemos que de haber sido el instrumento electoral del campesinado, entre 2002 y 2004 se convirtió en un partido político refundado por los militantes de la vieja izquierda ortodoxa y radical. Fueron ellos quienes conformaron los primeros equipos de gobierno alrededor del presidente electo, Evo Morales Ayma. En tal sentido, a la alianza inaugural con las ONG, le siguió el acercamiento a una fracción de la izquierda electoral. El tercer momento de acumulación del MAS fue la captura de la cúpula de la organización por parte de las fracciones de izquierda a las que la dirigencia sindical agraria había enfrentado en los años 90. Estos nuevos cuadros del MAS enmendaban así su error original que los llevó a negar el carácter revolucionario del campesinado. Su acceso tardío, pero oportuno a las estructuras de poder construidas entre 1995 y 2002, forman parte de la historia de los nexos de subordinación o complementación entre la clase media politizada y las entidades sindicales del campo. A partir de ese momento, los recién llegados serán calificados como “invitados”, a los que se les respeta por sus cualidades en el ejercicio del gobierno, pero de los que también se desconfía por su origen de clase o, mejor dicho, por su origen citadino.


En 2005, se produce una nueva fusión. Otro grupo más se adhirió al proyecto, esta vez como constructores de un plan de desarrollo y después como altas autoridades dentro del gabinete. Nos referimos a académicos como Carlos Villegas o Luis Arce Catacora. Para entonces el MAS era también el germen de una nueva clase gobernante, dispuesta ya a construir un partido de Estado.


Los electores

Este rápido recorrido por las sendas avanzada por el MAS y los itinerarios acumulativos por los que fue atravesando desde 1995 hasta nuestros días, es la mejor antesala para agregar a este documento los resultados electorales aludidos al comienzo del texto.


Decíamos que el 11 de abril de 2021, el país ha cerrado un ciclo de definiciones electorales que coloca en escena a una nueva camada de autoridades. Salvo el poder judicial, todos los ámbitos institucionales cuentan ahora con titulares distintos a los que operaban hace solo un semestre.


Esta trayectoria electoral del MAS, el partido mayor del que nos ocupamos acá, afianza la hipótesis histórica eslabonada en nuestro punto de partida. En efecto, el MAS es el brazo electoral del campesinado. Lo insólito del caso es que ha gobernado el país desde 2006 hasta ahora, con una breve interrupción de 11 meses entre 2019 y 2020, a pesar de que Bolivia es un país mayoritariamente urbano.


Este desempeño prueba que el MAS usa su fortaleza rural para proyectarse con éxito al mundo urbano, donde logra expandir su predicamento ofreciendo un proyecto nacional más abarcador. El MAS ha ganado las elecciones de 2005, 2009, 2014 y 2020 tejiendo su mayoría sobre la base de un voto casi unánime en el campo, acompañado por porcentajes significativos, aunque no mayoritarios, en las ciudades. Su implantación nacional, sumada a la debilidad y dispersión crónica de la oposición, han hecho del MAS la sigla hegemónica que no pudo ser el MNR a pesar de sus grandes medidas transformadoras.


¿Qué debemos entender por voto casi unánime en el campo?


Cuando en Bolivia había 327 municipios, es decir, en las elecciones de 2004, previos al ascenso de Morales a la Presidencia, el MAS ya tenía en su poder 102 demarcaciones edilicias. Estamos hablando de 21 de los 80 en La Paz, 11 de los 35 en Oruro, 34 de los 45 en Cochabamba, 11 de los 56 en Santa Cruz, 16 de los 38 en Potosí y 9 de los 28 en Chuquisaca. En ese tiempo, no obtuvo ni una sola alcaldía aún ni en Beni, Pando o Tarija.


En 2004, el inmediato contendor del MAS era el MNR con apenas 30 victorias municipales.


Este es el verdadero punto de partida electoral del llamado instrumento político. En los comicios previos, los de 1999, el MAS hacía su debut, pero en abierta disputa con Véliz. La cosecha del 2004 le dio al MAS, por primera vez, la condición de primera fuerza política nacional con un 18.2% de la votación en el país.


Tras su llegada al poder presidencial, el MAS encaró sus primeras elecciones municipales bajo el imperio de la nueva Constitución. Saltó de las 102 alcaldías de los comicios previos a los 235 municipios. En esa ocasión, el oficialismo ya había podido ingresar a Beni, Pando y Tarija, donde sumó 21 nuevas demarcaciones. Sin embargo, los saltos se dieron sobre todo en el resto del país. En La Paz, fue de 21 a 60, en Oruro de 11 a 31, en Cochabamba de 34 a 42, en Santa Cruz de 11 a 22, en Potosí de 16 a 36, en Chuquisaca de 9 a 23, en Tarija de 0 a 6, en Beni de 0 a 8 y en Pando de 0 a 7.


