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Breve biografía política de Evo Morales

Pinto, Navia, Sierra, Subercaseaux y Sivak han publicado biografías del actual Presidente de Bolivia. Son dos cruceños, dos chilenas y un argentino. Los primeros se burlan del biografiado, mientras los otros se esmeran por colocarlo en un altar. Ninguno se ocupó del líder político, aunque todos sucumben a la tentación de repartir anécdotas banales. Acá usamos sus datos logrando sin esfuerzo que el contenido relevante de tres libros quepa en este único artículo. Agregamos lo aportado por los cubanos Báez y De la Hoz, quienes, sin tanta algazara publicitaria, han escrito un libro sólido sobre el gobierno del MAS. En este artículo se ratifica la astucia política de Morales, en su tránsito de dirigente sindical a gobernante del país durante los últimos diez años, pero también su gran capacidad para moverse en las aguas de la democracia, apostando por un proceso que se asume como revolucionario.


El ciudadano boliviano Juan Evo Morales Ayma nació un 26 de octubre de 1959; el año del triunfo de la Revolución cubana, para quienes se deleitan montando asociaciones históricas caprichosas. Sus padres fueron Dionisio Morales Choque y María Ayma Mamani, dos campesinos avecindados en la comunidad de Isallavi, perteneciente al ayllu Sullka del cantón Orinoca, localizado en la provincia Sud Carangas del departamento de Oruro. Esta pareja, ya fallecida, tuvo siete hijos, aunque solo tres sobrevivieron a los efectos letales de la pobreza: Esther, nacida el 13 de noviembre de 1949; Evo, parido el día citado; y Hugo, que llegó al mundo el 3 de noviembre de 1963.


Hoy, los hermanos del Presidente viven en Oruro; ella, al mando de una carnicería; él, avocado a su labor de comerciante. Esther fue proclamada primera dama de la Nación el 21 de enero de 2006, pero nunca llegó a ejercer el cargo. Hugo formó parte del núcleo fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), pero sostiene desde 2005 un altercado indefinido con su famoso hermano, lo cual terminó de apartarlo de la actividad política. Evo tiene dos hijos: Eva Liz Morales Alvarado, orureña, nacida el 24 de septiembre de 1994, y Álvaro Morales Paredes, cochabambino, nacido un año después. Ambos viven junto a sus madres, Francisca y Marisol, en sus ciudades natales, y aparecen esporádicamente junto a su atareado papá en alguno que otro acto oficial. En febrero de 2016 se reveló la existencia de un tercer hijo, Ernesto Fidel Morales Zapata, nacido en 2007. Este niño, que vendría a ser el primero durante su larga Presidencia, habría muerto a los pocos meses. Su madre habría sido Gabriela Geraldine Zapata Montaño, ex gerente comercial de la empresa china CAMC con varios contratos con el Estado boliviano. Otras voces sostienen que el pequeño nunca nació.


Evo Morales sobrevivió a un parto difícil y estuvo a punto de engrosar las estadísticas de la mortalidad infantil. La partera, Luisa Morales, se ufanaba de haber salvado al bebé casi de milagro usando una masa compuesta por alcohol y harina. Una vez transcurrido el trance, el niño asistió a la escuela primaria de Calavilca, edificada a 5 kilómetros de su casa. Como todo muchacho campesino, tuvo que ayudar en las labores domésticas y productivas desde muy pequeño. Cuando cumplió los 6 años, acompañó a su padre a la provincia argentina de Jujuy, donde Dionisio logró ser reclutado en la zafra. En Galilea, plena zona cañera, Evo vendía helados para mejorar los ingresos del padre machetero. Cuando ambos retornaron a Isallavi, el niño había perdido tiempo escolar abundante y estaba rezagado con respecto a sus compañeros. Presionada por los ruegos insistentes del padre y algún modesto soborno, la escuela lo readmitió en el pupitre dejado meses atrás. A pesar de la brecha ocasionada por su viaje, Evo terminó como el alumno más estudioso de aquel año.


En todas sus biografías, se narra sin excepción la cruel espera de aquel niño pastor de ovejas y llamas, quien, junto a la carretera y su padre, esperaba el paso de los autobuses, desde donde los pasajeros lanzaban cáscaras de naranja o plátano, de las cuales ellos extraían la pulpa residual. Evo usa esa anécdota para retratarse en el pasado magro y hacer visible el contraste con su presente más afortunado.


