Ciber patrullaje o democracia
No conozco ni personal ni remotamente a Mauricio Jara e ignoro su forma de pensar. Hasta ahora solo vi su mirada triste y también que fue esposado, exhibido de modo humillante ante los periodistas, ataviado con un chaleco negro que parece anti balas y custodiado por policías encapuchados, que lo depositaron tras las rejas del penal de Palmasola. De allí solo saldrá cuando un juez abra su expediente.
Se lo acusa de incitar al odio, de subvertir el orden, de llamar a no acatar la cuarentena y de decirle “rata” a Jeanine Añez. ¿Dónde hizo todo esto? En cuarenta grupos de Whatsapp, cuyos nombres revelan, a primera oída, cuáles son sus intenciones. Entre ellos están los llamados “Arce presidente” “Evo, el mejor” y “Cruceños MAS IPSP”, la mayoría, sino todos, creados poco después de la renuncia de Evo.
Los que aplauden su captura acusan a este “guerrero digital” de desinformar a la población. ¿Insinúan entonces que la gente en el país está inscrita a dichos grupos de Whatsapp?, ¿es Jara acaso un prodigio de la comunicación digital? Mejor sáquenlo de su celda e invítenlo para que nos dé conferencias sobre cómo se puede obrar el milagro de desinformar a una nación entera usando cuatro celulares.
Siendo precisos, quien debiera enjuiciar a Jara, militante del Movimiento al Socialismo (MAS), es su propio partido, por incitar a los seguidores de Evo a descuidar su salud y exponerse al contagio del corona virus. Incluso por eso, el Ministro Arturo Murillo hubiera mejor elogiado en privado su desempeño, en vez de ponerlo bajo arresto. Nuestro represor de turno es autoritario y de pacotilla, ya lo sabíamos.
Soy uno de los 50 periodistas firmantes de una carta en la que exigimos la libertad de Jara. El gesto nos ha puesto como receptores de decenas de improperios e injurias en las redes sociales, esas en las que Jara jugaba libremente, esas desde donde se supone, se forjó la “primavera” democrática boliviana de octubre y noviembre de 2019. A veces, las pititas sufren fiebres y se convierten en látigos.
Lo tenemos bien merecido. La democracia no es patrimonio de ninguna sigla, ni siquiera de quienes aspiran a canalizar el bien común. La democracia es una pista por donde corren sujetos de todas las ideas, siempre dispuestos, eso sí, a batirse por ellas sin hacer uso de la violencia. Defender a Jara o defender el derecho del MAS a decirle “rata” a Jeanine es tan impopular entre algunos como lo era, entre otra gente, hace muy poco, defender el derecho de cientos de jóvenes a cantar a brincos, “Evo, Evo cabrón”. En Bolivia, la libertad aún da cobijo a los insultos, aunque eso sí, nunca al racismo ni a otras formas de discriminación, que para ello hay una ley especial. Algo más. Si alguna manifestación pública resulta condenable, la sanción jamás podrá ser la cárcel o el escarnio público. Por eso, repito acá sin temor: libertad para Jara y para quien dice que el corona virus es un “invento del fascismo”. Las ideas solo se contrarrestan con ideas y los insultos, con más ideas. Duele, pero sana.
Atropellos como este arresto aparatoso demuestran que el gobierno transitorio no representa más al movimiento que durante 21 días incansables consiguió hacer respetar el voto popular y, más aún, la vigencia plena de la Constitución. Los 21 días de alegría contra el fraude electoral no fueron ni para proscribir al MAS ni para cercenar los derechos civiles de sus militantes.
Nuestro país necesita unas elecciones tanto como aplanar la curva ascendente de la pandemia. Ambas son las únicas plataformas posibles de reconciliación y convivencia. Urge vencer creativamente el distanciamiento social y político al mismo tiempo. Ante tales premuras, qué vergüenza da escuchar en estos días la afirmación burda de que la Presidenta del Senado carece de atribuciones para promulgar leyes. Por favor, ¿acaso no recuerdan a Hormando Vaca Díez promulgando la revolucionaria Ley de Hidrocarburos? Para frenar a Eva Copa se aduce mañosamente que como no hay un presidente del Congreso, ella estaría impedida de ejercer un contrapeso institucional. ¿Resulta entonces que la renuncia de García Linera nos ha dejado en un país en el que solo Añez puede promulgar leyes? No pues. La ausencia accidental de una persona no puede desactivar un atributo colectivo. Este ejemplo prueba nomás que los ciber patrulleros no son ni serán constructores de democracia. Con ellos al frente, vamos de regreso al autoritarismo, que tan poco se molestaron en desmontar.