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En 2003, ex embajador de EEUU le pidió a Mesa que renuncie a la vicepresidencia


En una entrevista concedida en 2007, David Greenlee, ex representante de Estados Unidos en La Paz, revela que le pidió a Carlos Mesa (foto) su renuncia como vicepresidente y reconoce que se equivocó al juzgar los hechos de esos días como un “golpe”.


David Greenlee, ex embajador de Estados Unidos en Bolivia entre 2003 y 2006, dio un testimonio hasta ahora inédito sobre la “Guerra del Gas” mediante una entrevista realizada el 19 de enero de 2007 en el marco de un proyecto de historia oral de la Asociación de Estudios Diplomáticos de su país.


La transcripción de dicha conversación tiene más de 200 páginas y se encuentra accesible en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Fue encontrada por Gonzalo Mendieta, abogado boliviano, quien hizo una primera traducción para el diario Página Siete de La Paz.


El hecho es importante porque el Departamento de Estado le habría prohibido a Greenlee, ahora jubilado, que declare en el juicio civil que se les sigue en 2018 a Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Sánchez Berzaín en una corte federal cerca de la ciudad de Miami.


Greenlee dijo haber tenido “una reunión difícil” con el entonces vicepresidente Carlos Mesa. Según sus propias palabras, el diplomático le habría dicho lo siguiente: “Los Estados Unidos han trabajado duro para respaldar la democracia en Bolivia. Lo que está ocurriendo en las calles no es democracia, es caos. Es lamentable que haya habido derramamiento de sangre, pero este es un gobierno constitucional. Si usted quiere liberarse del Presidente hay una vía constitucional para hacerlo. Puede pedir su enjuiciamiento”.


Cuando Greenlee se habría dado cuenta de que Mesa no iba a ser persuadido, empleó una frase audaz: “Si usted no puede respaldar a su presidente, entonces ¿por qué no renuncia?”.


Luego comentó: “Estaba diciendo algo que ciertamente no era una instrucción de mi gobierno, sin embargo era la opinión de alguna gente cercana a Goni y a mi, esa postura me hacía sentido. Pero yo era un ajeno ahí, Bolivia no era mi país, aunque me dolía mucho ver un gobierno constitucional siendo derrocado”.


Greenlee reconoce en la entrevista que su percepción de los hechos era equivocada. “Estaba errado en un asunto fundamental. Lo que estaba ganando fuerza no era un golpe de los muchos que ha vivido Bolivia en su historia, era algo más profundo y más extenso que eso, era el inicio de una nueva fase para el país. Era un momento revolucionario”.


Balas desde el convoy


En una larga entrevista realizada por el estudiante John Stuart, Greenlee afirma que lo que en su momento se consideraba como “una insurrección popular” se transformó en octubre de 2003 en una “masacre” debido a la “indisciplina” del ejército boliviano. “La escolta militar chocó con la gente que protestaba. Hubo sin duda falta de disciplina de parte de los militares. La gente fue muerta, al menos en un número de doce en ese incidente. Hubo otros incidentes antes y después y el recuento de muertos subió a 56. (…) El momento de inflexión fue el incidente del convoy de gasolina. A partir de ahí, la clase media, la prensa y parte de la Iglesia se volcaron en contra de Sánchez de Lozada”, recuerda el ex embajador en referencia al domingo 12 de octubre de 2003. Cinco días después, Goni presentaba su renuncia ante el Congreso para dar paso a la sucesión constitucional.


Greenlee relata que cuando ocurrieron los hechos sangrientos de ese día, tuvo que cancelar la idea de iniciar unas vacaciones con su familia. Se encontraba en ese momento en París, acompañando al gobierno boliviano a una reunión con los organismos multilaterales de crédito. Tomó de inmediato un vuelo hacia Sao Paulo y de ahí otro a Santa Cruz. Una vez allí, no consiguió una conexión hacia La Paz debido a la convulsión social que se vivía en esa ciudad. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos dispuso entonces para él el avión C-130 que usaba la agencia anti drogas. Un helicóptero lo trasladó más tarde hasta un sitio cercano a la embajada, situada en la avenida Arce de la sede de gobierno. El ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, lo estaba esperando. “Estaba claramente preocupado”, rememora Greenlee.


La responsabilidad de la masacre es atribuida constantemente a la indisciplina militar. Greenlee dijo más adelante en la entrevista: “En cada evento, las tropas no estaban disciplinadas. Su sobre-reacción ante la ola inicial de protestas jugó a favor de la oposición”.


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