Si bien era aplicado en las aulas, su auténtica pasión residía en las canchas. A sus 13 años, organizó un equipo de fútbol, “Fraternidad”, y un campeonato rural en el que solía destacar como centro delantero. Su amor por el juego conforma, en rigor, buena parte de su personalidad. Evo es un competidor neto, un luchador indoblegable, y, en muchos sentidos, un niño-adulto, es decir, alguien que disfruta de las refriegas y sonríe con sencillez en los camerinos.


Atraído por el fútbol, pero sobre todo por los deseos de sacudirse del hambre, acaba la primaria y se inscribe en el colegio “Marcos Beltrán Ávila” de la ciudad de Oruro. Su hermana Esther, diez años mayor que él, se le había adelantado y gracias a ello, juntos comparten techo y comida en la capital del departamento. Como muchos adolescentes urbanos, el estudiante Morales tuvo que alternar las aulas con el trabajo. En esos años se ganó la vida como panadero, ladrillero y músico de la Banda “Imperial”, a cargo de una de las muchas trompetas. También probó fortuna en las fuerzas básicas del club “San José”, pero tuvo que esperar a ser Presidente para poder lucirse en los principales estadios de la república.


Los registros coinciden en que Evo Morales no terminó el bachillerato. Los periodistas Pinto y Navia aseguran que formalmente venció el último año de escuela, pero advierten que el mismo Evo rechaza aquel logro, porque habría sido alcanzado de forma irregular a través de la complicidad de profesores y amigos. Todo parece indicar que llegó a culminar el penúltimo año, pero que ya después, todo fue ayuda externa y cariñosa “muñeca”. Sus calificaciones, develadas por sus biógrafos, muestran a un Evo Morales más inclinado por las ciencias humanas que las exactas. Era mediocre en física y química, pero bastante mejor en geografía, cívica, historia e inglés.


Hasta aquí ya tenemos la trayectoria convencional de un joven migrante campesino, que alcanza con relativa facilidad el rango de casi-bachiller.


Su politización



En 1978, Evo Morales acude al reclutamiento. El servicio militar es un rito de paso para la población masculina indígena de Bolivia, para la cual el tránsito por el cuartel es un puente hacia la madurez. Evo tuvo un trato relativamente preferencial; le tocó pasar un año en el regimiento Ingavi de Artillería, que en ese tiempo funcionaba en pleno Estado Mayor de Ejército. Allá, en Miraflores, sede de gobierno, Morales vistió el codiciado uniforme de policía militar.


Como soldado, fue trasladado en una ocasión a Coripata para reprimir al campesinado que se resistía a someterse al entonces presidente de facto, Juan Pereda Asbún. Él recuerda que los conscriptos acordaron disparar al aire o al suelo cuando se les ordenara matar a sus hermanos de clase. En aquella incursión hubo una baja campesina, producida por el oficial a cargo de la tropa, el teniente Maldonado. En 1999, cuando Evo permanecía bajo arresto por razones políticas, conoció a Miguel Calizaya, otro dirigente cocalero. En la celda ambos recordaron ese episodio en el que Evo vestía uniforme y llevaba arma de reglamento, mientras Calizaya formaba parte del grupo reprimido. 20 años más tarde, los dos militaban en el mismo bando. ¿Cuánto habrá influido esta experiencia en Morales?, ¿cuán politizador habrá sido este nexo con un Estado que abandonaba lentamente el autoritarismo castrense para dar paso a la democracia? Aún no lo sabemos. Para Evo, como para muchos conscriptos, aquella parece haber sido una etapa de dignificación y de solaz juvenil, en la que le tocó presenciar de cerca dos golpes de Estado, el de Pereda y el de Padilla Arancibia, a quien conoció fugazmente en sus horas de guardia, cuando éste fungía como Comandante del Colegio Militar.


En 1980, Dionisio y María toman la decisión de abandonar Isallavi a causa de los desastres naturales, que acababan de aniquilar el 70% de sus cosechas. Erosionada su base de subsistencia, tomaron todo su patrimonio para probar suerte en zonas más cálidas. Primero indagaron en Los Yungas, aunque finalmente decidieron asentarse en Puerto San Francisco, Chapare, Cochabamba, sobre 10 hectáreas de terreno. Liberado del cuartel, Evo acompañó a su familia en esta aventura colonizadora. La familia Morales Ayma incursionó en nuevos cultivos: coca, naranja, plátano y arroz. En una entrevista con el ecuatoriano Alejandro Landes, Evo confirma que aquel desplazamiento hacia el trópico permitió salvar plenamente la economía familiar, “se ganaba bien en ese tiempo”. En 2009, ya convertido en Presidente de Bolivia, les contó a los corresponsales extranjeros que en ese tiempo tenía que cocinar el desayuno y el almuerzo para sus 18 peones, con quienes madrugaba para sembrar y cosechar los frutos de la tierra. Ahí vemos a Evo transformado en un agricultor relativamente próspero, capaz de crear empleos.


