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El largo andar de "Los Caminantes"

Aquí recordamos a los hombres que abrieron brecha en la construcción de una cultura nacional más amplia y acogedora. A “Pepe” Murillo, “Tito” Peñarrieta, Percy Bellido y Carlos Palenque, a esos pioneros del folklore, los que ampliaron el gusto por lo nuestro a todas las capas sociales de la población, nada menos que a “Los Caminantes” están dedicados estos textos y fotos, tejidos en señal de homenaje.

Rafael Archondo


La construcción de una identidad nacional nunca fue tarea fácil en un país como Bolivia. Edificado en medio de una diversidad cultural admirable, el Estado nacional siempre estuvo ante el grave desafío de representar los intereses más amplios y hasta contradictorios. A esto hay que sumar la dura realidad de la no industrialización del país y por consiguiente, la imposibilidad de construir un espacio económico común a todos sus habitantes. Producto de ambos dilemas resulta que ni la acción administrativa central ni el mercado fueron capaces de unificar a los bolivianos.


Quizás el momento fundador de lo nacional fue recién la Guerra del Chaco, más de un siglo después de la creación de la República. Allí acudieron a morir, codo a codo y por primera vez, aymaras, quechuas, mestizos, cambas y criollos de todos los rincones de Bolivia. Allí nació también una incipiente conciencia nacional que unió a todos bajo la voluntad de cambiar profundamente la sociedad para inyectarle justicia, respeto por el otro, dignidad y soberanía.


Después del Chaco todo el sistema político preexistente se vino abajo y las nuevas banderas nacionalistas se apoderaron de los intelectuales de clase media, los ex combatientes, los obreros y el artesanado en las ciudades. De pronto Bolivia empezó a hacerse preguntas elementales sobre la conveniencia o no de liberar de la servidumbre a la mayoría de la población.


Las Fuerzas Armadas, derrotadas en la Guerra por diversas circunstancias, se convirtieron de pronto en el actor central de las decisiones. Busch y Villaroel hicieron los primeros esfuerzos por recuperar soberanía para el Estado, y transformarlo en un reordenador de la vida social. En ese periodo se organizaron desde la Asamblea Constituyente de 1938 hasta el Primer Congreso Indigenal de 1945. Una a una, las medidas asumidas por sucesivos gobiernos inspirados por la corriente de su tiempo, se orientaban a agigantar las labores del Estado e intervenir cada vez más en las injustas condiciones sociales de la mayoría de los bolivianos.


La Revolución


Las movilizaciones obreras, las contradicciones internas en el ejército y el despertar nacionalista de las clases medias crearon las condiciones para el 9 de abril de 1952. Desde ese momento insurreccional, el país ya no sería el mismo. Las masas marginadas por un sistema político excluyente pasaban ahora al primer plano del protagonismo y lo hacían bajo diferentes formas: unos con el fusil sobre el hombro en las filas de las milicias populares, otros desde los vigorosos sindicatos en minas y fábricas, y finalmente quienes le dieron sustancia cultural a los cambios.


En efecto, después de 1952 el Estado tomó la iniciativa cultural. Los nacionalistas en el poder fundaron el cine, subvencionaron las artes, respaldaron el muralismo y fomentaron el folklore. La Reforma Agraria movilizó grandes contingentes migracionales hacia las ciudades capital y la identidad urbana se pobló de símbolos indígenas y mestizos.


Una década después, el panorama cultural de Bolivia había cambiado radicalmente. De pronto cultura empezaba a ser sinónimo de alma popular, de consumo masivo, de concierto multitudinario, de discos muy vendidos y audiciones radiales acompañadas de gran expectativa.


Ya en los años 60 el folklore boliviano tenía todas condiciones para florecer:

  • Un mercado consolidado formado por un público mestizo e indígena con fuerte presencia en las ciudades y suficiente poder adquisitivo.

  • Un Estado dispuesto a dar toda la cobertura oficial a las manifestaciones vernaculares.

  • Un sistema de medios de comunicación receptivos a los ritmos nacionales.

Pero además quienes se decidieran por el folklore tenían una ventaja más, el entorno internacional. Nada podía ser más favorable para charangos, quenas y zampoñas que una juventud europea, norteamericana y latina altamente sensibilizada por todo aquello que tuviera olor a pueblo. Corría la década más rebelde del siglo, la de los tumultos por la Guerra del Vietnam, la Primavera de Praga, la Revolución China y la Cubana, el Mayo francés, la moda hippie, la descolonización de África y la sangrienta disputa por Argelia. En conciertos y festivales, los jóvenes de todo el mundo se inclinaban en favor de las luchas sociales y las identidades tercermundistas.


En ese contexto aparecieron “Los Caminantes”, un trío que revolucionó la música boliviana forjando una simbiosis entre lo criollo y lo indígena. Sus fundadores llevaron el ritmo nacional a un público deseoso de palpar la existencia de Bolivia como una nación consolidada, pero además exportaron su alegría a cuanto festival y concurso los acogiera fuera de nuestras fronteras. Su trabajo es una parte de la historia del folklore y en estas líneas pretendemos darla a conocer. En cierto sentido, este es un homenaje a Carlos Palenque en su calidad de músico (1966-1969), faceta poco mencionada en su despedida, debido a su más reciente actividad política (1988-1997).


Estas páginas emergen de la colección de recortes de periódico de Pepe Murillo, quien cedió gentilmente ese material con el fin de que las nuevas generaciones de bolivianos conozcan los primeros pasos del folklore y las antiguas, lo recuerden.


“Encontrarán éxito muy pronto”: Esos primeros pasos


Los primeros “Caminantes” eran Pepe Murillo, Emilio Guachalla y Oscar Moncada. Algunos periodistas ya pensaban, en septiembre de 1963, que los tres muchachos prometían mucho.


Los rostros adolescentes, la estatura mediana, el cabello corto y peinado hacia atrás, las chompas típicas del país, los pantalones del mismo color oscuro, las tres guitarras en perfecta formación. Allí estaban frente al público, como tres bachilleres ejemplares.


Pepe Murillo, Emilio Guachalla y Oscar Moncada habían decidido formar el grupo folklórico “Los Caminantes”, en directa alusión a la activa vida de trotacalles que empezaron a llevar a medida que su música comenzó a atraer más y más solicitudes para ocupar diversos escenarios.


Bolivia ya había vivido las transformaciones revolucionarias del 9 de abril de 1952 e incluso se percibía en el ambiente la lucha interna entre las fracciones disidentes del MNR. Era 1963, un año antes del derrocamiento de Paz Estenssoro y la subida al poder del general René Barrientos Ortuño.


