Pijchando victorias junto a Filipo senador
En Cochabamba, la marea cocalera ha alcanzado su primera aurora. Los ojos inquietos de Filemón Escobar apenas pueden creer lo que observan. No sólo ha dejado de ser el mal pronosticado único senador del MAS, sino que ya lo secundan siete seguros colegas de su partido y hasta se atreve a esperar a un octavo, el de Chuquisaca.
Publicado en 2002
El jeep Land Rover avanza con fatiga por la avenida asfaltada y semi desierta. Al volante, con la mirada aguijoneante y los cabellos alborotados, pisa el acelerador un eufórico caballero. Las tres chicas de la gasolinera lo reconocen al instante.
“Ahí viene don Filipo”, habrá pensado la más risueña. El auto se detiene y de la ventanilla asoma un periódico extendido y apremiante. “¡Ya somos primeros en La Paz, carajo!”, estalla la voz de trueno tras el telón de papel. Las muchachas se abalanzan sobre la página. Recorren las tortas estadísticas de grafía diminuta hasta encontrar las tres letras ansiadas: MAS. Comprenden de inmediato que algo se ha despertado en el país. El hombre que las increpa salta del auto radiante. El triunfo le rebalsa por los poros, mientras ellas se lo festejan a mandíbula batiente: “No te olvidarás pues de nosotras, ahora que eres senador, nos invitarás a cenar...”. Él se ríe y les recuerda el día en que les regaló poleras con la cara estampada del Evo. Las chicas le subrayan que ellas ayudaron a repartir bolsas de coca al potencial votante de paso y que sólo por eso, unos adinerados de vehículo de lujo les gritaron “¡imillas!”.
Minutos más tarde, el jeep sigue su ascenso por una callejuela empedrada. “Esta gente tiene la bandera del Manfred sólo porque su tienda no está legalizada en la alcaldía, pero igual han votado por nosotros”, señala Filemón, mientras, en efecto, la señora tendera alza la mano y le despacha una sonrisa. El senador Escóbar vive en el barrio de Los Trojes, nada menos que al frente de la casa del Bombón. La whipala y la bandera azul, negra y blanca ondean sobre el techo del ex minero como desafiando a la amurallada mansión del Capitán. El viernes, la gente allegada a Evo Morales organizará una khoa en la casa del Filipo y hará sonar música de banda a máximo pulmón para que el Manfred se entere del tamaño de su júbilo. Dice que unos metros más abajo hay dos casas de la DEA norteamericana. Allí también oirán la intrusa algarabía.
Horas después, el senador más feliz de la comarca fuma y toma café en jarro enlosado y con sobredosis de azúcar dentro de las oficinas-galpón de la Federación de Campesinos del Trópico Cochabambino. En la mesa está regados los periódicos. “Primeros en La Paz, en Oruro, acá, segundos en Potosí...”. El recuento se reitera una y otra vez como oraciones en misa. Filemón dice que ésta es su primera victoria en 50 años y que “de un solo puñete”, ha puesto fin a todos sus adversarios políticos: la derecha con la que libró añejas batallas en sus días de trotskista o minero katarista, pero también la izquierda que le dio la espalda para tildarlo de caduco y radical trasnochado. “Yo me quería hacer dar un infarto esa misma noche, porque para morir hay que morir así, victorioso”, subraya, mientras rememora el crepúsculo de aquel 30 de junio electoral, cuatro meses antes de su cumpleaños número 68.
En 1961, Filemón Escobar fue detenido y confinado en Puerto Villarroel, poblado escondido del Chapare. Cuatro décadas más tarde, el ex dirigente minero siente que ese y otros sitios de deportación del pasado son hoy el corazón de una nueva fiebre política nacional, que tiene como cuna el vientre de la hoja de coca.
Llega un grupo de militantes airados. Son tres compañeros que quieren denunciar que en varias mesas del trópico se han encontrado “algunos” votos a favor del MIR y el MNR y sale un “¡cómo es posible!”, proclamado en clave de indignación. “No podemos permitir eso”, advierte uno de ellos pensando que en las circunscripciones conquistadas sólo debería haber votos azules. “Ustedes ya también se están yendo al otro extremo, compañeros”, sacude la cabeza Filipo, mientras coge un puñado de coca para pijchar. Y es que Evo está acostumbrado a las goleadas: 83 por ciento en el territorio que lo acaba de reponer en el curul del que todos los partidos del sistema lo expulsaron en marzo. Muchos de esos verdugos han quedado ahora fuera del parlamento. “Es la venganza de la coca. Jodida es cuando castiga”.
Llega hasta el escritorio un gordito preocupado. Su mayor temor consiste en que el MAS termine primero en Potosí, departamento en el que el partido sólo consiguió convencer a una persona para que postule al senado. “¿A quién ponemos si ganamos?”, se pregunta angustiado sin saber cómo llenar el hueco producido por una victoria tan inesperada. “Y, ¿por qué no tenemos pues la lista completa?”, quiere saber Filemón. “Es que nadie quería”, le responden.
