Acerca del liderazgo de Evo y la energía colectiva: respuesta a Raquel y Rafo
Hemos sido sorprendidos por una repentina entrevista en medio de la vorágine electoral, en la que Rafael Archondo, busca apoyo en Raquel Gutiérrez para forzar su apoyo en el proceso electoral por el NO. Seguramente muchas de las respuestas extensas fueron reinterpretadas por el entrevistador, pero entrelineas podemos entender e interpretar lo que quiso decir ella y lo que en realidad quiso el Rafo decir a través de ella. A diferencia del público lector a quien el entrevistador busca impresionar con las declaraciones de quien fue la compañera de lucha del Vicepresidente, el que escribe también ha sido parte de la experiencia del EGTK con la que se pretende contrastar el hoy, y quiero opinar en un debate necesario que va más allá del 21 de Febrero.
La entrevista en cuestión, de forma evidente pretende demostrar a partir del entrevistador, que el poder de personas individuales que cambian la historia de manera autoritaria y se perpetúan se convierten en dictadores; entonces desarrolla la entrevista buscando explicar en sintonía con algunas afirmaciones de Raquel, de que Evo y Álvaro se encuentran en esa condición hoy en Bolivia. No asume el entrevistador que lo ocurrido entonces como lo que pasa ahora es parte de un proceso donde las personas pueden ser importantes porque las condiciones objetivas y subjetivas permiten que ello ocurra, que tienen como origen al pueblo movilizado que generan las posibilidades de que sucedan o no las transformaciones sociales, y también los límites que tendrán. Los líderes, los verdaderos, son los que nacen en medio de la ola de la transformación y la representan, incluso en sus limitaciones, pero no cesan de impulsar nuevos rumbos y retos que puedan ser transcurridos en un nuevo tiempo revolucionario.
De esta manera las decisiones del liderazgo si van en la corriente de la historia profunda y emocional del pueblo, encontrará un concierto para avanzar; lo contrario será justamente una dictadura que obliga a las masas a tomar rumbos sociales e individuales basados en las decisiones individuales de un tirano, definición muy en boga por la oposición actual. Extraña dictadura habrá que decirles que expone su poder a las urnas y durante 10 años lo ha logrado con mayoría absoluta, y aún más ahora se atreve una vez más a que sea el veredicto popular de la democracia directa la que decida sobre su continuidad. Aún más, un proceso revolucionario es un hecho autoritario porque cambia el contenido y el sentido de la organización social y la convivencia, y sin embargo en Bolivia este proceso por voluntad popular ha sido un camino democrático consensuado que ha reflejado la energía revolucionaria popular pero también sus limitaciones.
Este contexto debe leerse desde la perspectiva de la realidad concreta y susceptible de ser cambiada, no desde el idealismo o el horizonte de clase de cierta pequeña burguesía intelectual que en el camino se sube al coche de la historia para realizar sus propios sueños y no los del colectivo o más bien pretende que el colectivo asuma sus propios sueños; de esta manera cuando la ecuación no funciona, aparece la desilusión existencial y los comprometidos intelectuales se convierten en los francotiradores del proceso de cambio. Existen varios de ellos, que desde la teoría estaban militantemente convencidos del proceso, pero desde la realidad y su condición de clase, no fueron capaces de entender y acompañar las dificultades de hacer un cambio de verdad.
Quizás la afirmación de Raquel, con la que Archondo pretende enarbolar su supuesta oposición al proceso, tenga aspectos de realidad cuando señala que “… la energía colectiva ha quedado depositada en una sola persona”… si y es verdad, en ese liderazgo que las propias organizaciones han forjado, y eso es parte de la historia con Tupac Katari, Zarate Willka o en otras experiencias revolucionarias con Lenin, Ho Chi Minh o Mao Tse Tung y otros, pero además esos liderazgos o representaron y dirigieron al pueblo movilizado contando con su apoyo hasta las últimas consecuencias o se convirtieron en parte de los olvidos y traiciones de la historia como ocurrió con el recordado “padrecito” Stalin.