Una publicación


Aquel 23 de septiembre de 1963, la revista “Panorama”, dirigida por el periodista Cucho Vargas, llegaba al número 57 en el tercer año de su publicación. Allí, en una sus páginas, aparece una de las primeras fotos públicas de “Los Caminantes”.


El articulista de la sección “Farándula” comienza su comentario diciendo que son muy pocos los conjuntos bolivianos que realmente se preocupan por progresar en cuanto a las técnicas instrumentales y vocales. La excepción sería, de acuerdo al artículo mencionado, el nuevo grupo “Los Caminantes”, a cuyos miembros otorga la simultánea condición de amigos y artistas. “Conocemos mucho de sus inquietudes artísticas, de su alegría, de su amistad. Y creemos que si ellos siguen ese camino, se encontrarán con el éxito muy pronto”, pronostica el texto de “Panorama”, cuyo jefe de redacción era nada menos que Lorenzo Carri.


Más adelante el comentario vaticina con precisión: “Ellos prefieren siempre cantar que hablar. Piensan que con la música se acercarán más al corazón de quienes los oyen, de quienes los ven. Hoy siembran, mañana cosecharán”.


Discos grabados


Para entonces el grupo ya había conseguido grabar dos discos, uno en el sello “Illimani” y otro en la empresa “Lucahu”. Ambas placas tuvieron una circulación muy restringida por lo que el comentarista no deja que pierdan las esperanzas y les dice públicamente que esas “pequeñas pruebas sonoras habrán de conducirlos más tarde a la verdadera consagración”.


Sin embargo el autor de los elogios estaba seguro del posterior triunfo del conjunto. “Los bolivianos somos muy amigos -demasiado quizás- de la sencillez y la modestia. Y cuando los artistas buscan estas dos cualidades, el camino para el triunfo, aun así sea dentro de nuestro limitado ambiente artístico está llano”. Con esa frase de optimismo se da por descontado el éxito que aún no acababa de llegar.


Los indicios recogidos hasta aquí muestran que los artistas folklóricos de los años 60 contaban con espacios permanentes en la prensa, donde se comentaba e informaba sobre su actividad. Ese es un rasgo típico de una época en que el folklore empezaba a conquistar espacios sociales antes desconocidos. Poco a poco los ritmos nacionales fueron ampliando su audiencia entre círculos sociales de clase media que antes despreciaban todo lo que tuviera relación con las culturas originarias de Bolivia.


En los estudios del canal 000: Cuando la tele era un cuarto lleno de entusiastas


En el centro de La Paz, la gente iba de visita para conocer la televisión, ese fascinante medio de comunicación que todavía no estaba en cada uno de los hogares. Allí tocaban los folkloristas, aunque sólo fuera por el gusto de aparecer en una pantalla de circuito cerrado.


Todo consistía en una cámara “Compacta” EL-8000, seis receptores, dos micrófonos, un amplificador y seis focos “Altrilux” de 500 watts cada uno. Con esos instrumentos funcionaba la televisión boliviana en enero de 1964.


Lo peor de todo era que sus emisiones no llegaban a una masa de receptores dotados de un televisor doméstico, sino sólo a un grupo de curiosos que atiborraba una pequeña habitación de seis por cinco metros de tamaño. Todo ocurría en la Galería de Exposiciones de la empresa Philips en el centro comercial de La Paz.


El entusiasmo del público era tal que los interesados no cabían en el estudio, pese a lo cual se mantenían varias horas en la calle intentando atisbar, aunque sea de muy lejos, algo de lo televisado en el interior del local. El éxito se repetía todos los días del Señor.


Este primer ensayo televisivo en circuito cerrado en el país tuvo frente a las cámaras a las mejores galas de la música nacional. Allí estaban Gladys Moreno, “Los Huanchaqueños”, “Los Payadores”, el dúo “Miramar” y “Los Inti-Huasi”. En este último grupo actuaba un talentoso joven llamado Carlos Palenque, quien más tarde se uniría a “Los Caminantes”, grupo que también se lanzó gustoso a los anales de la televisión nacional.


Algo de publicidad


La Philips supo aprovechar muy bien la afluencia cotidiana del público paceño a sus estudios y no dudó en difundir allí algunos filmes publicitarios. Para ese propósito usó un proyector de 16 milímetros.


En el primer número del boletín de la empresa se informa que este experimento de circuito cerrado fue bautizado con el nombre “Canal 000 de TV, Philips, Bolivia” y seguramente los que tomaron parte en él, usaron su conocimiento para impulsar más adelante, pocos años después, la instalación del canal estatal, el primero en llegar a la audiencia de manera abierta.


El director y presentador de la emisión en circuito cerrado de 1964 era el señor Rivero Elío, Orosco se encargaba de la cámara, Ocampo fungía como locutor y animador, Subieta ejercía el control técnico, Vargas, la iluminación y Limpas se responsabilizaba del sonido. Un extraño celo administrativo impidió que nos enteráramos de los nombres completos, pues sólo se consignaron los apellidos.


Giras


Pero el canal 000 no se quedó en La Paz, realizó una gira por las principales ciudades y centros mineros del país, achicando figuras que bien podrían haber sido vistas en tamaño natural, pero que al entrar en la pantalla adquirían la contagiosa magia de la nueva tecnología.


También estuvo presente con sus cámaras y potentes lámparas en un Congreso Latinoamericano de Odontología celebrado en La Paz, donde desplazó cuatro pantallas para que los asistentes pudieran observar de forma simultánea unas demostraciones de prótesis realizadas por los especialistas del evento.


Y por si fuera poco, el entusiasmo despertado en la gente por la televisión permitió que el canal 000 organice también reuniones masivas para recaudar fondos y construir la escuela Herschell, ubicada hasta hoy en las inmediaciones de la plaza de Obrajes.


Así que cuando usted vea niños jugando alegremente en la cancha aledaña a la piscina de Obrajes de La Paz y descubra que son de la escuela vecina, ya sabe que esos muros se levantaron gracias a estos tímidos ensayos de alta tecnología, en tiempos en que la gente salía de su casa para ver la televisión en una galería comercial de la ciudad.


Salta 1966: El salto a la fama: nace el dúo Murillo-Palenque



América Latina hervía de folklore. Por los cuatro puntos cardinales del continente se organizaban festivales de música y danza. El norte argentino no tardó en convertirse en un semillero importante de artistas y galardones. Allí nació la fórmula exitosa de los renovados “Caminantes”, el dúo entre Carlos Palenque y Pepe Murillo. Cuando los invitaron a unirse, solo para un certamen, no estuvieron muy de acuerdo porque cada uno tenía su grupo, sin embargo cuando sus instrumentos sincronizaron en el escenario, ya sería difícil separarlos.


