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Ciencia ficción: cómo imaginaron los jóvenes del 2000 el futuro que ya es hoy


Me ha tocado en suerte leer decenas de cuentos de ciencia ficción; todos ellos, textos concursantes, necesitados de premios y aplausos, forjados en las horas que los chicos y chicas de este país apurado tienen que robarle al día. Sus autores tenían entre 17 y 22 años en el año 2000. El PNUD les pidió que se imaginaran a la Bolivia del futuro, que pusieran en historias sus anhelos y temores; sus turbaciones y desafíos. Así lo hicieron y apilaron 250 narraciones.


El jurado eligió tres para la fama, y le agregó ocho, que completan las once historias publicables. En el camino quedaron cientos de hojas escritas con sacrificio, quizás, rabia, esperanza o hasta desidia. Todo esto en un país que escribe poco, al menos sobre el papel. Queríamos saber con ello cuáles eran las aspiraciones de estos ciudadanos del futuro inminente. Nos salimos con la nuestra y éste es el resultado.


Dime lo que escribes y te diré...


Su nombre fue “Concurso Juvenil de Cuento de Ciencia Ficción” y lo hacíamos rodar justo cuando el año 2000 ya había terminado de convencer a todos de que cambiábamos de milenio, siglo y año; todo en un solo envión privilegiado. Flotaba entonces en el ambiente, un triple deseo de evaluar, soñar, especular sobre lo venidero, saldar cuentas o regenerarse. El futuro se postuló como la palabra predilecta del momento.


La breve y directa convocatoria iba al encuentro de los dos últimos años de la secundaria o de los primeros semestres de la universidad; se hacía atractiva durante varias semanas de difusión entre los jóvenes más prometedores y esperanzados, aquellos que habiendo logrado saltar los principales obstáculos de la carrera escolar, aún guardaban intactas sus metas profesionales. Ni muy niños ni tan maduros, adolescentes pues. Les augurábamos un puntapié inicial como escritores, narradores de ciencia ficción. Los mejores once cuentos iban hacia su publicación bajo el sello Alfaguara, tal era la promesa irresistible.


Con la estratégica complicidad del periódico La Razón, la salida pública y reiterada de la convocatoria hizo su trabajo estupendamente. El día de conclusión del plazo de entrega, 250 cuentos se ponían en la línea de partida. Lo hacían junto a un primer dilema: ¿dónde hallábamos un jurado con la paciencia suficiente para leer más de dos centenares de cuentos? La solución pasaba por conformar un grupo grande, capaz de distribuirse la faena. La gentileza de juzgar provino de Edmundo Paz Soldán (desde Estados Unidos), Virginia Ayllón, Fernando Molina, Leonardo Bacarreza, Juan González, Fernando Calderón, Inés Alurralde, Isabel Mesa, Liliana Carrillo y María Soledad Quiroga. Un equipo de lujo.


Tras dos sesiones intensas de discusión, el jurado dio su veredicto. Los cuatro ganadores fueron, en ese orden:


Greg Mercado de Cochabamba

Nayra Corzón Cortez de La Paz

Pablo Gallegos de La Paz

Domny Mendoza de Santa Cruz


Después, ante la certeza de poder publicar un libro con las mejores historias, se escogieron ocho autores más: Julio Galindo y César Navia de Cochabamba, Christian Villamor Carrasco, Adrián Guachalla, Valeria Reinheimer, Samuel Gerardo Vargas Villarroel y Denise Arancibia de La Paz.

Este proceso concluyó con la entrega de premios y la publicación del esperado libro de cuentos. Sin embargo, hasta aquí quedaba pendiente aquel trabajo que era de mayor interés para los impulsores principales del concurso, es decir, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).


Resulta que esas decenas de cuentos (1.750 páginas) son para nosotros hoy un valioso tesoro para explorar en la mentalidad de una nueva generación en el país. No se trata de los resultados de una encuesta, con toda su carga de sesgos o respuestas inducidas, sino que, a lo mejor, a la larga, esta documentación se estabilice como una fértil herramienta de investigación social. Quizás sin proponérselo, los 250 participantes de nuestro concurso armaron juntos un retrato narrado de las maneras de pensar sobre esta su época y su circunstancia. Si a ello sumamos que fueron invitados a contar bajo los cánones de la ciencia ficción, coincidiremos en que en cada relato está encerrada una conjetura sobre el futuro, un pálpito acerca de lo que se avecina, una aspiración abierta o encubierta, la superación creativa de una frustración presente.


Nos animamos a pensar que a través de sus historias se podía conocer a los autores, pero también a los jóvenes que ellos representan de alguna forma indirecta. Por eso las recorrimos todas, ganadoras o descartadas, bien o mal escritas, ingenuas o trascendentes. Con esas piezas construimos el siguiente inventario de ideas, proyectos y temores. Sí, le atribuimos todo a esos chicos y chicas del país que ahora pasan del colegio a la universidad y que en un par de décadas más, tomarán el mando del país. Ellos sabrán perdonar semejante atrevimiento.


La muestra usada para este análisis está compuesta por 72 cuentos (casi el 30 por ciento del total), todos ellos enviados al concurso del PNUD y seleccionados como semi finalistas por el jurado. A ello se sumó, aunque sólo de manera colateral, un grupo de 21 textos gentilmente cedidos por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), que un año antes organizó un certamen similar, pero de crónicas, entrevistas y noticias periodísticas de ciencia ficción. Un primer análisis de este material más antiguo confirma todas las tendencias señaladas en este análisis.


En el camino, nunca confundimos los cuentos con diagnósticos precisos de la realidad o con proyectos de construcción política. No les exigimos que nos reflejen en ningún instante la realidad ni que se conviertan en declaraciones de principios de una generación. Sabemos que como todo abordaje simbólico, las narraciones en nuestras manos son construcciones parciales, traviesas y algo arbitrarias de la vida social. Nuestro análisis tiene las mismas características, lo cual no devalúa en nada su utilidad. Tenemos ante nuestros ojos una mirada particular de Bolivia, establecida desde su ángulo estudiantil y juvenil, un fragmento de su población letrada. Otros lenguajes, distintos formatos, quizás no escritos, nos podrán dar cuenta de otros segmentos sociales de la Bolivia diversa y compleja que habitamos.