Sin embargo coincidimos en que en la experiencia boliviana, el proceso popular en los 10 años ha ido delegando su “energía colectiva” en el liderazgo, de movimientos sociales protagonistas de las transformaciones, cuando la oposición aparecía derrotada, volvieron a ser organizaciones sociales que defienden su espacio sectorial, pero que además tienen su propia representación en el Estado. Esta condición ha congelado parcialmente la iniciativa popular, que es la que las propias organizaciones deben recuperar y repolitizarse para que ese equilibrio contenido en la propia constitución funcione adecuadamente: Estado Plurinacional y movimientos sociales deben ser el motor de la historia que transforme el país.
Este escenario que mira la realidad y apunta a los retos por impulsar nos lleva al debate ideológico que se plantea en la intervención de Raquel. Lo que ocurre en Bolivia no es una “traición del proceso”, como ella pretende insistir sino una lucha ideológica al interior de él, por cuanto el construir hegemonía en Democracia ha implicado y generado un nuevo contexto en el que la derrota de los opositores nos coloca en el punto de deliberación sobre el proyecto político estratégico a la par de que, por efecto de irradiación ideológica, los antiguos opositores y en caso golpeadores, racistas y empresarios que se opusieron en un tiempo anterior al “indio en el poder”, ahora son parte de los conversos del proyecto de país.
No es por tanto el fin del proceso ni su retroceso, sino el replantear deliberativa y colectivamente, el sentido del camino que seguiremos. Cabe señalar sin embargo que lo obtenido históricamente hasta ahora ha sido importante, por cuanto la revolución de la inclusión es parte definitivamente de la gran transformación liberal que nunca se hizo en este país y que por tanto es un logro histórico, que ayuda a equiparar derechos y posibilidades. Esa condición nos genera un nuevo reto histórico, o construimos una república liberal en los términos clásicos habiéndose construido las condiciones para la concurrencia equitativa al mercado pero además con la garantía social que el Estado construye para los sectores más vulnerables, o nos preparamos a partir de estas condiciones para un nuevo combate ideológico y social al interior del proceso, generando las condiciones y la deliberación necesaria para hacer posible el camino hacia el Socialismo Comunitario.
Lo que es evidente que para desarrollar este camino, debemos ser parte de él, pues es fácil criticar desde muy lejos y desde la condición académica, sin mojarse los pies, ese es el tema cotidiano de gestionar una revolución y creer en ella a pesar de las dificultades. Desde la experiencia pasada y no desde el resentimiento, es posible arrojar algunas pistas para el debate que necesitamos.
Creo que no hay mucha novedad en la afirmación de que la CPE aprobada estaba conformando un nuevo escenario de encuentro donde la hegemonía tiene que ceder espacios para expandirse (son 144 modificaciones que la oposición incorpora en el parlamento para dar curso al referéndum) definiendo de esta manera, no un empate catastrófico, sino más bien un arriar de banderas de la oposición aunque conservando su “honor” de no mostrarse derrotadas. Es el momento del despliegue de las posibilidades de la inclusión y su legitimización que no cesa hasta ahora, incomodando a los opositores, pero sin embargo gestando espacios de réditos para los propios opositores tenaces del pasado. Obviamente hay nuevas élites económicas que se alían al principal inversor que es el estado, pero que no dependen de la producción de hoja de coca, como dice Raquel, sino de las cientos de iniciativas industriales y comerciales que se han levantado producto de las nuevas condiciones económicas del país que han generado una suerte de capitalismo redistribuidor en esta etapa. Que tiene una matriz liberal, claro que sí, como es políticamente el hecho de generar condiciones para la gestión de la igualdad de derechos, que en un país como el nuestro es absolutamente revolucionario por el contexto colonial en el que se han desenvuelto y legitimado las desigualdades históricas.
Aquí el debate equivocado es el que menciona Raquel cuando se refiere a que el EGTK descartó la revolución por etapas en su debate, pues nunca fue un tema en realidad, pues se proponía la revolución donde las tareas revolucionarias involucraban tanto tareas incumplidas por la república liberal como de la transformación socialista, y en un contexto distinto pues el pueblo derrotaba absolutamente a los sectores dominantes y reorganizaba su poder sobre nuevas bases sociales e ideológicas. El proceso real, hizo posible que la mayoría derrotara consecutivamente de manera electoral a las opciones minoritarias pero sin embargo tuvieran que gobernar con las reglas del pasado y de camino a la transformación, todavía no existan los cuadros políticos que permitan la profundización de las transformaciones estatales más allá de la formalidad representativa del poder.