La cita de este dúo temporal era en Salta, en el norte de la República Argentina; las fechas, del 15 al 22 de abril de 1966. La estación de ferrocarriles de la ciudad de La Paz fue el punto de partida para que una delegación conformada por lo más selecto del arte vernacular boliviano parta con los mejores augurios rumbo al Segundo Festival Folklórico Latinoamericano. La ocasión servía para celebrar el aniversario de fundación de esa ciudad argentina.


La presidenta de la delegación boliviana fue la conocida Julia Elena Fortún y el director artístico, Gustavo Haldín. Los nuestros llevaban en el tren talentos de diverso calibre, por un lado competían con la música autóctona de kusillos y jacha sicus, por el otro, llevaban una buena dosis de folklore criollo del estilo de Ernesto Cavour, Víctor Hugo Leaño, Nora y María Luisa Camacho, Pepe Murillo y Carlos Palenque. Estos dos últimos acudieron a la primera cita de Salta (1965) sin sus respectivos conjuntos, “Los Caminantes”, en el caso de Murillo, y “Los Inti Huasi”, en el de Palenque, pero una vez en el festival decidieron juntar sus guitarras y fueron el deleite del público. Una foto del periódico boliviano “Segunda República” del 12 de abril de 1966 los refleja juntos, ataviados con elegantes sacos de paño blanco, con el pelo corto y el rostro afeitado.


Triunfo rotundo


La representación boliviana, conformada por 22 personas, tuvo un recibimiento apoteósico del público de Salta. El jurado del Festival apreció la calidad de la música y la danza, y fue confiriendo numerosos premios a nuestros representantes. Al final el saldo fue satisfactorio: “Gran Premio de Honor”, cinco medallas de oro y varias de plata.


Los principales galardones los obtuvieron, entre otros, por las actuaciones al mejor conjunto de música, a la mejor delegación, al mejor director artístico, al mejor conjunto de danzas, al mejor dúo de canto, al mejor conjunto de canto y al mejor cuadro de danza. Precisamente una de las medallas de plata conseguidas en Salta se debió a la dupla de voces Palenque-Murillo. Los dos artistas triunfaban juntos y sentaban las bases de la siguiente fase de “Los Caminantes”.


Las instancias del certamen fueron seguidas en La Paz gracias a las transmisiones en onda corta de Radio Güemes, y quizás ello motivó a que una multitud fuera ansiosa a recibir a nuestra delegación los primeros días del mes de mayo.


Gobernaban el país los generales Alfredo Ovando Candia y René Barrientos Ortuño. No habían cumplido ni siquiera un año en el poder y estaban naturalmente interesados en respaldar cualquier manifestación de orgullo nacional. El caso es que los músicos y bailarines ingresaron triunfalmente al Palacio de Gobierno para ofrecer una demostración de lo exhibido en Salta. Junto a Ovando como anfitrión, estaba también el entonces coronel Hugo Banzer Suárez, ministro de educación del momento.


Os felicito


La crónica periodística del diario “Última Hora” sobre el tema, publicada el miércoles 4 de mayo, reproduce todas las palabras del general Ovando en el acto de homenaje a los vencedores del Festival: “Antes de partir ustedes me prometieron representar a Bolivia dignamente y lo han conseguido. Soís intensamente bolivianos y tenéis el corazón artístico, lo que ha permitido que consigáis un galardón para Bolivia. Cuando se sale al exterior de debe ir a triunfar y poner en alto el buen nombre de la Patria. Ya no tenemos que ser los últimos y mi gobierno ha de estimular las ansias de progreso de nuestras ricas tradiciones. Tenemos las mismas condiciones que tiene todo hombre del mundo, igual cabeza, igual capacidad, sólo falta pulirla y hacerla valer ante propios y extraños. Os felicito a nombre del gobierno y de nuestro pueblo bueno y sencillo, rico y valiente en sus tradiciones”.


La foto del primer mandatario con el grupo muestra a Palenque y a Murillo inclinados de cuclillas debajo de Ovando, frente a frente, con las copas de champaña en las manos y los coloridos atuendos que ya preludiaban la manera de vestirse del dúo. Nadie imaginaba que ahí se incubaba un verdadero fenómeno social de imprevisibles consecuencias.


La siguiente presentación oficial de los galardonados fue en la residencia de Barrientos, ocasión en la que el General cochabambino les prometió que el Estado financiaría su gira artística por todo el país, en especial, por “los centros mineros”, gira que multiplicaría aún más su caudal de simpatizantes.


Significado



El triunfo de Salta es determinante para comprender la historia de “Los Caminantes”. Fue su bautizo internacional y el momento de cristalización del núcleo fundador. En el Primer Festival Latinoamericano, realizado en 1965, se encontraron dos talentos antes separados, Murillo y Palenque, para conformar la esencia de un nuevo estilo. Ya en la segunda versión del Festival consolidaron sus afinidades y se presentaron bajo el nombre que les dio renombre. En consecuencia, en Salta se refundó el grupo y lo hizo en medio de una muestra tangible de reconocimiento internacional. Sobre ese tiempo, Palenque recordaba para La Razón (14-5-1995): “Nos conocimos en el parque Riosinho de la zona norte que es la cuna de grandes artistas, y tenía 17 años cuando conformamos el grupo”.

De manera que desde 1966, con la incorporación de Carlos Palenque, la trayectoria del conjunto da un importante viraje y éste comienza a andar por el camino ascendente del éxito.

Carlos Palenque Avilés nació en La Paz el 28 de junio de 1944. Sus casi 53 años de vida, hasta la tarde del sábado 8 de marzo de 1997, abarcaron la dura transición entre la Revolución Nacional y el advenimiento de la democracia. Palenque jugó un papel vital, primero, en la construcción de una nueva identidad nacional, labrada desde el folklore, y después, en la apertura del juego político electoral a la vestimenta, la comida, las tonalidades musicales del aymara y la orgullosa bolivianización de lo indígena.


Tras haber participado con éxito en dos festivales musicales en la Argentina, el charanguista Carlos Palenque le propuso a su compañero de cuerdas, Pepe Murillo, que ambos dejaran sus empleos y se dedicaran por entero a la actividad artística. Murillo cuenta en su libro “Memorias” (2018) que Palenque lo visitó en su lugar de trabajo, el Bank of America, en La Paz, para plantearle la idea. “Ya habíamos participado y ganado festivales internacionales, así que adelante”, habría dicho Murillo. Palenque trabajaba en ese entonces en el Ministerio de Economía.

