¿Plena libertad de expresión?: ¿cuándo?
Le correspondió a Carlos Mesa tender un inesperado anzuelo para el debate en las redes sociales. En un programa de radio “Compañera”, nuestro ex Presidente planteó una hipótesis tan arriesgada como atractiva: en Bolivia hubo plena libertad de expresión en el periodo 1982-2006. En otras palabras, la llegada de Evo Morales al poder habría deprimido la situación del periodismo y la capacidad de disentir con las autoridades. Así de directo y concreto.
Pero claro, como Mesa es el hombre riguroso que conocemos, no escapó de su memoria que en esa etapa elogiada, también hubo quebrantos. Él citó dos: la clausura casi por un año del sistema de Radio y Televisión Popular (RTP) entre 1988 y 1989 y las agresiones estatales contra el semanario “Aquí”, dirigido en ese entonces por Antonio Peredo Leigue, quien después sería candidato a la vicepresidencia por el Movimiento al Socialismo (MAS) en 2002. Aquellas serían las dos excepciones que confirmarían la regla.
¿Fuimos más libres durante la llamada etapa neoliberal?
Una vez expuesta la visión de Mesa y colocada en el Facebook, se dispararon 33 comentarios diversos, la mayoría escritos por colegas periodistas. El balance es claro y matiza poderosamente lo afirmado por nuestro ex primer mandatario. Aunque el Estado previo a Evo era mucho débil en recursos y capacidad de irradiación, queda claro que los partidos denominados “tradicionales”, ejercieron presiones sobre los informadores a fin de acallar a las ideas discordantes.
Así, Juan Carlos Marañón y Andrés Gómez Vela recordaron que Sánchez Berzaín logró que los despidieran de sus fuentes de trabajo (Unitel y Presencia) porque les resultaban incómodos. Transcurría el segundo gobierno de Goni, el breve. Arturo Choque recordó la intervención de una radio cocalera y las presiones para cambiar jefaturas informativas durante el gobierno de Tuto Quiroga. Rubén Atahuichi, más preciso, denunció que una separata completa del diario “La Prensa” sobre la renuncia de Goni fue sorpresivamente archivada y no vio la luz de los quioscos tras haber alterado las sensibilidades de los ejecutivos de ese medio. Mónica Mendoza y Carlos Soria Galvarro precisaron lo ocurrido con el semanario Aquí en 1988. En junio de ese año, dicho impreso, fundado por Luis Espinal, criticó el pago de sobre sueldos a las más altas autoridades nacionales a manos de organismos multilaterales de crédito. Por ejercer protesta contra ese soborno, el director, Antonio Peredo, permaneció un mes en la cárcel de San Pedro, Soria fue arrestado por dos semanas y una docena de colaboradores del periódico durmieron una noche en las celdas de Criminalística. Omar Ruy Suárez repuso en la memoria las presiones vividas por el Centro de Documentación e Información (Cedoin) cuando publicó una revista sobre el Plan Cóndor durante el segundo gobierno de Banzer. Lo sabemos, el General odiaba que se le recordara su pasado autoritario.
De modo que no, libertad plena de expresión es lo que menos hubo en ese tiempo.
Anoticiado del intercambio de malos recuerdos, Carlos Mesa escribió: “Lo que está fuera de debate, en mi opinión, es que el periodo democrático anterior a 2006 fue de mayor libertad de expresión que el de 2006 a hoy, sin que esto quiera decir que fue perfecto. Se cometieron abusos, sí, pero el margen de libertad de los medios era mayor”. En un párrafo siguiente, complementó con una nota íntima: “En lo personal puedo certificar que en mi periodo de gobierno la libertad de expresión fue total e irrestricta”.
Luis Eduardo Siles, ex parlamentario del MNR, dijo también lo suyo: “Hoy no hay ni cierres de medios ni golpes de estado militares, pero sí mecanismos mucho más sofisticados e insidiosos de ejecutar golpes de estado permanentes y de acorralar a la libertad de expresión. Estos métodos resultan mucho peores que los anteriores por que bajo una apariencia inofensiva corroen principios y libertades desnaturalizando tanto la democracia como la libertad de expresión”.
Hasta ahí el desarrollo de este debate, prueba de que internet es la plataforma ideal para impulsar “inteligencia social”, es decir, un intercambio dinámico y equilibrado, donde cada constructor de sentido aporta al tejido de las nuevas verdades colectivas.
En lo personal, creo que Siles y Mesa aciertan en una idea: si bien la libertad de expresión sufrió un asedio durante el periodo previo a la llegada del MAS al poder, éste ha desarrollado formas menos ostentosas, pero también efectivas para expandir el miedo al disenso. Hoy, usar el derecho al pluralismo es una apuesta arriesgada para cualquiera al que le indigne en la misma medida, el tráfico de influencias y la evasión tributaria en paraísos fiscales del Caribe.