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Régis y Bolivia


Rafael Archondo


El intelectual francés Régis Debray llegó por primera vez a Bolivia en abril de 1964. Según sus propias palabras, recorría sin prisa América Latina como un “turista comprometido”. “Me apasionaba el tema social, pero no iba como un estudioso”, clarificó en 1979. En efecto, deambuló por Sudamérica durante un año y medio. Cuando llegaba a un país coleccionaba contactos para poder cruzar la próxima frontera con un par de coordenadas necesarias en la mano. En Bolivia visitó las minas de Oruro y Potosí, conoció a Juan Lechín Oquendo en plena huelga de hambre, sin saber que gracias a él eludiría, en este mismo país, una sentencia de 30 años de cárcel. Su conexión directa con la Federación de Mineros provino del apremio del anarquista Líber Forti, con quien se tomaron un café en Lima. “Es absolutamente necesario que conozcan Bolivia”, les habría dicho Forti a Debray y a Elizabeth Burgos, la venezolana con quien se casaría tres años después en la cárcel de Camiri. Marcel Quezada recoge estas historias en la entrevista a su amigo francés publicada en 2017.


En el barco que tardó 15 días en devolverlo a Europa, Debray redactó un largo artículo sobre sus vivencias en América Latina. Para su fortuna o desgracia, el texto apareció el número 224 de la revista “Les Temps modernes” dirigida por Jean Paul Sastre y Simone de Beauvoir. El cineasta Claude Lanzmann le puso un título de película: “El Castrismo, la larga Marcha de América Latina”. Un ejemplar aterriza en Argelia, y ahí el venezolano Oswaldo Barreto, que funge como traductor del Che Guevara en su gira por África, se lo entrega.


“Fui a América Latina como maoísta y he vuelto castrista”, le dijo Debray a Marcel Quezada sobre su viaje. El artículo llevaría a su autor a una marcha un tanto más rocambolesca. “De esa manera me encuentro integrado a la gran conspiración”, rememora Régis. Tras participar con Elizabeth Burgos en la Conferencia Tricontinental de La Habana en enero de 1965, el francés parte en septiembre del año siguiente a Bolivia con la misión de explorar zonas de potencial implantación de una guerrilla. Como vemos, la de Debray es una incorporación relámpago a una empresa de la que estaba formalmente distante cuando recorría países con una credencial de periodista de la revista “Révolution”, financiada por el gobierno chino. En cuestión de meses, recibe la misión más delicada: averiguar dónde conviene instalar el campamento del Che.


En una entrevista realizada en España por Joaquín Soler en 1979, Debray afirma que en su tercer viaje a Bolivia, esta vez en 1967, su objetivo era “discutir, llevar y traer mensajes”. Iba como correo de La Habana. Como estafeta entró hasta el cuartel general de Ñancahuazú. “El azar jugó en nuestra contra”, diagnostica, “al Che le faltó un año, no tuvo los medios humanos ni materiales que estuvieran a su medida. Él estaba por encima de los pocos medios disponibles. Esa precipitación fue impuesta por los hechos, no tenía elección”. Ahí, Debray aún era indulgente con su jefe. En efecto, los combates se adelantaron al 23 de marzo de 1967, pero la primera refriega fue orquestada por la guerrilla. El Che quiso combatir a pesar de la improvisación reinante en sus filas.


Debray no esperaba combatir y quedó atrapado en medio de las primeras descargas. La guerrilla gasta tiempo y energías para permitir su salida. Pese a ello, el francés es apresado el 20 de abril en Muyupampa. El mayor Rubén Sánchez y el periodista Hugo Delgadillo del diario “Presencia” le salvan la vida. Debray enfrenta un juicio militar y una condena a la pena máxima. Una huelga de la COB y la determinación casi suicida del general Juan José Torres le abrieron las puertas de la prisión tres años después en dirección a Iquique, Chile. En Santiago lo esperaba Salvador Allende.


En su descargo, Debray puede decir y ha dicho que la exploración que hizo en 1966 fue impecable. Los cubanos no la tomaron en cuenta. Fidel Castro no tuvo tiempo para verla y entre diciembre y enero, el Che se decantó por la peor opción. “La Sierra Maestra era un jardín botánico al lado de Ñancahuazú”, comenta Debray.


En los hechos, el filósofo francés fue traducido, pero nunca entendido en La Habana. La puerta de entrada de Debray a Bolivia era Lechín, el movimiento minero. En el artículo sobre “la larga marcha”, señala que si en algún lugar la idea del foco guerrillero no era aceptada, era en la Bolivia de los socavones y la dinamita. Entonces no, Régis, al Che no le faltó un año para triunfar, le faltó leerte mejor y a ti, también.

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