Los cuentos y sus clasificaciones


La generación de la que hablamos tiene el ánimo dividido:


Por un lado, impera en ella un fatalismo apocalíptico muy propio de la mentalidad boliviana, la cual podría resumirse en la frase: “No somos nadie”.

Por otro lado, muestra un optimismo mesiánico, de salvación, que transforma la oración anterior así: “Seremos todo”.


Nuestros jóvenes escritores cuelgan de un péndulo acelerado. Ora piensan que el país está condenado a disolverse, ya sea por su propia incompetencia o dado el poder desmesurado de las demás naciones, ora especulan sobre una monumental y vertiginosa transformación de Bolivia en una superpotencia mundial. O todo o nada.


En uno de los 250 cuentos, por ejemplo, lo boliviano ha sido borrado de la cartografía planetaria y sólo se divisa en su reemplazo a un pelotón de esclavos al servicio de algún centro imperial; mientras en otro, el país ha superado en apenas dos décadas el bienestar de Estados Unidos y se apresta a conducir el destino de los demás terrícolas.


Ningún autor examina situaciones intermedias, momentos de transición o nuevas salidas que no consistan en sustituir a un amo por otro, o sucumbir para siempre. En el imaginario de estos jóvenes escritores, los países se hacen poderosos y viables de una única manera: industrializándose y, después, si se dan las oportunidades, sometiendo a los demás a su dominio económico y militar.


Pese a esta admirable unanimidad, que proporciona la sensación de que muchos de los cuentos están escritos por los mismos dedos, cada una de las visiones, sea ésta fatalista o la mesiánica, se deja ordenar en una nueva clasificación que permite registrar matices interesantes. Veamos estas versiones de manera sistemática.


a) Las narraciones fatalistas


Aquí el pesimismo campea y es el motor dominante de la mayor parte de las acciones. Estos jóvenes, ahora mucho más expuestos que los de antes a las realidades externas a Bolivia, se muestran dolidos por el visible atraso de su lugar de origen. De aquella sensación, pasan con rapidez a la resignación o a la rabia más sublevada. El desencanto o la impotencia son otros sentimientos colaterales.

Entre los cuentos fatalistas, los encontramos de las siguientes clases:


Desastres eco globales:

Se trata de narraciones en las que la naturaleza ha sido devastada, por lo general, a causa de la acción humana supuestamente civilizadora. Es el fin del aire puro, de la capa de ozono, de los bosques o del agua limpia en todo el planeta. La conclusión es siempre la misma: la ambición de los seres humanos los ha llevado a su propia destrucción, a quemar su morada. El reproche ecológico ya no va dirigido a los bolivianos, sino a la especie humana.


Privación de la soberanía:

Son cuentos en los que Bolivia es transformada en una colonia o sencillamente desaparece como entidad soberana. En el primer caso, el hecho es atribuible a la intervención de una potencia extranjera, es decir, uno o varios países confederados, o incluso un ejército extraterrestre que esclaviza a la humanidad. Algunas narraciones retratan un proceso de liberación de los opresores, donde, invariablemente, uno o varios bolivianos resultan siendo los principales héroes de la causa justa.


Situación de estancamiento:

Es tan trágico el diagnóstico reiterativo de la situación del país, que la sola idea de que ésta se mantenga durante un tiempo más ya es un desenlace lamentable. En estos cuentos, sus autores comprueban aterrados que la corrupción, la pobreza, el atraso tecnológico, la tristeza, la deuda externa, la falta de acceso soberano al mar y la entrega de los recursos naturales a empresas extranjeras continúan formando parte del cuadro dominante de Bolivia.

En general, esta situación de estancamiento está dominada por el ejercicio de una soberanía aparente, por la que los dirigentes del país se empeñan en derrochar la riqueza nacional y en beneficiarse a sí mismos de su situación privilegiada al mando del gobierno.


b) Las narraciones mesiánicas


En este grupo nos encontramos ante soluciones mágicas, casi religiosas. La descripción de un país lleno de tantas fatalidades parece a momentos tan increíble que las salidas también se tornan inverosímiles. Nuestros jóvenes escritores apuestan a un milagro para sacar a Bolivia del atraso, y la fuerza de ese cambio llega con una contundencia tal que, de haber corrido el riesgo de desaparecer como nación, el país se convierte en la primera potencia mundial.

Las causas que desencadenan ese prodigio no pasan nunca de ser dos o tres. Acá son usuales los desenlaces simples, por los que el cambio de uno de los factores del subdesarrollo, catapulta a Bolivia a encabezar la lista de las principales naciones industriales. Es un vuelco completo de la situación, una redención total, de estilo mesiánico, muy cercano a la Biblia y a los padecimientos del pueblo hebreo.


Entre las historias de salvación del país, encontramos los siguientes tipos de cuentos:


La Redención natural:

En estos casos, el milagro viene prácticamente del cielo. El país se convierte en una potencia industrial, por ejemplo, porque la agricultura de los demás países es devastada, y éstos se convierten en dependientes de los recursos cultivados en tierras bolivianas; o porque en esta misma tierra se descubre un nuevo o conocido mineral, indispensable para las industrias del hemisferio norte. En consonancia con las visiones ecologistas que impregnan las narraciones fatalistas eco globales, ya mencionadas, en estos casos se escribe mucho sobre la biodiversidad de Bolivia y las maneras en que podría ser aprovechada en un mundo que se precipita en la destrucción del medio ambiente. De alguna manera, muchos jóvenes escritores sienten que la falta de industrias en el país le ha generado una ventaja impensada: el haberse convertido en una especie de reserva ecológica del y para el planeta. En algunos casos, los atributos naturales de Bolivia son equiparados con los valores éticos y familiares que excepcionalmente se habrían preservado acá y que se oponen nítidamente al materialismo, atribuido como rasgo de las naciones industrializadas.


Así, el país sería también una reserva moral del planeta y allí también residiría su gran riqueza. En estos cuentos no es raro observar el enfrentamiento entre los valores individualistas, competitivos y lucrativos de las naciones ricas con la supervivencia de la solidaridad y el amor al prójimo que serían rasgos típicamente bolivianos.


La Redención política:

Un gran porcentaje de los relatos asienta la solución de los problemas nacionales en la figura, el carisma y las cualidades de un único dirigente político. No hemos encontrado ninguno en que por ejemplo se haga mención a un grupo o un movimiento.