En 1981, en plena dictadura, un grupo de militares embriagados arresta a un campesino en el cantón Chipiriri y lo quema vivo. Evo Morales asegura que ese crimen desencadenó en él un enérgico compromiso en la defensa de sus compañeros de trabajo. Habría sido ese asesinato, y no el de Coripata, el que aceleró su interés por la política. Confiesa que hasta entonces no lograba distinguir entre una democracia y una dictadura. Le parecía que todo gobierno, sea cual fuere, era como el padre de sus ciudadanos y que, por lo tanto, “jamás un padre podría llegar a quemar a su propio hijo”. A los 22 años, Evo empezó a dudar del funcionamiento óptimo del Estado boliviano y ya cavilaba sobre su imperiosa reforma.


De la mano del fútbol, como lo había hecho en Oruro, se fue abriendo paso entre sus iguales: los colonizadores del Chapare. Allá también fundó un equipo, “Nuevo Horizonte”, y acarició la copa del campeonato dentro del torneo de la Central “2 de Agosto”. Cabe recordar que el fútbol ya fue un motor de aglutinamiento sindical en los años 70 cuando otro aymara, Genaro Flores Santos, destacó como dirigente de la provincia Aroma organizando torneos de balompié. Las biografías de los líderes agrarios en Bolivia concentran tres ingredientes vitales: cuartel, escuela y cancha.


Pero, claro, los enfrentamientos en el Chapare y su consiguiente politización, apenas empezaban. En 1982, ya con la democracia recuperada, Evo Morales se convirtió en secretario de deportes y de actas del sindicato “San Francisco”. Su ascenso no pararía hasta llegar al podio de la secretaría ejecutiva de la Federación del trópico en julio de 1988, desde donde se perfilaría como máxima figura cocalera del departamento de Cochabamba. La fórmula que organizó con sus más cercanos colaboradores se llamaba Frente Amplio de Masas Antiimperialista (FAMA). Un dato curioso es que mientras los demás líderes campesinos estaban normalmente afiliados a distintas siglas políticas, Evo se preservó como a-partidista hasta confluir junto a los propios sindicatos en su actual organización partidaria. En tal sentido, no vino de una militancia, la fue forjando y haciendo proliferar de manera directa desde su trabajo como portavoz de un sector social.


Seis años bastaron para transformar al futbolista en un dirigente sindical a tiempo completo. Aunque el éxito político le llegó de forma repentina e insuficientemente explicada, no podía haber llegado al cargo en un momento más oportuno. Un año antes de su instalación como secretario ejecutivo, el Congreso Nacional de Bolivia ponía en vigencia la Ley 1.008, esa herramienta legal que proscribía el cultivo de coca en el Chapare. Era la declaratoria formal de guerra contra la región. El Estado aceptaba a todos sus súbditos, menos a los cultivadores de coca cochabambinos, que de ahí en adelante quedarían clasificados como los cómplices más visibles del narcotráfico. A Evo le tocaría encabezar una lucha desigual contra todo el Estado boliviano y su principal aliado en esta faena: la embajada de los Estados Unidos. En otras palabras, entraba en escena justo en el momento en que el Chapare clasificaba para jugar en las ligas mayores de la política nacional.


Una izquierda dividida


En ese momento, Filemón Escóbar, el ex dirigente minero, acababa de salir derrotado por el mismo gobierno impulsor de la ley 1.008, es decir, había terminado de conducir, hasta su cerco militar en Calamarca, la llamada “Marcha por la Vida” (1986). El derrumbe de la minería estatal trasladó a Escóbar a la ciudad de Cochabamba y por tanto, al foco de irradiación del movimiento cocalero. Ambos sindicalistas se complementaron rápidamente. Escóbar asegura que convenció a Morales de que la vía para alcanzar logros políticos no pasaba por la lucha armada, sino por la paciente acumulación electoral.


