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Banzer en la Historia


Rafael Archondo


Han pasado ya 50 años desde que el entonces coronel Hugo Banzer Suárez encabezara el golpe de Estado que frenó en seco los tímidos y efímeros avances de Bolivia hacia el socialismo. Y han pasado 20, es decir, dos décadas, desde que el mismo individuo, ya ascendido a General, se viera en la urgencia de renunciar a la Presidencia de Bolivia para enfrentar un tratamiento oncológico en los Estados Unidos.


Los dos agostos fueron clave en la vida de Banzer. En el primero, el de 1971, iniciaba su carrera política, saliendo súbitamente del anonimato castrense. En el segundo, el de 2001, cedía el tramo final de su periodo como mandatario electo para intentar salvar su vida. La primera y la última estación de una figura importante del siglo XX boliviano.


Hugo Banzer Suárez nació un 10 de mayo de 1926 en la pequeña localidad de Concepción en el departamento de Santa Cruz. Inquirido sobre su niñez, solía contar que en una fugaz visita del camba Germán Busch al poblado en 1937, éste, ya consagrado como jefe de estado y héroe de la Guerra del Chaco, le dijo a César, el padre del pequeño Hugo, que lo enviara al Colegio Militar “cuando tenga edad suficiente”. Así, por mandato del “dictador suicida” (Augusto Céspedes), el destino de Banzer Suárez quedó definido sobre la ruta hacia el sable de honor y el uniforme de botones dorados.


Sin embargo, las trayectorias de Busch y Banzer no solo no se rozarían, sino que avanzarían por sendas opuestas.


Cuando el joven cadete de Concepción despertó el 9 de abril de 1952, fue rápidamente movilizado desde Irpavi para enfrentar la gran conspiración organizada por Hernán Siles Zuazo y Antonio Seleme, destinada a derrocar al general Hugo Ballivián, cabeza de la junta militar. Así, el joven instructor del Colegio Militar, miembro de la caballería, educado en la Argentina y curtido en las guarniciones de Challapata y el lago Titicaca, intentó junto a sus compañeros de estudio, retomar el Palacio de Gobierno, capturado por los movimientistas a primera hora de ese día.


Vencida la resistencia del ejército, Siles Zuazo juró transitoriamente a la Presidencia aquel 11 de abril. Banzer se encontraba entre los derrotados circunstanciales de aquellas tensas jornadas, mientras los herederos civiles de Busch iniciaban un ciclo profundo de transformaciones sociales.


Como joven miembro de la oficialidad, Banzer pasó desapercibido durante la reorganización de las Fuerzas Armadas en el marco de la Revolución Nacional. Su continuidad en la institución, a pesar de haber formado parte de la resistencia anti insurreccional, prueba la falsedad de aquella afirmación ligera en el sentido de que las Fuerzas Armadas habrían sido destruidas y reemplazadas por milicias populares en abril de 1952. El Colegio Militar sería reabierto al año siguiente con un nuevo nombre: “Gualberto Villarroel”. La Bolivia del MNR no estaba dispuesta a prescindir de los militares.


En el nuevo contexto político revolucionario, Banzer se encargó de administrar primero los camiones del ejército y luego regresó a la Escuela de Armas de Cochabamba. Según su biógrafo no oficial, Martin Sivak (2001), en 1961 ingresó al salón de los alumnos ilustres de la Escuela de las Américas, instalada en Panamá para formar oficiales latinoamericanos bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional. Ya para entonces, las Fuerzas Armadas de Bolivia estaban plenamente integradas al sistema interamericano fundado para contener la influencia de la Revolución cubana.


En 1964, cuando Banzer se encontraba al mando de la guarnición de Roboré, fue asignado por el gobierno de Paz Estenssoro a reprimir la guerrilla falangista en el Alto Paraguá, al norte de su Concepción natal. Fue después de la dispersión de los alzados en armas, que se produjo la primera cita cordial entre Banzer y el entonces vicepresidente René Barrientos, el 1 de septiembre de 1964. Según Sivak, el general de aviación quechua parlante habría comprometido a Banzer en su complot, planificado para el 4 de noviembre. Para el cruceño, aquel era el dulce momento de la revancha. Los militares iban a sacar del poder a los movimientistas, aunque, claro, ya no podrían revertir las huellas dejadas por el MNR en la vida nacional.


Con la formación del nuevo gobierno de facto, Banzer juró como ministro de Educación hasta que se organizaron las elecciones de 1966, en las que Barrientos ganó cómodamente. Tras la constitucionalización del Presidente, Banzer no fue ratificado. Su breve paso por el despacho ministerial dejó escasa memoria. Se lo recuerda poco en los actos públicos de las escuelas y se coincide en afirmar que no abría lo boca en las sesiones de gabinete.


En junio de 1967, tras haber pasado otra vez al regimiento Ingavi, Banzer fue enviado a Washington como agregado militar de la embajada de Bolivia ante la Casa Blanca. Desde allí, siguió por las noticias la derrota y muerte del Che Guevara. En 1969 retornó al país para integrarse al Estado Mayor como jefe de inteligencia. Luego, en enero de 1970 asumió el cargo de director del Colegio Militar. Volvía al edificio del que había salido como cadete armado para resistir sin éxito la insurrección en curso. Esta vez, ya ungido en el mando, tendría mejor fortuna.