No es difícil deducir acá los beneficios directos en el plano electoral de poseer el control de la administración central. Una vez consolidada la llamada nacionalización del gas, el MAS centralizó el enorme flujo de recursos públicos de los que empezó a disponer (siete veces más que en el pasado inmediato) en el Ministerio de la Presidencia. Desde allí, el programa “Evo cumple” a cargo de la Unidad de Proyectos Especiales (UPRE), financió cientos de obras en las áreas rurales de Bolivia, las cuales eran entregadas personalmente por el jefe de Estado. La magnitud de esta descarga de fondos públicos bajo una especie de municipalización del presupuesto general permitió expandir la popularidad del MAS en los espacios más frágiles del tejido social, nos referimos a los más remotos, los peor atendidos y los más despoblados. Desde entonces no hay fuerza de oposición que se haya al menos propuesto competir en esos espacios.


Ya en 2015, cuando el MAS llevaba una década en el gobierno central, las elecciones locales la entregaron 225 municipios, diez menos que en 2010. En general encontramos en los resultados una estabilización de su poder. ¿Dónde perdió las diez alcaldías que sí logró en 2010? La respuesta es: en las zonas rurales del departamento de La Paz. Es el año en el que al MAS le aparece un competidor serio desde el altiplano: el Movimiento Tercer Sistema (MTS) de Félix Patzi, gobernador electo y aliado en ese momento con la agrupación urbana Sol.bo. Son los primeros indicios de un boquete de pluralismo aymara emergente.


Llegamos entonces a 2021. El MAS suma ahora 240 municipios, 15 adicionales a los que tuvo en las elecciones pasadas. Si se hace la comparación, el crecimiento se debe casi exclusivamente a su alza en el departamento de La Paz, donde de haber tenido 47 sube a 63 municipios. Acá quizás cabría hablar del factor David Choquehuanca, el vicepresidente que hizo campaña personal en las zonas de las que es originario.


Si bien el MAS pisa fuerte en las tierras altas, al tener bajo su mando al 77% de los municipios de los departamentos de La Paz, Oruro, Potosí, Chuquisaca y Cochabamba, también pelea airoso en la llanura. En la elección más reciente, logró prácticamente la mitad de las alcaldías de Santa Cruz, Beni y Pando. En Tarija se llevó 8 de 11. Es tan extenso y diverso este aparato partidario que resulta comprensible que nadie posea un control real de semejante proliferación de recintos y personas.


Otro rasgo diferenciador del MAS son sus victorias con el 100% de los votos. En 2010, los frutos de la unanimidad se cosecharon en 29 municipios, en los que el partido de Estado corrió sin rivales. En los comicios de 2015, la canasta de la cifra absoluta se llenó como nunca con 31 alcaldías. En 2021, hubo, sin embargo, una caída notable, solo fueron 17 territorios monocolores.


¿Por qué se presenta este fenómeno? Digamos primero que son municipios situados en el occidente del país, sobre todo en Oruro y Cochabamba. La razón principal del voto unánime en tierras altas no recae tanto en el MAS, sino en sus omisos competidores. En todos estos años, las distintas oposiciones han sido incapaces de inscribir candidatos en lugares como Morochata, Pojo, San Agustín, Belén de Urmiri o Villa Tunari.


La excusa de que no los dejan competir es cada día menos aceptable. La citada caída del número de municipios, de 31 a 17 con el 100% de votos para el MAS, se debió en 2021 precisamente a la emergencia de nuevos partidos locales de corte rural, que introdujeron pluralismo en los departamentos de La Paz, Cochabamba y Chuquisaca. El surgimiento de micro sistemas de partidos provinciales es obra del Movimiento Tercer Sistema (MTS), de Jallalla, Venceremos y Chuquisaca Somos Todos (CST). Bolivia tendrá en 2021 gobernadores y alcaldes electos que canalizan el descontento contra el MAS, sin por ello darle la espalda a los intereses campesinos, o vecinales. Damián Condori, Eva Copa, Santos Quispe o Johnny Llalli son los ejemplos más connotados del nacimiento de un discurso alternativo, que toma igual distancia de Evo como de la oposición tradicional representada por Carlos Mesa o Samuel Doria Medina.


La conclusión central de este recorrido por la aritmética del sufragio es que en Bolivia la contradicción electoral básica se sitúa entre el campo y la ciudad. El MAS se petrifica como el brazo político del campesinado boliviano, sea éste indígena o no, altiplánico, valluno o amazónico. Es eso y ahí podría quedarse a pesar de tantos intentos por hacerse amable en los contextos citadinos.


Después de tantos años, estaríamos ya en un punto de no retorno. El MAS repele el voto urbano, el cual, lo hemos visto, recurre a cualquier carta con tal de alejar de sus centros de toma de decisiones al partido de la ruralidad organizada. Del mismo modo, los segmentos citadinos, creadores de Podemos (Tuto 2005), Plan Progreso para Bolivia (Manfred 2009), Unidad Demócrata (Doria 2014) o Comunidad Ciudadana (Mesa 2019-2020), también parecen condenados a comprender mal las necesidades del mundo campesino.


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