Zela para la OEA
A diferencia de Naciones Unidas, donde aún perviven cinco países privilegiados con derecho a veto, la Organización de Estados Americanos (OEA) nos viene enorgulleciendo desde hace 71 años, con una democracia en la que el voto de cada uno de sus países miembros tiene un peso idéntico sobre la balanza. Aunque casi la mitad de los americanos vivamos en Estados Unidos, Brasil o México, esos países tienen la misma cuota de poder en la OEA que las diminutas Santa Lucía, Granada o Barbados.
Este logro radical ha hecho que los 14 países que conforman la comunidad del Caribe solo necesiten sumar cuatro votos más a su bloque para designar al Secretario General de la OEA. El viernes 20 de marzo, tres candidatos a ese puesto, el uruguayo Luis Almagro, la ecuatoriana María Fernanda Espinosa y el peruano Hugo de Zela pondrán sus fichas sobre la mesa.
Es claro que aunque el Caribe anglófono tenga aquel peso agigantado, América Latina y Estados Unidos siguen marcando la línea gravitante. Quizás por eso no hemos tenido hasta ahora un Secretario General caribeño. Colombia, Chile y Uruguay estuvieron representados en ese cargo dos veces, mientras Argentina, Brasil, Ecuador y Costa Rica, dirigieron la institución continental en una ocasión.
Luis Almagro busca repetir mandato por otros cinco años (solo hay derecho a una reelección). Empezó su andadura como canciller del izquierdista Frente Amplio en el Uruguay. Era el hombre del popular y a ratos empalagoso Pepe Mujica. En tal sentido, hace un lustro operaba como estandarte de los llamados gobiernos progresistas.
Ahora que ni Chávez ni Lula están, Almagro asiste a su posible reelección de 2020 con el signo ideológico cambiado, es el hombre de la Casa Blanca, secundada por Bogotá, Santiago o Brasilia. Presume haber sacado a la OEA de la irrelevancia, aunque en los hechos ni siquiera ha conseguido su meta doméstica principal: sacar a Maduro del Palacio de Miraflores. Siendo rigurosos, los logros de Almagro son mucho más modestos de lo que él pregona. Su beligerancia contra el chavismo solo lo ha ayudado a enganchar a su locomotora a los países del Grupo de Lima, el nuevo cordón sanitario erigido para ir ahogando la reemergencia de las izquierdas en el continente. Casi podría decirse que lo único que ha conseguido Almagro hasta ahora es armar un escenario favorable a su re-postulación.
A la fecha, el uruguayo ha recibido el respaldo explícito de Estados Unidos, Canadá, Colombia, Chile, Ecuador, Brasil, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Bolivia, Uruguay, Paraguay y del representante de Juan Guaidó (Venezuela). Está aún a cuatro votos de alcanzar la meta. Los está buscando entre la indecisa Panamá, la potencial disidencia de las Bahamas, Jamaica o Haití o el propio Perú, que promueve a su embajador en Washington.
En el otro bloque, detrás de la candidata María Fernanda Espinosa, ex canciller del Ecuador, se agrupan los votos del Caribe (14), reforzados por los nuevos gobiernos de México y Argentina, y el desvencijado neo somocismo nicaragüense. Si el Caribe no termina dividido por iniciativa de Almagro, la que podría ser la primera mujer al mando de la OEA terminaría recolectando 17 votos, apenas uno menos de lo requerido.
Por razones obvias, Espinosa no quiere mostrarse como la antagonista automática de Almagro a fin de no terminar etiquetada como caballo de Troya del bloque bolivariano. Sin embargo, está claro que ella canaliza el rechazo a estos cinco años en los que el Secretario General ha sido un activista frenético o, peor aún, un factor de intervención, a ratos errático, en la vida doméstica de las naciones del continente.
¿A qué juega De Zela? A ser la carta que dirima ante un posible estancamiento. Si Almagro no puede completar su alforja y Espinosa se queda a un voto de la mayoría, el peruano, al haber sido coordinador del Grupo de Lima, podría ser una especie de “mal menor” para ambos bloques. Así, los países que secundan a cualquiera de los dos principales, podrían virar y optar por el voto estratégico que impida la victoria del más temido.
Esta elección en la OEA se produce el año en el que ha muerto Javier Pérez de Cuéllar, el único latinoamericano que dirigió Naciones Unidas. Como canciller del gobierno transitorio de Valentín Paniagua, fue él quien le propuso a la OEA colocar la preservación de la democracia en el centro de las angustias continentales. ¿No se podría, bajo ese espíritu, unir a la OEA bajo De Zela, en vez de seguirla polarizando entre Almagro y Espinosa?