La aventura de vivir enteramente del arte no resultó tan alentadora en un principio. Murillo cuenta en su libro que el folklore boliviano aún no había conquistado el gusto confeso del público. Cuando Palenque y Murillo eran contratados para tocar, se les recomendaba que excluyeran la música “muy popular” y que se conformaran con zambas y boleros. Sin embargo, desoyendo los pedidos, este talentoso dúo a sueldo terminaba interpretando lo que más les gustaba, es decir, cuecas, huayños y taquiraris. “Pucha hermano, yo creí que se iban a molestar y que no nos iban a pagar”, le comentaba Murillo a Palenque, el cual habría respondido: “no te preocupes hermanito, se les ha salido el indio”.


El 6 de agosto de 1966 “Los Caminantes” se presentan en Rio de Janeiro ante la comunidad boliviana en la capital carioca que los invitó a celebrar el aniversario patrio con ellos. El 141 aniversario de la creación de la República de Bolivia fue festejado en el “Círculo de Amigos Bolivianos” dirigido por Rubén Moreno Belmonte. Este dato ya pone en claro que Carlos Palenque y Pepe Murillo comienzan a actuar como dúo.


En ese tiempo invitados a participar en innumerables veladas musicales en la tradicional peña “Pachamama” de la avenida Montes de La Paz, junto a otros conjuntos de moda como “Los Jairas” o “Los Caballeros del Folklore”, uno de cuyos integrantes era el conocido Edgar Patiño, conductor años más tarde, junto a Adolfo Paco, del programa “Sábados Populares”.


En “Los Inti Huasi”, el ex grupo de Palenque, tocaba el bombo Reinaldo “Tito” Peñarrieta, quien se uniría a los dos “Caminantes” en noviembre de 1967 para constituir el trío que consolidó la fama. Pero esa es una historia que continúa en las líneas siguientes.


Medallas y plaquetas para Bolivia: El veredicto de Salta


Los resultados del Segundo Festival Latinoamericano de Folklore fueron plenamente favorables para nuestro país. “Los Caminantes” nacieron allí a la fama internacional


“El Tribuno matutino independiente”, periódico de Salta, en su edición del lunes 25 de abril de 1966, informa sobre el fallo del jurado calificador del Segundo Festival Latinoamericano de Folklore. A Bolivia le correspondió el Gran Premio de Honor “por su autenticidad, despliegue escénico y la variedad de cuadros representativos de las distintas regiones folklóricas del país”. En este caso se trataba de una gran copa y una plaqueta con las que se reconocía a toda la delegación compuesta por 22 personas.


Luego fue entregada la medalla de oro a la solista de canto, Elizabeth Araníbar. La misma presea al solista de música, Mauro Nuñez, que compartió el puesto con Argentina y Paraguay. La medalla al mejor dúo de canto fue para “Los Caminantes”. El mejor trío de música compartió su medalla de oro con la representación del Paraguay.


Después Bolivia recibió la medalla de plata al mejor conjunto de canto y de danzas. Otra medalla de oro correspondió al conjunto de música boliviano, aunque el premio fue compartido con México.


Las personas encargadas de decidir los nombres de los galardonados fueron Santos Sarmiento en nombre de la comisión ejecutiva del Festival, Gabriela Fantoni por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina, Raúl Oscar Cerruti por la Secretaría de Cultura de la Nación, Aníbal Sampayo por el Festival de Cosquín y Beatriz Durante por el Fondo Nacional de Bellas Artes.


Entre cuecas y canto: 1965: el primer encuentro, cuando unieron sus voces



Carlos Palenque y Pepe Murillo hacían el dúo, Ernesto Cavour acompañaba con el arpa. Más adelante, Palenque se lanzaba a bailar la cueca chuquisaqueña del brazo de Susana Jaldín. Ahí radicó la fundación de “Los Caminantes”


Antes de su consagración internacional en el norte argentino, Carlos Palenque y Pepe Murillo aparecieron juntos un año antes en la primera versión del Festival de Salta.


Según la información proporcionada por el matutino “El Diario” del 15 de abril de 1965, la representación boliviana que asistió allí cumplió en esa ciudad con el siguiente programa:


1.- Introducción explicativa.

2.- Morenada, danza ceremonial criolla.

3.- Solo de canto por la señorita María Luisa Camacho.

a) “Tarukitaswan” (canción yampara con acompañamiento de charango).

b) “Mamalita” (canción calcheña con acompañamiento de quena y charango. Trajes tarabuqueños).

4.- Conjunto indígena. “Mimula y Jacha Sikus” (Danzas agrarias con zampoñas).

5.- Solo de charango. Ernesto Cavour (traje de indígena de Lajastambo).

6.- Dúo de canto. Hermanas Camacho.

a) Triste “Falsa Moneda”.

b) Huayño ”Pusaripuskayky” (acompañamiento de guitarras, charango y quena con trajes de kallawaya).

7.- Conjunto indígena. Danza de los kusillos, acompañamiento de waca-pinkillos).

8.- Dúo de canto. José Eduardo Murillo y Carlos Palenque con acompañamiento de arpa de Ernesto Cavour.

a) Yorebabasté ignaciano.

b) Shovena.

c) Carnavalito cruceño.

9.- Conjunto indígena, “Tarqueada”.

10.- Bailecito de a cuatro. Martha de la Riva, Susana Jaldín, Hugo Ruiz y Ernesto Cavour.

11.- Conjunto de canto. (cuatro voces): Nora Camacho, María Luisa Camacho, José E. Murillo y Carlos Palenque.

a) “Taquiy Imilla”.

b) “Chiri Wayra” (ambas actuaciones con traje de kullawas).

12.- Conjunto indígena. “Pusi-phias” Danza agraria con acompañamiento de tres categorías de quenas.

13.- Conjunto de canto (cuatro voces). “Carnaval cochabambino” (trajes del valle).

14.- Cuecas bolivianas:

a) Paceña: Pepa Vélez Otero, Justino Jaldín.

b) Sucrense: Susana Jaldín, Carlos Palenque.

c) Cochabambina: Norah Camacho, Ernesto Cavour.

d) Tarijeña: Martha de la Riva, Hugo Ruiz.

15.- Conjunto indígena: “Chajes de Colquencha” (danza).

16.- Pandilla del valle, canto y danza para todo el conjunto criollo.


De dúo a trío: Palenque, Murillo y Peñarrieta: “Los Caminantes” completos


El dúo formado entre Carlos Palenque y Pepe Murillo consigue reclutar a un percusionista de gran sentido del humor e indudable talento: Reinaldo Peñarrieta, más conocido como “Tito”. Al conjunto ya no le falta nada para conquistar el mundo


A fines del año 1967, “Los Caminantes” ya eran un fenómeno musical irreversible. Después de sus dos triunfos consecutivos en los festivales latinoamericanos de Salta, el dúo formado por Carlos Palenque y Pepe Murillo ya había aprendido el duro oficio de gustar al público. Las dos voces bien templadas, la guitarra de Murillo, el charango de Palenque, todo funcionaba bien. Sin embargo, en noviembre de 1967 se deciden a incorporar una tercera voz junto al cadencioso sonido del bombo indio. La nueva adquisición artística era Reinaldo Peñarrieta, más conocido como “Tito”. El tercer “Caminante” permitía volver al esquema de trío, que fue la tónica dominante en 1963 cuando el grupo original estuvo conformado por Pepe Murillo, Emilio Guachalla y Oscar Moncada.