Siempre es un caudillo. De manera increíblemente homogénea, todos los que plantean esta salida lo describen como un hombre honesto, de origen humilde, que triunfa gracias a su esfuerzo propio y que al llegar a la Presidencia de la República, instala un nuevo orden que termina, de una vez y para siempre, con la corrupción, la injusticia o las desigualdades. Es algo así como un mesías venido desde las bases, que al principio se enfrenta con fiereza con los poderes establecidos, que reaccionan airados ante su presencia. En muchos casos, este ser extraordinario, tan esperado por los ciudadanos, es el mismo autor del cuento. En la mayoría, además, el líder, encumbrado en el poder sobre un amplio respaldo popular, asume de inmediato actitudes autoritarias contra los líderes políticos convencionales, que son los constantes villanos de todas las historias. Por la forma en que es descrito, se trata de un vengador, designado por la sociedad para castigar al sistema de poder, al que se considera como la causa de los males colectivos. Otro de sus rasgos es el nacionalismo, porque suele derivar en la devolución de los recursos naturales al control del Estado o del pueblo.


La Redención tecnológica:

En este caso, la salvación nacional viene de la mano de las máquinas. En varios cuentos, por una razón misteriosa, el país se pone de inmediato al nivel de las naciones industrializadas gracias a la adopción de patrones tecnológicos de vanguardia. Autos voladores, rascacielos, cabinas de transportación, naves espaciales o teléfonos con pantalla; todo ha sido incorporado a la vida cotidiana de los bolivianos y la celebración fascinante por haber superado el atraso llena páginas y páginas de entusiastas descripciones. Otra idea reiterada en varias historias da cuenta del aporte individual y extraordinario de algún científico boliviano, cuyo hallazgo saca al país de la miseria. Un autor se imagina que éste descubre, por ejemplo, la vacuna contra el sida, lo que convierte a los demás países en dependientes farmacológicos de Bolivia.


La Redención marítima:

Con una frecuencia inusitada, muchos cuentos sitúan a Chile como el principal escollo para el despegue del país. En ese sentido, la recuperación del acceso soberano al mar termina siendo la meta suprema del país y la llave para la prosperidad futura.

Es interesante comprobar que en ningún caso se plantea como método una guerra de reconquista, sino siempre una enérgica advertencia de los demás países que consigue que Chile devuelva los puertos voluntariamente. Son los resortes de la solidaridad los que hacen que nuestro vecino deseche sus intereses y reponga los daños. En varios relatos se destaca el carácter pacífico de Bolivia y la viabilidad de una solución negociada a su mediterraneidad. Se habla de una presunta superioridad moral del reclamo boliviano, que no puede recurrir a los métodos irracionales y violentos de su adversario transandino. Varias páginas sirven para recrear el júbilo imaginado tras esta victoria diplomática, que generalmente va acompañada por el liderazgo político

extraordinario ya mencionado antes.


Los cuentos y sus formas de comunicar


Hasta aquí hemos establecido una clasificación. Nos corresponde ahora bucear en la prosa de estos jóvenes escritores a fin de comprender sus ideas en acción y sin grandes intermediaciones. Recuperando la clasificación explicada antes, introducimos ejemplos de cómo se encararon los temas en cuestión.


a) Las narraciones fatalistas


Desastres eco globales:

La conciencia ecológica es un valor generalizado para esta nueva generación. La destrucción del entorno natural global es moneda corriente en varios cuentos, incluso cuando no parece existir una relación directa con los temas centrales que avivan las narraciones. Uno de los concursantes hace un repaso de los símbolos nacionales, 200 años después de fundada la República, y encuentra que la flor de la kantuta se ha extinguido y que el verde de la bandera pronto desaparecería al no poder simbolizar más los recursos forestales. Otra historia habla del sentido de previsión del presidente Banzer, quien envía a una niña al futuro para que le entregue al primer mandatario boliviano de ese tiempo una lista de todos los recursos naturales del país y los consejos para recuperarlos en caso de que se hayan agotado. Con la ayuda de un extraterrestre amistoso, el jefe de Estado destinatario comprende lo que puede pasarle al planeta si no conserva sus fuentes de vida y con ello la heroína regresa a su tiempo con la satisfacción de la misión cumplida.


En general, estos cuentos tienen como telón de fondo una visión fatalista del ser humano como especie. Por eso, uno de los concursantes escribe con pesimismo: “El hombre es creador de su propia destrucción y su ambición no tiene límites, hace mal uso de sus recursos y los explota, dicen que antes todo fue muy hermoso, que hasta teníamos árboles (...) me es difícil creerlo, porque no puede ser que haya ocurrido un cambio tan repentino, aunque del hombre se puede esperar todo, hasta lo peor”. En otra narración, el desaliento por la condición humana es más elocuente: “El hombre se ha convertido en un cazador de su propia especie, tal vez porque no le quedaba otro ser viviente para ser exterminado”. Otro les describe así a sus secuestradores, unos extraterrestres, lo que es su especie: “Los seres humanos somos conflictivos, tenemos un sinfín de errores (...) somos capaces de muchos logros y triunfos, pero también podemos convertirnos en bestias salvajes, podemos ayudar mucho, pero antes tenemos que aprender a tolerar”.


En ninguna historia encontramos una mirada benigna con respecto al ser humano. Siempre se destaca su racionalidad imperfecta y la persistencia de un ciclo por el cual, los logros alcanzados se tornan en fracasos inesperados. Se habla de una criatura incierta, vacilante, con las mismas potencialidades para hacer el mal o el bien. Sin embargo, ese espacio de indeterminación es la base de las esperanzas constantes en que en algún momento podrá corregirse el mal rumbo tomado.


Privación de la soberanía:

Quizás porque también son frecuentes en el género de ciencia ficción, se repiten en los cuentos analizados las legiones de extraterrestres que invaden la Tierra ya sea para civilizar a los seres humanos o para esclavizarlos. Uno de los relatos construye un desenlace apocalíptico cuando un ejército de mutantes se adueña del planeta. Bolivia, como las demás naciones, comparte el yugo. En ese momento brota una “Nueva Alianza Humana” con el fin de organizar la resistencia al invasor. Una pareja de bolivianos participa en esas labores, pero ya desaparecieron las distinciones nacionales y todos son iguales ante el enemigo común. En este caso, la identidad nacional se diluye en una agregación más ventajosa donde ser boliviano hace parte de un sentido universal. El heroísmo de la citada pareja la consolida como ciudadana del planeta, en plena igualdad de derechos. Así la soberanía nacional perdida es reemplazada por otra de rasgos globales que no reproduce vacíos ni angustias.