Muy pocos digieren con normalidad el tamaño de semejante ascenso. Uno a uno van llegando, las caras morenas, las abarcas rotosas, los abrazos que martillean las espaldas. Nadie sabe bien cómo lo han logrado, pero de lo que sí están seguros es de que el MAS pondrá a raya al gobierno que asome la cabeza el seis de agosto. Una militante de NFR se acerca para rogarles que voten por Manfred, “hay que evitar que el Goni se consolide y venda lo que queda de la Patria”, les suplica. El viejo minero explota en su propio vozarrón: “Tú te estás engañando, cojuda, ¿cuál “consolide”?, no hay eso, cualquiera que suba está para un sopapo. Ahora sí tenemos un instrumento de masas, no podemos seguir pensando en la teoría del mal menor, entendé de una vez a ver...”. Candidatos electos y campesinos de base ríen al escuchar el regaño. Eso es sentirse súper poderoso.
Filipo pide otro café, más coca, “pijcharemos”, todo es gracias a la coca, sí, ahí está la causa de todo. “No, no es el Rocha, esto ya tenía que llegar”, se convencen mutuamente y no dejan de mirar las gráficas de los diarios...”primeros en La Paz, carajo”.
Filemón Escobar: “No es triunfo del MAS, es de los sindicatos”
¿No les ha quedado demasiado grande esta victoria? La pregunta va dirigida a Filemón Escóbar, el “viejo” al que muchos cocaleros reconocen “haberles enseñado a hacer política”. Ya van 15 años de esa vida dedicada a la agitación en el Chapare. El ex minero de rasgos palestinos nos recuerda que siempre ha predicado la urgencia de borrar la frontera entre sindicato y partido y que el triunfo del MAS es de las federaciones y gremios, no de un puñado de militantes esforzados y satisfechos. “El MAS es un instrumento político de las organizaciones sindicales, porque quienes han entrado a la campaña electoral han sido ellas, sobre todo las centrales campesinas. En el norte de Potosí, el trabajo lo hicieron los ayllus, que operaron con el nombre de MAS. En el trópico cochabambino no es que gana el MAS, ganan las seis federaciones, que son lo fundamental del instrumento político y que le dan a Evo Morales una victoria increíble”, informa. De modo que no hay victoria ancha que no pueda ser llenada por el tejido organizativo de la gente. Hacer política electoral se ha convertido en un mandato de asamblea y hasta hay un secretario electo en cada directiva que se encarga de construir el instrumento político. En ese sentido, el MAS es apenas el brazo partidario del vasto mundo sindical.
Sin embargo, este año los triunfos se han dado por primera vez en las ciudades, donde los sindicatos no son ni tan fuertes ni poseen un control territorial como en el campo. Aquí, Escóbar reconoce que el MAS tendrá que copiar en algún grado la estructura clásica de un partido político, es decir, ganar militantes diversos y dispersos, y crear una organización que ya no saldrá de las actividades naturales de la población. Sin embargo, podrían adherirse también sindicatos obreros o gremios. En La Paz hay líneas de minibuses completas afiliadas al azul, blanco y negro de Evo Morales.
Políticas nacionales
¿Sigue siendo el MAS una organización cocalera ahora que ostenta primeros lugares de votación en La Paz y Oruro? Escóbar reconoce que ya no solamente y que sobre todo a partir de ahora, las banderas serán nacionales. Pese a ello, subraya que si no hubieran atacado a la hoja de coca, nadie se hubiese planteado la necesidad de usar las elecciones como arma de defensa de la economía de los productores. Y dado que la coca es como la “moneda” de la cultura andina y amazónica, puesto que circula por cientos de labios, Evo Morales habría empezado a acaudillar a los consumidores del arbusto que, como sabemos, abarcan hasta el norte argentino. De ahí su impacto en diversas zonas del país. “La defensa de la hoja de coca nos permite a nosotros convertirnos en un instrumento nacional”, asegura el nuevo senador por Cochabamba. A partir de ahí, las consignas se expanden. El MAS quiere defender la coca, pero también el territorio de los pueblos indios, el agua, el gas, el derecho a ser diferentes y la necesidad de que nadie deba morir de hambre.
Oposición dentro y fuera
El MAS tiene lista una estrategia de oposición que hará temblar a ministros y guardianes de las instituciones. Escóbar anuncia que replicarán la experiencia de Evo, multiplicada por cinco. “Él proponía una cosa y la acompañaba con la acción directa de masas fuera del parlamento. Entonces vamos a hacer igual, por ejemplo, propondremos una ley para recuperar las riquezas naturales del país y vamos a poner en pie de combate a la nación boliviana hasta aprobarla”. He ahí la idea.
En ese camino, los del MAS esperan al “hermano” Felipe Quispe con los brazos abiertos. “Tiene derecho de protestar e insultarnos, pero tenemos la esperanza de que cumpla con sus primeras declaraciones en el sentido de que con el único que se va a aliar es con Evo Morales. Nosotros no vamos a responder a ninguno de sus insultos”, agrega.
No sucederá lo mismo con Alejo Veliz. Con él no hay trato posible. El senador opina que Veliz es un experto en engaños. Por ejemplo, le hizo creer a Manfred Reyes Villa que él controlaba el voto de la Bolivia quechua y campesina, pero no le dio ni uno solo a NFR. Al contrario, Escóbar piensa que Alejo salió airoso de la elección gracias al voto del Capitán y no al revés. Lo mismo habría pasado con René Joaquino, otro de los pilares endebles en la batería de alianzas de Reyes Villa.