Tito Peñarrieta ya conoció a Palenque cuando ambos formaban parte del conjunto “Inti Huasi” y seguramente ese fue el puente del reclutamiento.


La peña


El periódico “El Diario” del 26 de noviembre de 1967, no sólo informa sobre la inclusión de Peñarrieta, sino sobre la próxima gira del grupo por todo el interior de la República y más adelante por Buenos Aires, lugar de permanente peregrinación de los artistas bolivianos, no sólo por la presencia masiva de compatriotas, sino por el gran aprecio que había en esa época por el folklore boliviano entre el público porteño que vivía fiebres tercermundistas.


“Los Caminantes” comenzaban así una larga etapa de idilio con la Argentina donde grabaron discos y participaron en varios conciertos.


Otra de las noticias presentadas por “El Diario” de esa fecha es que los miembros del trío se compraron la peña Kori Thika, con lo cual consolidaban su situación de promotores del folklore en la ciudad de La Paz. El local, ubicado en la calle Juan de la Riva 1435, se convirtió en poco tiempo en un lugar de referencia de la buena música nacional. Con el tiempo llegó a tener un elenco estable que incluía, además de a sus dueños, a los grupos “Los del Norte”, “Los Cebollitas”, “Las Hermanas Saldaña” y a Víctor Hugo Leaño. La peña Kori Thika fue parte de una época en la que los espacios dedicados a la música boliviana eran todavía muy escasos. Junto a la tradicional “Naira” y la “Tiwanacu” conformaban la oferta total en La Paz.


La academia


“Adquirimos la peña con la intención de organizar en ella una academia donde se enseñará la interpretación de instrumentos folklóricos como el charango, la quena, el erke, la guitarra, el bombo y la caja”, le decía Pepe Murillo al periodista. Los trámites para esta singular escuela de folklore estaban en ese entonces en el Ministerio de Educación y en los expedientes se explicaba que el periodo de estudio duraría cuatro meses, con una parte teórica al principio, y una práctica al final.


Los maestros de la academia iban a ser Pepe Murillo, Jorge Molina, Mario Gallardo, Carlos Palenque, Edgar Patiño, Zenón Ibañez y Tito Peñarrieta.


Rumbo a los Estados Unidos


Iniciado el año 1968 puede decirse que “Los Caminantes” consiguen la madurez en su estilo y trabajo de conjunto. El trío Carlos, Pepe y Tito se vuelve estable y la senda de los conciertos se hace ininterrumpida. Palenque comentaba en una entrevista para el suplemento Ventana de La Razón (14-5-1995) la manera en que la vida de artista se fue haciendo el centro de su existencia: “Éramos bohemios, vivíamos en la noche, viajábamos por todas partes y grabábamos muchos discos. Nosotros vivíamos por ejemplo en la Argentina, digamos dos o tres meses, después volvíamos, entonces nos íbamos a vivir al Perú, estábamos allí dos meses, y así sucesivamente”.


Así, errantes y bullangueros, fueron convocados un día por el embajador de Bolivia en los Estados Unidos, Julio Sanjinés Goitia. El diplomático ya había arreglado todo para que el trío se presente en varios escenarios de ese país del norte. Emocionados ante la posibilidad de hacer resonar con su música vibrante las modernas salas de concierto norteamericanas, “Los Caminantes” prepararon un repertorio nuevo y bien ensayado.


Su primera presentación tuvo lugar en el Museo Smithsoniano de Washington el 15 de noviembre de 1968. Allí estaba instalado el stand que Bolivia presentó en la Feria de Texas y el trío se ocupó de acompañar con sus canciones la muestra conformada por objetos y fotografías representativas del país. Sanjinés Goitia logró que las piezas del stand sean trasladadas por las compañías aéreas Braniff y Fairchald Boeing sin costo alguno hasta la capital de los Estados Unidos. La exposición duró un mes y todos esos días estuvieron amenizados por “Los Caminantes”.


Otro de los eventos importantes de la aventura norteamericana de los folkloristas fue el concierto que dieron el 18 de noviembre en honor de varios senadores estadounidenses, miembros del cuerpo diplomático, inversionistas y agentes de turismo. Mil doscientas personas asistieron al espectáculo, entre ellos, el señor Earl Waren, ex presidente de la Corte Suprema de EE.UU. quien dijo que “de la música latinoamericana, la que más le gusta es la de Bolivia” (El Diario, 9-12-1968).


El primero de diciembre ofrecieron su talento en el teatro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) junto a los ya consagrados “Chalchaleros”, Eduardo Falú, Chabuca Granda y “Los cuatro Hermanos Silva”. Luego grabaron programas especiales de radio en “La Voz de América” y la radio WFAN. Posteriormente el trío boliviano visitó el canal 14 de televisión, presentó un recital en Western College y otro en la Universidad de Georgetown.


La gira del grupo continuó más adelante por cinco estados de la Unión Americana, entre los que estaba Nueva York, donde fueron invitados de honor en un festival de la canción folklórica americana y Chicago, ciudad en la que grabaron un disco con el prestigioso sello “Mercury”.


Al finalizar su paso por los Estados Unidos, “Los Caminantes” regresaron lentamente al país, haciendo su paso por México, además de otros países centro y sudamericanos. En la capital azteca actuaron en el canal nueve.


Sumados los días, el grupo estuvo fuera del país por un lapso de tres meses. En ellos no perdió la oportunidad de amenizar la fiesta de Año Nuevo, el martes 31 de diciembre de 1968, en el Hotel McAlpin de la calle 34 de Nueva York. En la actuación ofrecida en el auditorio “Andrés Bello” del BID en la calle 17 de la misma ciudad, Carlos, Tito y Pepe interpretaron 13 canciones de Chile, Perú, Argentina, Colombia, Paraguay, Venezuela y por supuesto Bolivia. Allí no faltaron el taquirari “Sombrero de Sao” del poeta Pedro Shimose o el huayño “Despacito”, compuesto por Murillo y Palenque.


Otra de sus actuaciones más aplaudidas en Nueva York fue la que impulsaron en el restaurante “Illimani” el 14 de diciembre. El local de la avenida Roosevelt de la capital de los rascacielos estuvo abierto tres noches para recibir a todos los latinos y neoyorquinos decididos a apreciar el folklore boliviano.