Para la época, reclutar a Evo no era un logro desdeñable. En ese momento, la izquierda boliviana continuaba profundamente escindida. Tras la experiencia de la Unidad Democrática y Popular (UDP, 1982-1985), este espacio político se escindía en dos alas confrontadas: reformistas y revolucionarios. Los primeros eran condescendientes con la experiencia udepista y esperaban retornar al poder por la misma ruta pacífica, aunque con más pericia gubernamental acumulada (MBL, PCB, ASD). Los segundos terminaron por convencerse de que la democracia liberal era una trampa, que explicaba variadas traiciones, desviaciones y envilecimientos; por ello optaron de manera abierta por la organización de acciones insurreccionales que los llevaran “de la resistencia a la victoria” (BPP, C4M, MIR masas, PC-5C, EGTK).


El que Evo Morales se alineara tantos años junto a Filemón Escóbar, exponente de la línea reformista, es un factor clave para entender su trayectoria política inicial. Esas ideas le ayudaron a empalmar demandas concretas con actos de acumulación electoral y ese ensamble sigue siendo hasta hoy la clave de su éxito. Sin embargo, es importante advertir que la influencia de Escóbar no fue tan monopólica como él quisiera creer. Siendo rigurosos, Evo empleó en esos años un discurso dual. En la práctica, condujo al movimiento por la ruta electoral, pero en tiempos de choque directo con el ejército y la policía, amenazó frecuentemente con organizar una resistencia armada desde los cocales. Por ejemplo, en junio de 1998, le decía al periódico “La Prensa” que “no es ningún extremo levantarse en armas en Bolivia si luchamos contra la injusticia y contra un gobierno que quiere aplastar al pueblo militarmente”. Con ese tipo de afirmaciones, Evo fue cosechando simpatías entre los activistas revolucionarios agrupados en el Eje de Convergencia Patriótica (ECP), cuyos más altos dirigentes hacen parte de su actual gobierno de manera masiva.


Pocos meses antes de ser Presidente, Evo descartó la ayuda de Escóbar y eligió como su acompañante de fórmula a Álvaro García Linera, el representante más destacado de aquella izquierda, que intentó desencadenar una insurrección armada de corte etno-nacionalista a inicios de los años 90. Este viraje hacia el otro lado del espectro nos muestra a un Evo que sabe moverse en el complicado ajedrez de la política. Escóbar resultaba útil para un periodo inicial, pero ya en las puertas del ejercicio gubernamental, el ECP le ofrecía un compacto destacamento de cuadros partidarios dispuestos a engranar de inmediato en el aparato del Estado. Escóbar le ayudó a abrirse la ruta hacia el Palacio, pero una vez adentro, lo más eficiente era echar mano de un aparato mejor estructurado.


En síntesis, desde 1988, Evo construyó un discurso alimentado por dos proveedores ideológicos principales. El primero fue Filemón Escóbar, quien le ofreció un indianismo empalmado con las corrientes europeas pacifistas y ecologistas, generalmente adversas a la industrialización y al paradigma de progreso, entendido como acumulación. Es un discurso que habla de la existencia de dos civilizaciones que deben convivir armoniosa y complementariamente. Sus fuentes de inspiración han sido los textos de Javier Medina, Franz Hinkelammert y Dominique Temple. La otra fuente es la corriente insurreccional ya aludida, que enriqueció la filosofía del Ché con las experiencias nicaragüense y salvadoreña. En general, se trata de la concepción de la guerra popular prolongada y del antiimperialismo clásico latinoamericano. Aún hoy, en Evo, ambas frecuencias ideológicas se alternan de acuerdo a las circunstancias. La primera sirve para acentuar el carácter pacífico y reformista del proceso que comanda (“somos de la cultura del diálogo”), mientras la otra le permite canalizar la furia radical de muchos de sus seguidores, reacios a esperar los plazos que impone la democracia. El uso de esta ambivalencia deliberada convierte a Evo Morales en un revolucionario que usa métodos democráticos para alcanzar sus fines.