Desde su nueva posición académica, el 9 de diciembre de 1970, junto al coronel Edmundo Valencia, Banzer escribió una carta abierta al líder máximo de la Central Obrera Boliviana (COB), uno de los hombres fuertes de la coyuntura de radicalización emprendida por el gobierno de Torres. En la misiva, Banzer y su colega acusaban al dirigente sindical de haberse aprovechado durante años de los trabajadores sin haber sido uno de ellos. El texto terminaba con una advertencia: “como hombres bien templados, estamos llanos a hacer frente a todos los extremistas y especialmente a usted”.


La acción pública dirigida frontalmente contra quien meses más tarde dirigiría las pocas sesiones de la Asamblea Popular, despertó una corriente de simpatía dentro de las Fuerzas Armadas. La carta de Banzer era un desafío directo a Torres al ser Lechín uno de los aliados del Presidente.


El efecto de esta postura pública fue que la noche del 10 de enero de 1971 quedó al descubierto un complot, cuyos autores eran Banzer y Valencia, los de la carta a Lechín, y Mario Adett Zamora. Los tres jefes militares acababan de ser pescados en plena operación de diseño del derribo de Torres y de inmediato fueron dados de baja del ejército. Terminaba así la carrera profesional de Banzer para dar paso a su andadura como político. La Argentina, país en el que siguió un curso de Estado Mayor en la década del 40, le volvía a abrir sus puertas. Banzer se imaginaba en ese momento en el umbral de un largo exilio.


El abortado plan de enero solo aceleró la convergencia entre los potenciales conspiradores. En Buenos Aires, Banzer se reúne con el mayor Humberto Cayoja Riart y con Mario Gutiérrez, jefe de la Falange. Los conjurados se dirigen entonces a Asunción del Paraguay, desde donde organizan su raudo reingreso hacia el departamento de Santa Cruz, el epicentro de la oposición anti comunista.


Todos los historiadores coinciden en afirmar que el cabecilla del golpe en ese momento era Cayoja. En el trayecto hacia Bolivia, durante una distendida reunión de camaradería, Herberto Castedo, uno de los integrantes de la caravana, disparó accidentalmente su arma sobre el cuerpo del Mayor. El herido tuvo que ser retornado de emergencia a Asunción en una avioneta. Aquel percance despejó el camino para que Banzer ocupara la primera fila y finalmente se hiciera con la Presidencia ese mismo año.


El 19 de agosto, el golpe estalló en Santa Cruz. En un gesto ágil de contraataque, Banzer es detenido de inmediato por órdenes del entonces subsecretario del Interior, Mario Rueda Peña. Se encontraba escondido en una casa de la avenida Irala. Ese mismo día fue llevado a la ciudad de La Paz y encerrado en el cuartel policial de San Pedro. Luego habría sido llevado a un departamento. El trato a sediciosos ilustres como él siempre resultaba benevolente.


En los hechos, el gobierno de Torres lo había transportado a la sede de gobierno para que Banzer lo asumiera. El 22 de agosto, tras un forcejeo con el general Remberto Iriarte, el coronel escritor de cartas terminó controlando el Palacio y nombrando un gabinete civil militar. Mario Gutiérrez de Falange era su canciller, Raúl Lema Peláez, Edwin Rodríguez, Carlos Serrate Reich y Ciro Humboldt del MNR, ocuparon las carteras de Finanzas, Planificación, Minería y Trabajo, respectivamente. Los falangistas aparecieron en siete ministerios, el MNR, en seis, los militares, en tres (Interior, Defensa y Agricultura). El Frente Popular Nacionalista (FPN) se inauguraba dentro del gobierno y duraría hasta 1974, año en el que Banzer acapara todo el poder para sus leales.


A partir de ese momento, Banzer decide seguir una ruta similar a la de Barrientos, uno de sus admirados mentores. Ni FSB ni el MNR pudieron supeditarlo a sus planes. Tras alcanzar cierta estabilidad y cobijarse bajo el ala protectora de los Estados Unidos, Banzer concibió su propio proyecto político. Tras expulsar del gobierno a sus aliados civiles en 1974, fue congregando a su alrededor a quienes luego llegarían a ser sus principales colaboradores, todos civiles. Absorbió a algunos movimientistas y falangistas que se apartaron de sus siglas originales para hacerse banzeristas como Guillermo Fortún o Héctor Ormachea. De ese modo, se fue transformando en el líder de derecha que Bolivia no había podido tener desde la huida de Mamerto Urriolagoitia en 1951. Firmemente anti comunista, el General Banzer no tardó en cambiar su ropero para buscar el calor de las concentraciones populares. Lentamente fue canjeando el uniforme por la corbata y más adelante por la chamarra casual. Su perfil de represor se fue suavizando hasta terminar convertido en un abuelo tímido y protector.


El 23 de marzo de 1979, ya alejado de la Presidencia, a la que renunció con un llanto impotente ante la defección de su delfín, Juan Pereda Asbún, Banzer cierra para siempre su ciclo militar y se convierte en máximo dirigente de Acción Democrática Nacionalista (ADN).


A partir de ahí, buscará ser electo en las elecciones de ese año, las de 1980, 1985, 1989 y 1993. Fue recién en la sexta ocasión en la que competía (1997), que finalmente consigue recuperar la banda presidencial, ésta vez como ex dictador electo. Nadie en América Latina había logrado semejante metamorfosis. El único parangón posible que calza a medias el del guatemalteco Efraín Ríos Montt, quien hizo política legal a pesar de la montaña de acusaciones en su contra por la violación de derechos humanos. Este General, sin embargo, solo pudo llegar a ser presidente del Congreso. La conversión de Banzer a la democracia no tiene entonces equivalentes.

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