Las imágenes que se conservan de aquellos eventos muestran a los tres con coloridos ponchos de aguayo sobre los hombros, saco y corbata, patillas a la moda y el entusiasmo contagioso reflejado en el rostro.


El rumiñahui de oro 69


A su regreso a Bolivia, los muchachos coronados de laureles, decidieron cambiar de aspecto, por lo menos dos de ellos. Pepe y Carlos se dejaron crecer la barba, mas no el bigote, era la conocida “chiva” o “perilla” que les daba un aire más adulto. Con el paso del tiempo, sólo Palenque mantendría ese rasgo.

Así asistieron al siguiente festival en la capital ecuatoriana.


En diciembre de 1969 se conmemoraba un aniversario más de Quito. Por ello sus principales autoridades organizaron ese año el Segundo Festival Latinoamericano de la Mitad del Mundo, un encuentro tan atractivo como su propio nombre.


Asistieron delegaciones de ocho países del Continente: Argentina, Perú, Paraguay, Chile, México, Brasil, Ecuador y Bolivia. De nuestro país los conjuntos más ovacionados en el coliseo cerrado de los deportes de Quito fueron “Los Trovadores de Bolivia”, los campesinos de Umala y “Los Caminantes”. Estos últimos sedujeron al público cuando comenzaron a tocar con innegable maestría, temas como “Vasija de Barro”, “Sombras” y “Pobre Corazón”, bellas piezas del folklore ecuatoriano. Más adelante el trío anunció que estaba a punto de grabar el álbum “Caminando por América”, en el que incluirían parte del repertorio del país anfitrión.


El Festival de la Mitad del Mundo, en directa alusión a la situación geográfica del Ecuador, fue ganado por Bolivia, país que se llevó a casa el máximo trofeo denominado “El Rumiñahui de oro”, entregado a la delegación por Fabián Vasconez Román, presidente del comité de fiestas.


El jurado calificador que falló en favor de Bolivia estaba conformado por representantes del comité de fiestas, del municipio de Quito, de la Unión Nacional de Periodistas, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y por el coordinador de las fiestas.


El diario “El Comercio” de Quito recoge en su edición del 6 de diciembre de 1969 las expresiones de “Los Caminantes” tras recibir el galardón: “Trajimos la música de nuestro pueblo y nos llevamos el cariño del pueblo de Quito para Bolivia. (...) No esperábamos el triunfo y menos el extraordinario aplauso que nos brindó el pueblo de Quito. Creímos encontrarnos lejos de nuestra tierra, pero vamos a ella convencidos de que América es una sola. (...) Para Bolivia no es sólo un premio, es, más bien, el corazón ecuatoriano que lo llevamos a nuestro pueblo”.


Otro de los rasgos innovadores del festival quiteño fue la presentación de los conjuntos visitantes en los barrios de la ciudad. Nuestros grupos debutaron en la zona de Santa Lucía junto a los del Paraguay.

El lunes 8 de diciembre la delegación boliviana bajó las escalerillas del avión que la transportó de regreso a La Paz. Ante los fotógrafos de la prensa, Pepe Murillo aparece en medio de todos levantando orgulloso “El Rumiñahui de oro”. Horas antes habían sido despedidos por el presidente ecuatoriano Velasco Ibarra en una recepción realizada en el Palacio de Quito.


Uno de los más entrevistados al regreso fue Alberto Villalpando, el presidente de la delegación, quien explicó que fue un grupo bien equilibrado y disciplinado, lo que permitió ganarse el corazón del público y del jurado. Los 17 artistas galardonados entregaron el trofeo al presidente de la República, Alfredo Ovando Candia, quien les prometió la presentación del grupo en el Palacio de Gobierno ante un grupo de representantes diplomáticos.


La estatuilla del festival se inspiró en Rumiñahui, uno de los generales del ejército del Inca Atahuallpa que resistió tenazmente el avance de las tropas españolas dirigidas por Sebastián de Belalcázar, quien fundó la ciudad de Quito, el 6 de diciembre de 1534.


La cosecha de aplausos: Más discos, premios y giras internacionales



Con la cercanía a los años 70, algunos artistas como Benjo Cruz se radicalizaron y comenzaron a hacer canción política. “Los Caminantes” mantuvieron su apego al folklore tradicional y sobrepasaron indemes la ola de las rebeldías sociales. Sin embargo, no por ello dejaron de cantarle a los mineros o a los periodistas de izquierda que intervinieron “El Diario”


Los artistas de moda en las postrimerías de los años 70 eran la apuesta Zulma Yugar, “Los Caballeros del Folklore”, “Los Chaskas”, Guillermo Boutikoffer en su teclado, la espigada Gladys Moreno, la graciosa Hortica Gutiérrez, José Zapata, “Los Caminantes” y el chapaco Benjo Cruz. Todos ellos aparecían en los grandes anuncios de prensa que invitaban a visitar peñas como la célebre “Ollantay” de Quillacollo.


El trío Palenque, Murillo, Peñarrieta era uno de los más apreciados por el público. Quizás por eso el sello “Lyra” acababa de lanzar su exitoso larga duración editado en forma de álbum con una selección de sus mejores doce canciones. Luis Dueri, el gerente de la empresa disquera, estuvo presente en el lanzamiento de la placa realizada en la peña Kori Thika, de propiedad del grupo musical. En esa ocasión, el trío interpretó sus primeras piezas con el acompañamiento de instrumentos de vientos, antes no utilizados por ellos. Así a las tradicionales guitarra, charango y bombo de “Los Caminantes”, se unieron las zampoñas y las quenas.


Las minas, el compromiso


En el país corrían tiempos difíciles. La guerrilla del Che Guevara había sido derrotada en Ñancahuazú, pero sus secuelas sobre la conciencia de muchos jóvenes universitarios recién rendía sus frutos. Tras la muerte del General Barrientos, los sectores nacionalistas del ejército habían sellado una alianza con grupos de intelectuales de izquierda para asumir algunas medidas que recordaban a las acciones posteriores a la insurrección de abril de 1952. Bolivia vivía los ecos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y en muchos espacios de la vida social el marxismo se convertía en el credo cotidiano.


Esta influencia llegó también al núcleo de artistas nacionales que tantos éxitos cosechaba en ese tiempo. Benjo Cruz fue el más atraído por las nuevas corrientes políticas que hablaban de construir el socialismo a la manera de Cuba o China, países atrasados como Bolivia, que parecían haber encontrado la fórmula para dar el gran salto hacia el progreso. Como consecuencia de ese compromiso, el chapaco Cruz murió en la guerrilla de Teoponte junto a los más esclarecidos dirigentes universitarios de la época.