Una narración parecida, y llena de acción, describe la crueldad de los Miogs, seres extraplanetarios que, al verse alcanzados por las naves espaciales de la Tierra, invaden el mundo y someten a la raza humana. Un grupo de bolivianos se esconde en las cuevas del Valle de la Luna, muy cerca de La Paz, y planifica una guerrilla de resistencia al poder opresor. Los líderes rebeldes son Re, Mallku, Evro, y Cristhelle.


Los Miogs enemigos tienen la apariencia de un oso y una avispa al mismo tiempo, poseen alas, un cuerpo peludo y su estatura es de tres metros. Al final, no son ningún obstáculo serio para estos bien preparados 130 guerrilleros bolivianos. La guerra termina expandiéndose por todo el globo y en la batalla final, 100 millones de humanos libran dura refriega con 200 millones de Miogs. El Mallku muere heroicamente en el campo de lucha, Evro y Cristhelle culminan la tarea y unen sus vidas en matrimonio.


Sin embargo, en los cuentos que asumen este punto de vista, la pérdida de la soberanía boliviana tiene más relación con los poderes imperiales terrenales que con los estelares. Un relato llama al enemigo externo “Confederación Estado Unidense” (CEU), otro se refiere a la “United American States League” (UASL), una alianza de Estados Unidos con las potencias latinoamericanas para disolver y repartirse a los países débiles como Bolivia. Sea cual sea el nombre del poder colonizador, el país víctima se transforma en un campo de concentración, una legión de esclavos o un centro de experimentación científica. “Los bolivianos somos la gente pobre, sólo somos conejillos de Indias para los ambiciosos estado unidenses”, constata una escritora absorbida por su relato.

En otro relato, un millonario repugnante subasta todas las riquezas del país, desde el Salar de Uyuni hasta los bosques tropicales. La moraleja final asegura que la gente es más importante que el mercado.


En otra narración, su autora afirma desalentada: “Bolivia ya no existía, era tan sólo una colonia más”. Más adelante, la protagonista del cuento advierte que está en su poder una información altamente subversiva: “Hoy es 6 de agosto, aniversario de Bolivia, y el que tú sepas esto atenta contra ellos y sus intereses”. El mero hecho de conocer que alguna vez ese pueblo esclavizado fue soberano ya es motivo de persecución; la muchacha debe huir para alcanzar su libertad, derecho que no puede compartir con la nación oprimida.


Un ejemplo excepcional por su contenido es un cuento llegado desde el Chapare. En él se pone énfasis no sólo en la pérdida de soberanía, sino, sobre todo, en la erosión de la identidad propia: “Vi cómo Bolivia había progresado tecnológicamente (...) La Puerta del Sol había desaparecido y en su lugar estaba una fábrica de textiles (...) Mi querido Chapare ya no era el mismo que yo conocí (...) el campesino había cambiado las abarcas por un pedazo de cuero llamado zapato, la sagrada hoja de coca había desaparecido. Vi también una cholita que dejó las trenzas por un buen peinado, que el lindo lenguaje aymara, quechua, ya no existía”. Más adelante, la joven lamenta que los pueblos se parezcan a “las películas de ciencia ficción”. Es curioso comprobar que, para esta escritora chapareña, la ofensiva de los países poderosos para destruir la cultura indígena o boliviana tiene su origen en la envidia. Ella siente que el país es rico y, por eso mismo, envidiable. A diferencia de los demás autores, mira los cambios modernizadores como factorías de pobreza cultural.


Un cuento similar que al principio observa muchos avances técnicos, hace la siguiente evaluación: “A pesar de que muchos aspectos habían mejorado, lo esencial, lo que significa la cultura de Bolivia, había quedado perdida”.


El racismo es abordado por otro de los relatos, y también aparece como sinónimo de pobreza cultural. Eusebio Choque, el compañero de universidad del narrador, logra ocupar la Presidencia de la República, pero lo hace con un nuevo nombre, Lancelote Crusoe. “Decidió cambiarse a uno más popular”, justifica el autor. Madura entonces la envidia, porque cuando ambos eran estudiantes, el narrador “intentaba ignorarlo en lo posible, pero tampoco desaprovechaba cualquier oportunidad de burlarse de su humilde apariencia o de sus faltas de ortografía”. Cuando el envidioso relator se entera de que Eusebio es mejor alumno que él, decide vengarse. La ocasión llega cuando el conspirador obtiene el cargo de asistente del presidente y lo traiciona. De esa forma queda convertido en un anti héroe.


Situación de estancamiento:

La desolación que produce la idea de que Bolivia siga como está hoy se muestra de distintas maneras entre nuestros cuentistas. Uno de ellos habla de “una ruleta infernal”, “un ciclo que se repite y nunca acaba” en un país con “un gobierno que nunca gobernó y un Estado que nunca existió”. Una joven se confiesa “dolida” al comprobar, tras descender del auto del futuro que la había


b) Las narraciones mesiánicas


La Redención natural:

En estos casos, como ya se dijo, la naturaleza o la fortuna obran a favor de la atrasada Bolivia. El más divertido es el de un pulpo gigante que “medía diez metros” y se convierte en el salvador oportuno de la nación al derrocar de manera fulminante a un mal presidente, que terminaría sus días en un merecido exilio sobre el planeta Marte. Horas más tarde, un destacamento de robots se encargaría de reparar los daños provocados por el satisfecho animal que regresa al mar después de cumplir tan importante misión política y revolucionaria.


Otra situación es la planteada por una historia concursante en la que la crisis del medio ambiente es tan profunda en el mundo, que todos los países deciden invertir mucho dinero en los países con altos potenciales agrícolas. Esa resulta siendo la única manera de combatir el hambre en el mundo. Bolivia, uno de los territorios más ricos en biodiversidad del globo, aprovecha el momento y se transforma en un emporio para los nuevos cultivos. Una de las mayores señales de progreso es también el incremento de su diversidad cultural. Dice el autor: “Negros, blancos o asiáticos” viven en el país, “porque encontraron en Bolivia aquello que les faltaba en sus vidas”.