Pero volvamos a este recuento. La llegada de Evo a la cúspide de la estructura sindical cocalera en 1988 es interpretada por él como un recambio generacional. Llegaban allá “los jóvenes sin experiencia”, acusados por los más veteranos de frivolidad e improvisación. Sin duda, contar con la ayuda de Escóbar, un hombre que acumulaba casi 4 décadas de lucha, fue esencial para el novel secretario ejecutivo. El itinerario posterior es muy claro y va marcado por una estrategia que rápidamente prueba su efectividad: Evo elabora un discurso radical y lo adereza con una práctica gradualista. En 1992 intenta conocer a Fidel Castro en La Habana y once años más tarde recibe del gobernante cubano un consejo similar al de Escóbar: “No hagan lo que nosotros hemos hecho, hagan una revolución democrática. Estamos en otro tiempo, la gente quiere transformaciones profundas, no quiere guerras”. El reformismo se convertía en el método de la revolución. Esa frase, salida de los labios del portaestandarte de la Sierra Maestra, era la licencia “papal” esperada para archivar de un carpetazo la insurrección violenta.


A pesar de su creciente importancia como líder campesino, Evo Morales no logró escalar más arriba de su cargo de dirigente regional del Chapare. Es curioso que no hubiera podido convertirse, por ejemplo, en secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). En varios congresos nacionales del sector, Morales postuló al cargo, pero solo cosechó los votos de sus delegados del trópico cochabambino. A fines de 1998, disputó el puesto con el dirigente Alejo Véliz. El pleito estuvo tan parejo, que debieron llegar a una transacción que no beneficiara ni afectara a ninguno de ellos. Evo y Alejo retiraron su candidatura a cambio de que ninguno de ellos tomara la delantera. La carta de transacción consistió en entregar la secretaría ejecutiva a Felipe Quispe Huanca, líder aymara liberado dos años antes de la cárcel por su militancia en el Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK). Esta concesión tuvo profundas repercusiones para el país, porque le permitió a Quispe encumbrarse como figura nacional durante los bloqueos campesinos de 2000, pero sobre todo en los de 2003, cuando una rebelión agraria en el altiplano paceño detonó la denominada “guerra del gas”, que terminaría derrocando al presidente Sánchez de Lozada. Más adelante, Felipe Quispe y Evo Morales (con un Véliz ya defenestrado) terminarían disputándose la dirección de los movimientos sociales e indígenas con miras a las elecciones de 2002, en las que ambos postularon simultánea y competitivamente a la Presidencia. Antes, Quispe le exigió a Morales la candidatura principal por tener más edad, pedido que fue rechazado, con lo que se diluía la posible alianza. Evo volvía a ser el “jovencito insolente” que saltaba más allá que sus mayores.


Obreros contra campesinos


Si bien Evo Morales nunca estuvo muy cerca de ocupar la máxima representación nacional campesina, queda claro que sí albergaba vastas ambiciones con respecto a todo el movimiento sindical. Desde 1992, el bloque campesino organizado en torno a la CSUTCB, pero además muy fortalecido por la lucha cocalera, peleó por dejar atrás la llamada “centralidad proletaria” vigente en el estatuto de la Central Obrera Boliviana (COB).


Desde su fundación en 1952 hasta nuestros días, la dirección de la COB está compuesta en mayoría absoluta por representantes obreros. Desde 1987, los campesinos plantearon en sucesivos congresos nacionales de la COB la caducidad de esta norma, en momentos en que el movimiento minero, fabril, petrolero y ferroviario había declinado visiblemente en su capacidad de presión sobre las autoridades y el Estado.


A pesar de la legitimidad del pedido campesino, la plana mayor de la COB se rehusó sistemáticamente a admitir una reforma interna de sus estatutos. No importaba cuántos muertos y heridos arrojaran las luchas agrarias ni cuánta pasividad proletaria quedara expresada en los noticieros, los campesinos eran y seguirían siendo meros aliados de la revolución venidera. La ortodoxia marxista en este terreno era, a momentos, digna de mejores causas. Anteponiendo citas de libro en contra de las evidencias, los conservadores obreristas recordaban constantemente que el campesinado era en esencia “pequeño-burgués” por haber accedido a la propiedad, así sea pequeña, de la tierra. Por lo tanto, la única manera de garantizar la esencia revolucionaria del movimiento sindical consistiría en congelar la supremacía obrera dentro de su estado mayor. En esos años, los delegados campesinos parecían no cansarse de pedir la palabra para subrayar que, dada la condición colonial del país, ellos no podían ser considerados solo como una clase social, definida por su nexo con los bienes materiales, sino que, sobre todo, debían ser vistos como una prolongación viva de nacionalidades ancestrales provistas de cultura comunitaria y metas transformadoras. La whipala colisionaba cada año con más fuerza con la hoz y el martillo.