“Los Caminantes” no recorrieron la senda de la politización, pero pese a ello no descuidaron el vínculo con los portadores de tales acciones que formaban parte del mundo popular que los aplaudía. En mayo de 1969, por ejemplo, fueron contratados por el Departamento de Desarrollo Social de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) para actuar en varios distritos obreros, entre ellos, Colquiri. Dos meses antes habían actuado en las minas del Consejo Central Sud como Telamayu.


El folklore por política


Con respecto a la ola de izquierda que inundaba el país, un periodista del matutino “Presencia” les preguntó a “Los Caminantes” en agosto de 1968 por qué habían presentado una canción del folklore argentino advirtiendo que había sido dedicada al Che Guevara. La respuesta grupal retrata su posición frente a los signos de sus tiempos: “Anunciamos este tema para mostrar un ejemplo de poesía moderna incluida en el folklore. No porque nos creamos identificados con la creación musical y menos con la ideología del Che”. Carlos Palenque dijo específicamente sobre el particular: “Nosotros hacemos arte, hablamos el lenguaje de la música que no conoce diferencia de idiomas, de ideologías, nuestra política es el folklore”.


Más adelante, el 16 de noviembre de 1970, Palenque, Murillo y Peñarrieta acompañaron con sus ritmos a los trabajadores del matutino “El Diario” en el Día del Gráfico. El acto de homenaje no dejaba de tener su contenido político, puesto que el periódico había sido prácticamente confiscado a sus dueños por sus asalariados bajo el amparo del gobierno nacionalista del general Juan José Torres. Bolivia estaba en la cresta más alta del radicalismo de izquierda y se vivían los tiempos de la Asamblea Popular con las fotos de Lenin y el Che presidiendo el hemiciclo parlamentario. Entre el público de “Los Caminantes” estaban el prefecto de La Paz, José María Centellas, el dirigente minero comunista Simón Reyes, el mayor de ejército Rubén Sánchez y el subsecretario de Informaciones, Oscar Peña Franco. Nueve meses después todos ellos partirían al exilio a consecuencia del golpe de Estado de Banzer.


Un compositor en taxi


En esa época, “Los Caminantes” revelaron que uno de sus compositores estrella se llamaba Mario Murillo, al que calificaron como “un hombre de la calle”, pues no se trataba de un músico profesional. Por el contrario, era de un taxista común y corriente que en sus ratos libres se transformaba en un compositor innato. Él, junto a la famosa Lola Sierra de Méndez, aparecen con frecuencia como los autores de las canciones del trío en las cercanías de los años 70.


En marzo de 1970, el trío boliviano emprendió otra gira por el sur de América. En la ruta estaban previstas las ciudades de Buenos Aires y Montevideo. En realidad “Los Caminantes” concurrieron a un espacio ya ganado con anterioridad, pues son pocos los que no los recuerdan como cultores del folklore boliviano en la Argentina y Uruguay.


Hasta entonces el conjunto había visitado escenarios de EE.UU., México, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Panamá, Chile, Perú, Ecuador y por supuesto la Argentina.


En Buenos Aires se reencontraron con la folklorista argentina Julia Elena Dávalos con la que gustaban conformar un cuarteto para actuar con piezas del acervo latinoamericano. Dávalos, bautizada por ellos como su “novia artística”, los conoció en La Paz cuando cantó en la peña Kori Thika, de propiedad del trío, y más tarde en la popular Radio Nueva América.


Otra de las actividades de los folkloristas en la capital argentina fue grabar una pieza de su repertorio con el conocido César Isella, ex miembro de “Los Fronterizos”, a fin de incluirla en el disco “América Joven” del sello Philips. Además de sus presentaciones en el canal 13 de televisión, “Los Caminantes” actuaron en renombrados lugares nocturnos bonaerenses como “El Hormiguero”, el “Patio de Jaime Dávalos” y “El Palo Borracho”.


En Montevideo, estos bolivianos triunfadores cantaron en la peña “El Cojinillo”, propiedad del famoso grupo “Los Olimareños”. Carlos Palenque se anticipaba ante el periodista Waldo Pinto Oblitas la forma en que viviría la experiencia de Montevideo con las siguientes palabras: “A la orilla del mar, en la avenida Rampla que bordea la hermosa costa, hay un elegante restaurante que se llama “Chalet”, donde el encanto de las noches de luna se acentúa con una oración de amor; allí también actuaremos para el público montevideano y para los turistas que en este época visitan aquel paraje de ensoñación”.

Estas travesías por el río de La Plata tuvieron como feliz desenlace un interesante concierto de “Los Caminantes” en cuarteto con el folklorista argentino Jorge Cafrune realizado en julio de 1970 en la ciudad de La Paz. La cita se dio en ocasión del aniversario de la gesta libertaria de Pedro Domingo Murillo en la sede de gobierno de Bolivia.


Disco de oro


El folklore nacional les debe varias canciones a “Los Caminantes”, que siempre se ocuparon de enriquecer el patrimonio musical de Bolivia. Entre los temas más interpretados por ellos están, por ejemplo, “La Cueca del Caminante” de Pepe Murillo, la zamba “Juana Azurduy de Padilla” del poeta Jorge Suárez, “El Chupa” de Carlos Palenque, “Lunita Camba”, un taquirari de Percy Ávila, “La Culpable” de Luis Achá Martínez y “Agüita de Putiña”, tema tradicional de la región de Puerto Suárez. Después de grabar en sellos Lyra, estos cultores de la música folklórica se convirtieron en artistas exclusivos de Phillips en virtud de su resonante éxito. Para ello acudieron a los estudios “Polydor” de esta empresa internacional en Buenos Aires para grabar el memorable larga duración “Auténtico Folklore Boliviano”. Era la primera vez en la historia que un conjunto musical boliviano imprimía un disco de difusión continental.


Su primer lugar en ventas les confirió el Disco de Oro en 1969, otorgado por la alcaldía de La Paz y la Cadena radial Tricolor dirigida por el comunicador Daniel Alarcón. Una distinción similar correspondió al mismo tiempo a “Los Jairas”, que también estuvieron ese año a la vanguardia en venta de copias. El Disco de Plata fue para la orquesta Swingbaly y el grupo “Los Huaycheños”.


La última actividad del año 1970 fue en octubre cuando el exitoso trío se trasladó hacia la ciudad peruana de Puno, muy cerca del lago Titicaca, donde tuvo lugar el Primer Festival Internacional de Intérpretes de la Canción. En la cita, el conjunto obtuvo el “Tumi de Oro” por su destacada actuación.

La realización de este encuentro demostraba una vez más el enorme interés que existía en esos años por promocionar las expresiones artísticas vernaculares. Incluso una ciudad tan pequeña y alejada de su capital como Puno se daba el lujo de organizar un certamen con el rótulo de “internacional”.