La Redención política:

En estas narraciones, la salvación de Bolivia aparece siempre en las manos de un individuo virtuoso. A veces es el mismo autor del cuento, a veces una tercera persona. Por ejemplo, un narrador que, ya jurado como Presidente de la República, constata que Bolivia “estaba herida de muerte” y que “la maraña de corrupción y la mentira se había apoderado de cada minúsculo pensamiento”. Asistido por una fuerza enigmática, el nuevo mandatario nombra un gabinete con personas que no tienen “nada que ver con un partido político”, gestiona con Inglaterra la devolución del acceso marítimo para el país, ordena el descubrimiento de yacimientos minerales y petrolíferos, concluye la condonación de la deuda externa y transforma al país de tal manera que “las personas comenzaron a migrar esta vez hacia Bolivia”. Celoso de la prosperidad obtenida, el Presidente ordena, sin embargo, vigilar severamente las fronteras e impedir la llegada de extranjeros.


El personaje principal de otra joven cuentista se entera en un viaja al futuro de que Bolivia está tan cambiada, porque “un hombre que luchó mucho por la justicia, que era de origen humilde, pero que había desencadenado un movimiento de masas, logró lo que ninguna persona, pues llevó a Bolivia a ser uno de los países más ricos del mundo”.


Este Presidente excepcional, en el que se depositan todas las virtudes, es, en varios casos, un instrumento de venganza que sanciona a los causantes de todos los males, es decir, los políticos corruptos. Otro concursante relata con claridad qué medidas deben tomarse para hacer efectivas esas sanciones: “Las medidas de cambio no dejaron pasar ni una semana. Las grandes casas de los políticos y gente adinerada del país pasaron a ser propiedad de familias pobres, mientras éstos optaron por vivir sobriamente. (...) Mendigos potosinos fueron alojados en la casa presidencial adaptando ésta como taller de pollerería, bordado, mecánica, para poder brindarles un oficio e incluso es ahora también un hogar de ancianos (...) Ahora Bolivia parece una comunidad, donde todos somos una familia”.


Pordioseros transformados en asalariados. La idea se refleja en otra historia de esta manera: “Al llegar al colegio siempre estaban las potosinas con sus hijitos que pedían limosna, pero no vi a nadie. Más bien unas oficinas y por los ventanales amplios aparecían figuras y rostros conocidos de personas que hace unos días vi pedir limosna, trabajando y algo distinto, con una sonrisa”.


El mesianismo que intuíamos se muestra directo en un cuento titulado: “El sueño de un Presidente pobre”. Cuando un reportero de la televisión entrevista al conductor del país, éste afirma: “Yo sólo confío en el destino que Dios me dará y si tengo que correr la suerte de Jesús, en sus últimos momentos, rodeado de ladrones, estoy dispuesto a dar mi vida por mi pueblo, esas amenazas me dan fuerza para continuar”.


En otra historia, el líder es Manuel, un niño de nueve años, un ser clonado y provisto de la mejor carga genética del universo. ¿Cómo termina siendo boliviano? El cuento señala que se trata de un error, por el cual la célula gestora va a parar al vientre de una mujer indígena del altiplano, “de la denominada raza de bronce”, aclara el joven autor. La mezcla entre los mejores genes europeos y la madre dan origen entonces a un niño prodigio que termina convertido en Presidente con pleno respaldo popular. El escritor afirma de él que “es un infante infinitamente superior a esta raza deteriorada (la boliviana)”.


¿Qué medidas toma este líder tan prometedor? Por la narración sabemos que todos los ciudadanos del país consiguen un empleo y que los hambrientos reciben alimento. El gobierno que dirige parece no obstante tener rasgos dictatoriales como lo advierten las siguientes citas: “La élite de los ricos se redujo en gran parte con la clausura del improductivo parlamento (...) aquellos que no lograron adaptarse a este sistema fueron exiliados a ciertos países del sur de Europa, en los que los capitalistas fueron reducidos a simples señores feudales, esto para evitar lides violentas y confrontaciones inútiles”.


Un cuento concursante expresa la necesidad de que este gran viraje político, que muchos anhelan, permanezca en la memoria constante de la población. Para ello se funda un museo en la ciudad de Santa Cruz denominado “Bolivia 2000”. En él se exhiben gases lacrimógenos, que “ya no hacen más falta”, “material escolar de mala calidad” y se monta una sala especial titulada “Presidentes de Bolivia, sus obras y sus estafas”. Es el pasado superado que no se quiere olvidar para que jamás se repita.


Otro de los mecanismos políticos más pensados para impulsar el progreso de Bolivia es la integración con los demás países del Continente. El ejemplo más fuerte a imitar es el de la Unión Europea, que recibe varias menciones, sobre todo con respecto a su moneda única, que parece haber impresionado mucho a varios concursantes. Un autor habla entonces de una poderosa “Confederación Sudamericana” como una potencia emergente de la que Bolivia es parte; otro opta por una alianza más amplia, “La Unión de Países Latinoamericanos”, que según él, es el único lugar del mundo donde quedan tierras fértiles, por lo que se ha transformado en un emporio agrícola de donde se alimenta la humanidad entera, y hay un cuento en el que se menciona a una “Liga Mundial de Estados Verdaderamente Libres”, algo similar a lo que fue el grupo de países no alineados. Otro relato prefiere el nombre “Confederación de Países Latino Americanos Unidos”. En el espíritu de estas alianzas imaginarias parece latir la sensación de que la globalización puede ser un mecanismo favorable para un país pequeño y débil como Bolivia. La disolución de la soberanía se torna aceptable para estos jóvenes sólo cuando se la plantea en favor de una identidad mayor que siempre será Latinoamérica.

“Un simple deseo puede cambiar las cosas”, advierte otro narrador convencido de que la fuerza de los sueños tiene el poder de realizarlos. “Se cumplieron quizás no porque los había deseado yo sola- mente, sino porque toda la gente boliviana lo deseó también”, añade.

Este idealismo es un componente constante entre los escritores y se basa en una fe muy arraigada en la capacidad transformadora de las buenas intenciones. Otra escritora opina: “Bolivia es y puede llegar a ser si todos queremos lo mejor”.