Raquel reclama el que se hubiera negado la construcción del autogobierno local, habrá que recordarle, que los comités de agua y las iniciativas que rodearon la experiencia posterior a la guerra del agua, en la que participó inicialmente, luego de su ebullición fueron paulatinamente cediendo espacios a su institucionalización cuando el agua se convirtió en derecho fundamental y el Estado asumió el rol de vigilancia sobre el cumplimiento de ese derecho junto a la sociedad civil. Por tanto el Estado no arrebató esa iniciativa a las organizaciones, sino que ellas paulatinamente la fueron delegando. Podemos discutir las razones, que tienen que ver con un proceso colonizador aún latente en relación al poder, como hasta el hecho de que la iniciativa permanente cede paulatinamente ante la organización estatal que además entienden que las representa como nunca antes lo había hecho.
Los límites revolucionarios al Estado a los que se refiere Raquel en realidad en estos años encuentra a las propias organizaciones sociales que de manera sectorial interpelan al estado por condiciones mejores no para el conjunto sino para su gremio particular. De esta manera, encontramos a cooperativistas bloqueando carreteras y ciudades y copando espacios políticos en el nuevo Estado en defensa de sus estrictos intereses; o bien los mineros vanguardia de la estatal Huanuni, que luchan por aumentos salariales, cuando el promedio salarial de ellos es mayor de lo que gana el presidente. Entonces dejemos de idealizar a las organizaciones sociales y asumir la falta que hace para transcurrir al futuro, de una intensiva repolitización social que nos permita construir las condiciones del socialismo comunitario con el liderazgo de Evo y más allá de él con el liderazgo colectivo que debemos construir. Necesitamos organizaciones sociales que sean protagonistas del cambio y que no dejen su papel fundamental al Estado, pues este sólo será integralmente plurinacional cuando sea capaz de transparentarse y ser un verdadero instrumento de los movimientos sociales.
Habrá que pensar que Raquel hace mucho no tiene contacto con la realidad boliviana cuando se refiere a los llamados intelectuales cortesanos, cuando sería más preciso referirse a que el proceso no ha terminado de formar intelectuales orgánicos y que es el propio Álvaro el encargado de defender intelectual y académicamente el proceso generando rumbos retos a seguir. Los portavoces son en realidad defensores argumentativos de la gestión en marcha, así como la propia oposición que no tiene intelectuales que sean capaces de generar una nueva matriz de interpretación de su situación menos aún de su propuesta de futuro. Eso sí existen intelectuales que han optado por sumarse al coro de la agresividad o ser portavoces de una postura política que tiene una NO propuesta y mucho resentimiento. Incluimos a algunos de la izquierda que al no lograr protagonismo personal de clase en el nuevo espacio, o porque los nuevos protagonismos sociales han inundado de inclusión varios espacios que antes les correspondían o bien porque el proceso mismo no hizo una valoración adecuada para su inclusión militante. El resultado es el mismo, un alejamiento resentido que se desvive por construir argumentos del premonitorio derrumbe del proceso de cambio y su liderazgo, que los ha hecho coincidir con la oposición más reaccionaria.
Finalmente, como mencionamos al principio, esta deliberación que se abre es necesaria, como la afirmación del liderazgo vigente para seguir avanzando junto a un proceso de autocrítica que nos permita confrontar los errores cometidos para seguir. Si este camino no es reafirmado lo que sigue no será un proceso revolucionario más radical, sino el retorno reaccionario de los mismos de antes junto a un desconcierto social sobre el horizonte político a seguir. Sin embargo lo que históricamente ha transcurrido en estos 10 años, será la base de la continuidad y profundización o bien de la resistencia para gestionar los derechos logrados junto a su ampliación frente a la contraofensiva en marcha.