Europa sin los ingleses
Europa no será la misma sin los ingleses, aunque tampoco será muy distinta de la que ha sido hasta ahora con ellos. Y sí, digo ingleses, no británicos, porque esta primera fractura parece conducir a las siguientes. En el último referéndum, disintiendo de Inglaterra, Irlanda del Norte y Escocia optaron por permanecer dentro de la Unión Europea, y aunque otros países europeos no aceptan que el Reino Unido pase a ser “desunido” por este incidente electoral, ambas naciones de Gran Bretaña tienen ahora un fuerte incentivo para buscar su independencia a fin de adherirse, otra vez, pero ya por su cuenta, al proyecto continental. De ese modo, perder uno significaría ganar dos.
Tampoco sería raro que Irlanda se reunifique como nación e isla bajo la bandera azul con estrellas doradas. Como vemos, el llamado Brexit es el mayor terremoto limítrofe desde la Segunda Guerra Mundial y el conflicto de los Balcanes.
Que Europa siga siendo atractiva para dos importantes integrantes del Reino Unido e incluso para los habitantes de Londres, no es poca cosa. Y es que aunque el proyecto multinacional vive hoy el peor momento de su existencia, sigue siendo el objeto de deseo de muchos pueblos, entre otros, la lejana Ucrania o lo que queda de la antigua Yugoslavia.
Los enemigos de Europa fueron y son los nacionalismos domésticos, que no han podido ser abatidos en tantas décadas de profundizada convivencia. Los enemigos de Europa son los ultra derechistas del Frente Nacional en Francia y todas las maromas neo fascistas de Austria, Holanda o Dinamarca, pero también Putin en Moscú o los militantes del Estado Islámico en Siria, Irak y Libia. Esta extensa coalición conservadora seguirá luchando por mermarle estrellas a la Unión Europea, porque sabe que es el eslabón más débil del orden mundial construido tras la caída del Berlín hitleriano en 1945.
Pero, ¿qué les fastidia tanto? La Unión Europea ha logrado 70 años de paz y prosperidad en un territorio que fue el mayor productor de muertos por bombardeos y fusilamientos del planeta. Ese esfuerzo ha aportado la derrota consecutiva del fascismo y el comunismo, y la apertura del periodo democrático más largo del que se tenga memoria en el mundo occidental. Del mismo modo, ha patentado con éxito un esquema de protección social que todos intentan imitar, incluidos los Estados Unidos. Europa ha sido además el puesto de vanguardia de la lucha por los derechos humanos, ambientales y civiles, gracias a lo cual se continúa debatiendo con fuerza cómo enfrentar males generalizados como el cambio climático, la homofobia y la intolerancia religiosa. Europa es obra del socialismo democrático, de los sindicatos y las universidades, de lo más cosmopolita y moderno emergente tras salir de los hondos baches dictatoriales. Europa es una conquista de la Humanidad y su retroceso o envilecimiento solo puede ser un revés para quienes aprendimos que la historia no está para ser repetida, sino remodelada.
Con la salida de los ingleses, abandonan la sala común los escépticos de tradición, aquellos que sabotearon cada una de las grandes decisiones. Por eso es probable que ahora sea más fácil que se profundicen y aceleren los consensos, se fortalezcan los lazos y se consolide la hermandad plurinacional más diversa del planeta. Así sea.