La férrea exclusión de los campesinos de las estructuras dirigenciales de la COB es una de las explicaciones menos exploradas para la aparición de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP) en 1995. Dado que los emergentes líderes agrarios sufrían un veto inconmovible de parte de la máxima organización sindical, no tuvieron quizás más remedio que ensayar otro camino, el de la vía electoral, en la cual, dado su peso demográfico y territorial, tenían más opciones de avanzar. Estudios más recientes como el de Moira Zuazo (2008) muestran cómo el MAS es casi la contra-cara de la historia que acabamos de reseñar. Hoy, el partido de gobierno parecería estar controlado plenamente por los sectores campesinos, que de esta manera, cobran revancha por la marginación sufrida antes en el seno de la COB a manos de obreros y clases medias urbanas.


En tal sentido, lo que vivió la COB en la década del 90 aparece hoy replicado, aunque con signo inverso, en el MAS de la primera década del siglo 21. El estatuto del partido congela también la supremacía de los llamados movimientos sociales agrarios sobre la estructura global de la organización, dejando en desventaja a los segmentos urbanos, obreros y cooperativistas aglutinados en torno a direcciones departamentales o funcionales. El nexo originario entre Evo y la CSUTCB, los colonizadores, los cocaleros y las llamadas bartolinas (sección femenina del campesinado), ha consolidado esa predominancia de lo rural sobre lo urbano. Los pedidos para modificar el estatuto y la negativa de unos fundadores que no se arriesgan a perder sus prerrogativas, es hoy una fuente de conflicto que podría adquirir más relevancia en el futuro.


La Marcha por la Vida II


Volvamos ahora a nuestro recuento. En agosto de 1994, cuando Sánchez de Lozada asume su primer mandato, los cocaleros despuntan como actores políticos nacionales al organizar una marcha de 600 kilómetros hasta La Paz. En sus pasos repetían, por otras sendas, los métodos de lucha mineros. Lo que Escóbar no había conseguido en 1986, lo alcanzaban sus nuevos discípulos, escogiendo rutas discretas y llegando a la ciudad evadiendo la represión policial. El 19 de septiembre se hacían presentes sobre las rutas asfaltadas de la sede de gobierno, ovacionados por los pobres urbanos, exigiendo “vida, coca y soberanía”. Evo se convertía con ello en figura nacional y en asidua materia de titulares impresos. El gobierno de entonces, presionado por el prestigio logrado por la marcha, prometió de todo para disolver la arremetida. La posterior amnesia gubernamental sobre los convenios firmados hizo brotar la idea de que no habrá política favorable a los intereses de los vilipendiados mientras éstos no controlen el poder político.


Sobreviene entonces la fase dura. Evo es apresado, confinado y golpeado salvajemente en varias ocasiones. A momentos, siente que la represión puede conducirlo a ser extraditado a los Estados Unidos y aparece arrinconado contra las cuerdas en repetidas ocasiones. En medio de esos avatares, cuando deambula en una marginalidad que se antoja perpetua, su situación como enemigo de los Estados Unidos lo coloca ventajosamente en el escaparate internacional. Evo se va haciendo figura internacional, antes que nacional. El movimiento “altermundista” le da la bienvenida como ya lo había hecho con el subcomandante Marcos, la madre argentina Hebe de Bonafini o el campesino francés José Bové. En 1999, Evo ya conocía toda América Latina, con la excepción de Chile, seis países europeos y Libia.


Ante esta furiosa ola represiva, la reacción del movimiento cocalero carecía de poder de fuego para tornarse violenta; debía entonces limitarse a ser política. El 12 de octubre de 1992, en el teatro al aire libre de La Paz se reunió una Asamblea de Pueblos Originarios, denunciando 5 siglos de la llegada de Colón a América. En 1994, la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) acepta formalmente la idea de organizar un instrumento partidario para terciar en las elecciones y, el 27 de marzo de 1995, en un coliseo de la ciudad de Santa Cruz, distintas organizaciones sindicales del campo deciden conformar de manera solemne la ASP, el ansiado brazo político de los sindicatos. De inmediato se reúnen firmas para tramitar la personería jurídica del nuevo partido, pero la Corte Electoral decide rechazarlas en dos oportunidades. Para ello aduce fallas de procedimiento. A raíz de esa negativa, el 3 de diciembre de 1995, ASP acude a las elecciones municipales con la sigla de Izquierda Unida (IU). Para sorpresa de algunos, los cocaleros se estrenan exitosamente en su primer roce con las urnas y de entrada ocupan 10 alcaldías y 49 concejalías, con lo que comienzan a gobernar en una parcela del país, allí donde reinan sus sindicatos. De pronto, la represión policial se veía contrapesada por la vigencia de una red de alcaldes adversos a la erradicación de la coca. El aparato sindical ganaba con ello control territorial, infraestructura, vehículos, presupuestos propios y la posibilidad de ejecutar obras.