La Redención tecnológica:

En general, las narraciones plantean una situación ambivalente con respecto a la tecnología. Para unas, la adopción masiva de los últimos artefactos científicos es un sinónimo claro de progreso. Abundan por eso las descripciones entusiastas de los más extravagantes inventos, que podrían mejorar la calidad de la vida cotidiana. Esta idea del futuro impregna los paisajes compuestos de edificios enormes, máquinas para la telecomunicación instantánea, robots o vehículos voladores. Una narradora escribe: “Era increíble, pero cada familia contaba con dos automóviles o navemóviles, uno para la noche y otro para el día”. Otro concursante desea contar con un país autosuficiente, capaz de producir “desde un alfiler hasta aviones (...) teniendo el orgullo de vestir y usar lo que producimos, no como hoy en día tenemos verg ̧enza de lo nuestro, queremos siempre los productos del exterior”.


Estos cambios en la Bolivia cotidiana se harían palpables en los ámbitos más comunes. Así por lo menos lo anhela otro autor: “Ya no había gente que trabajaba como lustrabotas ni como dulceras, todo era automático”. En algunos aspectos, y de acuerdo al mismo concursante, el progreso nos traería costumbres cívicas ya experimentadas en otros países: “Las montañas tenían formas de estatuas de los gobernantes más sobresalientes”. Como sinónimo de una “buena organización”, se habría revertido la migración campo ciudad: “Toda la gente campesina se había regresado a sus pueblos, porque allá ya se conocía la nueva tecnología”.


Tampoco es raro encontrar a bolivianos convertidos en héroes tecnológicos o sabios salvadores de la humanidad. Un cuento narra el padecimiento del planeta a causa de un virus letal que va infectando aceleradamente a los pobladores de todos los países. El padre de la principal protagonista del relato es la única persona capaz de combatir el mal y cumple su misión para gloria del país. En otra narración, una expedición acuática demuestra que la Atlántida perdida está sumergida dentro del lago Titicaca. Sus habitantes llegaron hace siglos desde el espacio exterior y vienen siendo los primeros bolivianos de la historia. Otra historia menciona la impactante invención de los rayos “Femani”, que llevan ese nombre en honor a su descubridor, el boliviano Felipe Mamani, aunque uno no sabe si hay que agradecérselo, porque, según cuenta el autor, producen alteraciones genéticas en los organismos que obligan a todos a usar trajes especiales. Al informar a sus lectores que él forma parte de un importante grupo de físicos bolivianos, otro narrador se ve obligado a repetir, para reducir la incredulidad que supone inmensa en el auditorio: “sí, bolivianos, como lo escucha”.


Pero el cuento donde el conocimiento y la ciencia juegan quizás el papel más decisivo en la conversión del país en un centro del poder mundial, es aquel en el que una bióloga boliviana descubre que si se mezcla una enzima del fruto de la papa con la savia de la hoja de coca, surge un medicamento curativo del sida. Gracias a la venta del remedio prodigioso al mundo entero, Bolivia no sólo termina de pagar su deuda externa, sino que incentiva con mayor empeño el cultivo de la coca para emplearla en la fabricación de la vacuna.


Mediante una solución curiosa tomada por el Estado, los cocaleros son obligados a vender sus tierras al gobierno, quien se transforma en el monopólico cultivador de la hoja, materia prima de la valiosa vacuna.


Un proyecto de transposición de materia a través del tiempo, dirigido por científicos bolivianos, en otro cuento, se ve necesitado de dinero y el gobierno toma por ello una decisión arriesgada: “No había otra que comercializar la hoja de coca en forma de cocaína de manera legal. Fue una medida desesperada que tuvo mucha repercusión en el extranjero (...) Fuimos víctimas del más grande embargo financiero (...) nosotros seguimos nuestras investigaciones, pero con el apoyo incondicional de todo nuestro pueblo y sus gobernantes”. “El fin justifica los medios”, podría decir nuestro escritor, porque el funcionamiento del país como exportador de droga termina siendo muy rentable para éste, dado que el dinero conseguido por este negocio permite culminar con un resultado óptimo: Bolivia ha descubierto una máquina del tiempo. Sin embargo, cuando la utiliza, se entera de que su futuro es desolador: en dos décadas más, el país será una colonia, porque al comprobar su potencial científico, las demás naciones se unen en una confederación para obligar a Bolivia a entregar sus conocimientos secretos. La fuerza militar se impone entonces a las razones y talentos del conocimiento.


Uno de los mayores logros de la ciencia imaginaria del futuro sería, de acuerdo a otro cuento, la descontaminación del río Choqueyapu de La Paz. El milagro da lugar a “aguas cristalinas”. Algo similar desea un autor cochabambino para el río Rocha.


Sin embargo, en otros relatos, la ciencia aparece como sinónimo de deshumanización y erosión de valores. Una autora le hace decir a su personaje principal: “En Bolivia aún se conserva la gente que trabaja con la naturaleza y no con la tecnología que ahora está acaparando todo el mundo”. En otra narración se opina en el mismo sentido: “En los tiempos de mi abuelita, la familia era sagrada, no es que ahora no lo sea, pero pasó a un segundo plano. Creo que es una consecuencia del desarrollo, sería interesante que se pueda lograr un equilibrio entre el desarrollo y la familia”. El mismo texto recurre a un ejemplo muy utilizado en muchos relatos concursantes: “Mi país ha tenido cambios maravillosos. No niego, algunas cosas del pasado eran muy lindas, como que el ser humano no era reemplazado por máquinas o tecnología desarrollando así el potencial de cada persona”.


Dentro de ese escenario donde la ciencia desplaza los valores tradicionales, la autora comenta: “Nunca una máquina podrá suplir a la familia y/o sociedad, porque para crecer el hombre necesita a otro hombre de carne y hueso como él”. Lo mismo suele mencionarse en el campo de los valores. Una de las concursantes escribe. “Los paceños de ahora piensan que es más importante tener plata que ser feliz (...) que es más buena onda ser diferente que ser auténtico”. Otro plantea una visión que podría ser complementaria a la anterior: “Bolivia era un país más que no le daba importancia a la espiritualidad, se había sumergido en las cosas materiales”.


