El saldo
Ahora que nos disponemos a conmemorar el primer aniversario del único referéndum que intentó modificar la Constitución, las aguas parecen quedar más calmas dejando ver el fondo de las controversias. En sus documentales, Andrés Salari y Carlos Valverde trataron de mostrar los dos lados de la moneda de lo que fue aquella agresiva campaña electoral. ¿Cuál resulta más convincente?
Tras observar ambas piezas audiovisuales, me animo a exponer acá nueve verdades provisionales sobre el bullado caso Zapata, el escenario de combate de las huestes que acudieron a la cita del 21 de febrero del año pasado. Juzgue usted si son dignas de ser compartidas:
A pesar de tantos esfuerzos por demostrarlo, no hay aún prueba material de tráfico de influencias por parte de Evo Morales para favorecer a la empresa china CAMC. Entre 2009 y 2015 el Estado firmó cinco contratos con ella. Zapata aparece públicamente solo en el último año como su ejecutiva comercial y lo hace en medio de los aprietos para cumplir con sus compromisos. No existe evidencia de que su reclutamiento en CAMC haya mejorado las conexiones de ésta con el Palacio o los ministerios involucrados.
Tampoco está probada la existencia de un “cártel de la mentira”, es decir, un consorcio de cuatro medios de comunicación organizado para transformar en verdad pública todo lo que afectara la imagen presidencial a raíz de este caso. Quien así lo sostiene, ha sido incapaz de mostrar coordinación alguna entre dichos medios.
Antes de su detención el 26 de febrero, e incluso desde la cárcel, Zapata demostró poseer un enorme poder sobre las autoridades, que primero salieron en su defensa e intentaron organizarle una conferencia de prensa. Luego la fueron transformando en una impostora hasta que llegaron sus retractaciones. Los primeros en creerle fueron el Presidente y los ministros, lo cual prueba el rol destacado que jugó en los círculos de poder entre 2005 y 2015.
Es evidente que la empresa china contrató a Zapata, porque esperaba que ella usara sus palancas a favor de sus negocios. En tal sentido, el intento por establecer un tráfico de influencias partió de CAMC. Por eso la exhibieron en la portada de una separata. De haber tenido el acceso directo al núcleo de decisiones, les bastaba con susurrar el nombre de Zapata en los pasillos.
Como ha probado Valverde, el gobierno jamás logró usar un libreto unificado para formular sus reacciones. Los portavoces oficiales fueron cambiando su versión en varias ocasiones y solo cuando constataron que Zapata no era capaz de presentar al niño, cerraron el telón.
La denuncia que detona el escándalo se publica el 3 de febrero, apenas 18 días antes del referéndum. Cuando el Presidente reconoce su relación con ella y señala que el niño murió, el asunto casi desaparece del debate público y solo se reactiva tras la consulta ¿Cuánto daño real pudo haber causado el escándalo en el ánimo de unos electores que solo lo conocían hace escasas dos semanas?El No ganó sin esa ayuda.
No hubo injerencia internacional en este asunto y los únicos extranjeros involucrados fueron los chinos. Se intentó usar a CNN para que mostrara a un niño alquilado, pero ésta no mordió el anzuelo.
La oposición dedujo que impulsando el caso podía desportillar irreversiblemente la imagen del gobierno. Cayó en una trampa. Como ya le sucedió con el caso Rosza, se acercó al fuego y salió chamuscada.
Nadie ha aclarado hasta ahora si el niño murió o ni siquiera nació. Valverde tiene razón cuando subraya que en caso de no haber nacido, ¿cómo es que ambos padres lo reconocieron? Peor aún, como es eso de que murió y no hay registro oficial de su muerte. Acá la irresponsabilidad paterna llega a extremos inverosímiles.