Más hitos de gloria: Paraguay, Perú, Chile: se va Tito, llega Percy


“Los Caminantes” terminan su andar en la década del 70, Carlos se dedica a la radio, Pepe continúa como solista y Tito se sumerge en sus actividades privadas. De cuando en cuando unieron sus instrumentos para recordar viejos tiempos; el 8 de marzo uno de ellos se fue para siempre, y los demás lo despidieron con el alma desgarrada.


Al comenzar el año 1971 el encargado de negocios de Bolivia en Asunción, Lessin Méndez Maldonado, recibió en el aeropuerto de la capital paraguaya a los tres jóvenes componentes del grupo folklórico “Los Caminantes”. El escenario escogido para su recital fue el Centro Cultural Paraguayo-Americano y los principales invitados dentro del público eran los profesores del inglés de la institución. El grupo interpretó piezas del Continente y de Bolivia usando zampoña, charango, bombo, tarka, guitarra e incluso un cuatro venezolano, la especialidad de Carlos Palenque. Entre las canciones que se dejaron oir en esas noches estaban “Zamba del Carpintero” de la Argentina, “Campesina” de Colombia, “Si vas para Chile” de ese país, “Alma llanera” de Venezuela, “Mosaico ecuatoriano” y “El Indio” de Ecuador y “Mi dicha lejana” de Paraguay.


Otro show en tierra guaraní tuvo como escenario la radio Charitas con el auspicio de la embajada de Bolivia en Asunción.


El 21 de enero de 1971, los recibió en su despacho nada menos que el presidente de ese país, el general Alfredo Stroessner, quien vestido de civil, los felicitó por sus actuaciones y les deseó el mayor de los éxitos en tierra paraguaya.


La prensa del vecino país dio amplia cobertura a nuestros compatriotas. En “La Tribuna” de Asunción un cronista afirmaba: “En estos cantos indígenas de América laten la ingenuidad, toda la melancolía, todas las añoranzas y también todas las alegrías de sus razas. Son poemas de ternura de un ritmo avasallador y de color. Poemas de rebeldía y de esperanzas”.


Como apunte curioso, el mismo periodista observa que la ropa de “Los Caminantes” era “la de los charros de La Paz en día de carnaval”, confundiendo el colorido de los sacos tejidos con aguayo con los atuendos mexicanos.


Una entrevista realizada por el mismo periódico registra que Carlos Palenque es el más conversador del trío, que ellos quisieran viajar al interior del Paraguay para conocer al público de las provincias y que regresan a La Paz conmovidos por el gran cariño demostrado por el pueblo asunceno.


Distinción y relevo


A su retorno del Paraguay, “Los Caminantes” se pusieron terno y corbata para recibir un premio especial de la Asociación Boliviana de Turismo (Abotur), que los distinguió por su dilatada presencia internacional. Darius Morgan, representante de Abotur remarcó que esa era la primera vez que se entregaba una plaqueta semejante a un grupo musical.


A fin de año, el trío volvería a hacer honor a esa condecoración al participar en el Quinto Festival Folklórico de la Puna realizado en la ciudad fronteriza de La Quiaca, Argentina. Sin embargo a esas alturas ya se había producido un cambio en la composición del conjunto, uno de los “caminantes” se fue para ser reemplazado por otro. Tito Peñarrieta dejaba a sus compañeros y se encargaba de aclarar que no lo hacía por razones de salud como dictaba el rumor, sino por razones de orden monetario. En sustitución suya se integra Percy Bellido, otro excelente músico que acompaña al dúo Palenque-Murillo hasta la disolución de conjunto.


Para el año siguiente, 1972, les llega una invitación para acudir a Lima, la capital del Perú, al Primer Festival Internacional de Agua Dulce. Los patrocinadores son dos periódicos de orientación izquierdista como “Expreso” y “Extra”. La realización de este encuentro se tiñe rápidamente de polémica cuando el columnista Francisco Moncloa, uno de los promotores del Festival, escribe que los textos de muchas canciones interpretadas en el certamen “ofenderán a los periódicos reaccionarios” como “La Prensa” y “El Comercio”. En efecto, el 11 de febrero la serie de conciertos culmina con un éxito resonante y no es para menos, artistas tan conocidos como Víctor Heredia, Alfredo Zitarrosa, Patricio Mans e Isabel Parra eran de la partida.


El de Agua Dulce fue un nítido encuentro de los representantes más famosos de la llamada Nueva Canción Latinoamericana, tan próxima a la Revolución Cubana y al proceso que en ese momento vivía el Chile de Allende.


En tierra de Víctor Jara


El escaso interés de “Los Caminantes” por la política no impidió que acepten ser convocados cuando el Chile “socialista” de la Unidad Popular les pidió que tocaran para el pueblo de ese país.


Es así que planificaron una gira por seis ciudades chilenas. Santiago, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, Chillán y Valdivia fueron los puntos del itinerario. Los anfitriones eran la Universidad de Chile y el Canal 9 de televisión.


Las butacas del teatro del Instituto de Extensión Musical de Santiago, de la sala “Lázaro Cárdenas” de Chillán, del auditorio de la Universidad Técnica de Valparaíso y del teatro Concepción de la misma ciudad se vieron colmadas de gente interesada en apreciar el rico folklore del otro lado de Los Andes. “Los Caminantes” también visitaron Temuco con el mismo éxito.


Antes los mismos escenarios fueron ocupados por “Los Chalchaleros”, “Los Fronterizos”, el grupo “Perú Negro” y Víctor Jara, posteriormente asesinado durante el golpe de Estado del general Pinochet.


Uno de los conciertos del grupo boliviano fue en beneficio de los damnificados por los últimos temporales que azotaban el país vecino. El periódico “La Nación” de Santiago, en el clásico estilo de ese tiempo histórico, anotaba el 7 de julio de 1971: “La esposa del compañero presidente, Tencha Bussi de Allende, les brindó muchas atenciones a los artistas del altiplano”.


La tele


A principios de la década del 70, la televisión ya era una realidad en Bolivia. “Los Caminantes” que habían sido los primeros en aparecer en la pantalla chica cuando ésta todavía formaba parte de un experimento de circuito cerrado en La Paz, no perdieron la oportunidad que ese medio brindaba a los artistas para hacerse conocer ante un público más amplio. Su canto fue parte de las primeras emisiones de televisión boliviana y por ejemplo, el 8 de abril de 1972 fueron los protagonistas centrales del programa “Tesoros de Bolivia” transmitido los sábados a las diez menos veinte de la mañana. Quien más adelante se consolidaría en las pantallas y los micrófonos iba a ser Carlos Palenque, quien abandonó la música por esta nueva actividad que lo hizo aún más conocido que el charango.

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