En uno de los cuentos encontramos las opiniones de un viejo bibliotecario cochabambino, quien le comenta al tripulante de una nave espacial lo que significa para él la ciencia y sus logros: “Ellos (los científicos) creen que pueden dominar todo lo que descubren, pero (...) incluso para la ciencia humana existen fronteras (...) millones de dólares desaparecieron en el espacio sin dejar rastros”. El anciano le hace notar al astronauta que los enormes gastos absorbidos por los programas científicos terminan afectando a los países pobres, pues mediante el Fondo Monetario Internacional se les transfieren los costos de un dispendio oneroso e irresponsable.


Como vemos, si bien un futuro lleno de artefactos modernos encandila a nuestros jóvenes narradores, varios de ellos conservan un temor a que este progreso deshumanice a la sociedad boliviana a la que consideran como más solidaria, espiritual y fraterna. El conocimiento aplicado tiene así sentidos ambivalentes y lo que es remedio puede ser en ciertos casos enfermedad.


La Redención marítima:

Uno de los cuentos titula específicamente “Bolivia recuperó su mar y su territorio”. En él se cuenta cómo la Organización de Estados Americanos (OEA) conmina a Chile a devolver a Bolivia su acceso soberano al mar. El resultado más importante parece estar en el párrafo siguiente: “Todo el rencor hacia Chile se disolvió de forma definitiva”. No podía ser de otra forma, porque ese país habría decidido ceder territorio ante las presiones internacionales, provocando un júbilo popular enorme en Bolivia. Los cambios que este hecho produciría en la mente del autor son definitivos: “De aquí para adelante, la vida de todos y cada uno de los bolivianos no volverá a ser la misma, la autoestima subirá como vaso de cerveza, ya no habrá más discursos pesimistas”.


En las historias, la salida al mar es normalmente el resultado de una buena gestión diplomática, un logro del imperio de la razón sobre los argumentos de la fuerza. Al especular sobre esta posibilidad, un cuento exalta al hombre que en su calidad de Presidente hizo posible esta meta: “Luis también estaba contemplando una Bolivia sin mediterraneidad, con una salida justa al mar, simplemente por haber dado a conocer que todos tenemos derecho a luchar por nuestros ideales y que no hay mejor manera que apoyarse el uno con el otro”.


El 200 aniversario de la fundación de Bolivia es una buena ocasión, en otro relato, para que ocurra lo siguiente: “El presidente de Chile tiene una sorpresa para todos nosotros (...) después de tantos años de espera y esperanza (...) decide devolver el mar, siendo una muestra de amor para todas las generaciones venideras”.


Una historia, enteramente dedicada al tema, cuenta cómo la Presidenta de Bolivia usa recursos de magia para obligar al primer mandatario de Chile a ceder el territorio disputado. “Hemos logrado, las aguas son nuestras”, es la frase final victoriosa.


Sin embargo, la manera más imaginativa de acceder al mar está planteada en un cuento en el que los personajes visitan el lago Titicaca.


Cuando se percatan de que éste tiene un extraño olor salino, son informados de que un terrible maremoto desatado el año 2012 inundó el territorio chileno, peruano y parte del boliviano. La modificación más importante de la geografía tras el suceso es la fusión del lago con el mar y las consiguientes playas marítimas en el altiplano. “Lo cual también ayudó al crecimiento integral de Bolivia”, concluye la historia, como queriendo restarle importancia al suceso.


Conclusiones


La narrativa, cuando es activada masiva y simultáneamente dentro de un grupo de rasgos similares y bajo cánones compartidos, puede convertirse en un instrumento de investigación social de gran valor. En tal sentido, un concurso literario juvenil, como el patrocinado por el PNUD, nos ha sorprendido por el uso analítico que se le puede dar al material recolectado. Esta última afirmación se sostiene en el argumento de que todo acto creativo o artístico contiene en su seno una condensación imprescindible del mundo social. El relato más abstracto y fantasioso emerge siempre de un contexto determinado, y necesariamente lo refleja de maneras muy diferentes a como lo haría un discurso con pretensiones de verosimilitud. El encadenamiento de acciones, el uso de emociones y el suspenso, las tácticas no reveladas hasta el final o a veces nunca, el juego de apariencias y sorpresas enriquecen en gran medida el campo del análisis literario y sociológico.


Por otra parte, esta comunicación entre actores sociales e investigadores a través de la narrativa permite captar la riqueza de las metáforas y las maneras imaginativas en las que los portadores del discurso solicitado atrapan la realidad. Ello se presta a desarrollar modelos de análisis asentados en referentes comunes y facilita la comunicación entre los procesos sociales y sus investigadores. Así, el discurso académico engrana con el social y se abren las perspectivas de un campo de análisis y un lenguaje comunes.


Al margen de estas conjeturas, una próxima experiencia de este tipo debería hacer uso de lo aprendido en el proceso.


Con respecto al contenido de los cuentos, se puede hacer la siguiente lista de conclusiones analíticas:


1. A pesar de un reiterado y casi unánime repudio de los jóvenes escritores a la política boliviana y sus representantes, existe entre ellos un alto nivel de politización. En consecuencia, son muy pocos los cuentos que se limitan a abordar temas universales del futuro, porque la gran mayoría se concentra en el abordaje de los grandes problemas nacionales. Esta tendencia hace que varios de ellos olviden, en el proceso, que están escribiendo un cuento y deriven en el ensayo o en la encendida arenga pública moralizadora.


2. En general, la mayoría tiene el mismo diagnóstico de los males que aquejan al país. Dos aparecen como las causas más citadas para explicar el atraso de Bolivia, las internas y las externas. Las primeras son obstáculos principalmente políticos y se expresan en la corrupción de las autoridades o, en una mirada más amplia, la preeminencia, en ellas, de los intereses privados en perjuicio de los generales. Se percibe una honda indignación por este comportamiento, que incluso conduce a proponer remedios moderadamente autoritarios, aunque nunca se abogue de manera directa por una dictadura.


Entre las causas externas del subdesarrollo aparece, sobre todo, la influencia de países ricos e imperiales. Bajo diferentes metáforas, los malos gobernantes bolivianos aparecen retratados como títeres de intereses foráneos. La capitalización de las empresas estatales aparece varias veces calificada como un proyecto contrario al bien común. Las consecuencias de ambas fuerzas causales serían la pobreza de la mayor parte de los ciudadanos, con la excepción de una minoría insensible; la tristeza de miles de personas y los diversos conflictos sociales, que, por lo general, son vistos como actos comprensibles, justos y hasta indispensables.


3. Ante el diagnóstico anterior, las soluciones postuladas en los cuentos son, en apariencia, sencillas y al mismo tiempo, radicales. Como ya se puede suponer, la más mencionada es una verdadera revolución en el mundo político, que implique el fin de la corrupción y, en consecuencia, el uso idóneo del dinero estatal. Este cambio es depositado, cuando se da el caso, siempre en manos de un líder, que emerge desde fuera de la política tradicional e irrumpe en ella con el respaldo del pueblo, para castigar a quienes causan la desgracia de Bolivia. En general es descrito como “un campesino que consigue superarse” y que tiene como casi única virtud la honestidad. Cuando no se menciona a un caudillo de estas características, la solución viene desde el terreno de la ciencia o por los azares de la naturaleza. En el primer caso, aparece como personaje prodigioso un científico boliviano que inventa o descubre algo que resulta siendo vital para el mundo entero. Ese único conocimiento adquirido saca a Bolivia del anonimato y la catapulta rápidamente a un mundo de prosperidad. En el segundo caso, un fenómeno natural cualquier pone en desventaja a los países hoy dominantes e invierte las condiciones de intercambio desigual. De esa forma, Bolivia se torna indispensable y pasa de la periferia al centro. Ya sea a causa de este desarrollo acelerado o al margen de él, una solución reiterada en decenas de historias es la recuperación del acceso soberano del país al océano Pacífico. Por esa razón, hay varios relatos en los que el enemigo principal de Bolivia es Chile y nuestros aliados son el resto del mundo. La idea de un Chile aislado internacionalmente, derrotado gracias a ello en el terreno diplomático, y obligado a devolver los territorios conquistados por sus tropas en 1879 se repite con asombrosa frecuencia.


4. A pesar de que, en los cuentos, Bolivia aparece humillada ya sea por sus malos políticos o por fuerzas foráneas imperiales, los jóvenes escritores recurren reiteradamente a la idea de que la falta de progreso material lleva a contar con una gran riqueza espiritual, donde radicaría nuestra fuerza como nación.


Así, muchas de las tensiones narradas muestran a un adversario prepotente y ambicioso contra un país inocente, trascendental y místico. La idealización de las sociedades indígenas como núcleos forjadores de un hipotético carácter boliviano forma parte de este recurso discursivo. Así, en varios relatos, la tecnología también es vista como un factor de empobrecimiento. La asociación entre robotización y desempleo es constante, también la de industrialización y pérdida de valores familiares. En ese sentido es claro el forcejeo, en los cuentos, entre un supuesto poder liberador de la tecnología y una serie de secuelas dañinas que ésta provocaría en la sociedad tradicional, más concentrada en la protección de los débiles y la fraternidad entre todos. Es ilustrativo un relato en el que el héroe, que es Presidente de Bolivia, decide sabotear individualmente la marcha de la maquinaria industrial a fin de que la parálisis del progreso técnico obligue a los empresarios a contratar a los cientos de obreros que quedaron sin empleo por efecto de ese cambio productivo. Cuando los jueces quieren enjuiciar al causante de los daños materiales, éste logra que lo absuelvan con un discurso conmovedor a favor de las dimensiones humanas del progreso. La otra manera en que se expresa esta supuesta “superioridad ética” del país ante un orden internacional injusto y “maquiavélico” es la ya citada renuencia de los jóvenes escritores a imaginar el uso de la guerra como herramienta para recuperar el acceso soberano de Bolivia al mar. Así, en la imaginada solución al enclaustramiento prevalece la persuasión sobre Chile.


5. En el momento de establecer algunos elementos de la identidad boliviana, ya sea para defenderse de la influencia foránea y para pasar a la ofensiva en momentos de apogeo de la auto-determinación nacional, los jóvenes escritores recurren con insistencia a Tiwanaku, como ejemplo de una civilización propia, misteriosa, pero sobre todo, sabia. El otro referente son los cuantiosos recursos naturales y la urgencia de que éstos beneficien a los habitantes de Bolivia. En un tercer plano, pero muy residual, aparecen rasgos como la música, la danza o incluso la selección nacional de fútbol, que, en uno de los cuentos más patrióticos, alcanza a llevarse la Copa Mundial tras un partido final electrizante con Brasil, que para colmo de glorias, tiene lugar en Cochabamba.


6. Como vemos por todo lo señalado, nuestros jóvenes escritores ponen en evidencia la fuerza de una mentalidad política que coloca al Estado como principal actor de las transformaciones nacionales. Como el país es pobre a causa de la pérdida de recursos ocasionada por la corrupción, parecen decir, entonces el paso fundamental es poner un freno radical a la actividad política tal como se la viene desarrollando hasta ahora.


En general, la sociedad es contemplada como víctima de este proceso y por eso mismo, carente de responsabilidades. Todo esto se refuerza por la espera de un mesías con un poder de salvación. Es fuerte entonces una sed por los subsidios, las soluciones venidas de afuera y la expectativa por la llegada de un momento decisivo que ponga de pie sin demora todo aquello que está visiblemente de cabeza.


7. Finalmente, quizás sea importante destacar que los cuentos muestran las huellas de dos discursos muy difundidos en la sociedad boliviana: el del civismo y el de la Iglesia Católica. El primero está impregnado precisamente por la urgencia patriótica de recuperar el mar usurpado por Chile. El segundo exalta siempre los valores familiares y solidarios, coloca la espiritualidad por encima del interés material y tiende a generar una desconfianza en el progreso tecnológico. Ambas visiones suelen ser muy fuertes en la etapa escolar por la que atraviesan o acaban de atravesar la mayor parte de los concursantes. De manera que en ellos parece haber un imperativo, salvo raras excepciones, de escribir un discurso “políticamente correcto”, acorde con las expectativas del mundo adulto.


Es por eso que no encontramos cuentos transgresores de los valores colectivos o de la moral pública, lo que al mismo tiempo desnuda las limitaciones de un concurso literario en caso de que se quieran conocer los deseos reprimidos o no socialmente legitimados de quienes participan. Al existir un premio y un jurado de por medio, se induce a los potenciales concursantes a plantearse una enunciación valorativa que no quiebre el aparente consenso ético de la sociedad. Pese a esta limitación, el valor de nuestra base de datos se preserva con las debidas cautelas.

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