La pugna Alejo-Evo


En ese momento, Evo Morales comprende que está habitando una cápsula de poder en crecimiento. Por lo tanto, correspondía fijar ya con nitidez quién asumiría la cabina de control dentro de ASP, donde los cocaleros eran una más de las variadas fuerzas. El instante de clarificación llegaría dos años después. En ocasión de las elecciones generales de junio de 1997, la ASP, usando nuevamente la sigla de IU, inscribió como candidato a la presidencia a Alejo Véliz, líder campesino del valle alto cochabambino. Evo Morales optó por inscribirse como candidato a la cámara de diputados por la circunscripción 27. Sabía perfectamente que su destino político estaba ligado a la vida parlamentaria, pues allí, en La Paz, en el corazón del poder, estaba en condiciones de afianzarse como figura nacional. Dado que la probabilidad de que Véliz fuera elegido presidente era muy remota, se repitió su nombre como primer candidato en la lista de diputados plurinominales por Cochabamba. Por lo tanto, el ingreso de Véliz al Congreso, donde también él se jugaba su porvenir político, dependía de que las bases de ASP marcaran debajo de su foto en la franja del binomio presidencial.


Pasada la elección, quedó comprobada la astucia de Morales. Las bases cocaleras, que ya le habían probado su respaldo incondicional, votaron por sus candidatos uninominales, pero se rehusaron a hacerlo por Véliz. En el Chapare, ese año, hubo voto cruzado, arriba por el MIR y abajo por IU. El resultado de esa hábil maniobra fue la elección de cuatro candidatos uninominales de ASP por el departamento de Cochabamba: Evo Morales, Román Loayza, Néstor Guzmán y Félix Sánchez. De esa manera, gracias a la inobjetable vía electoral, Evo Morales consiguió defenestrar a Véliz, su principal contendor en la lucha por la dirección del movimiento. Se había producido entonces una especie de elección interna en Cochabamba, que dejaba a Morales como el máximo líder, con el pergamino adicional de ingresar al hemiciclo como el diputado más votado del país (71% en su demarcación). Véliz no olvidaría nunca esta humillación y desde entonces buscará todos los medios posibles para contrarrestar el proyecto de Morales.


Este conflicto entre los dos dirigentes provocó la disolución de IU. Entonces, Evo hizo un acuerdo con el MAS-U, partido del ex falangista David Añez Pedraza, que le entregó su sigla sin condiciones (los cocaleros le quitaron la embarazosa U, que significa Unzaguista, en homenaje al fundador de la ultra-derechista FSB), mientras Véliz hacía un trato similar con el Partido Comunista. ASP quedaba dividida, pero no de forma simétrica, Evo se quedaba con el grueso del electorado y dejaba a Véliz con su amargo resentimiento.


Los cuatro flamantes parlamentarios de la extinta IU rentaron un departamento en la ciudad de La Paz. Evo Morales recordará con cariño ese periodo de vida compartida y tratará de replicarla tras llegar a la Presidencia, cuando sugirió que él, el vicepresidente y los representantes de las dos cámaras legislativas debían vivir juntos en la Casa presidencial (hoy solo él reside, ocasionalmente, en esa vivienda gris, generalmente a desgano). Evo trataba de encontrar en la política, la familia de la que carecía desde hace años. A partir de entonces, su trabajo en el Congreso fue de campaña electoral permanente a fin de ir fortaleciendo ASP, ya rebautizada como MAS.


Hasta el peldaño más alto


Desde 1997, Evo y sus huestes ya no tenían que enfrentar a Sánchez de Lozada y a su ministro más duro, Carlos Sánchez Berzaín; sino al ex dictador Hugo Banzer, quien enarbola la consigna de “Coca cero” para el Chapare. Sin embargo el nuevo gobierno tiene en Evo a un oponente mucho más fuerte que el del pasado. El movimiento ha estrenado su capacidad electoral y está dispuesto a ir por más. Así, después de sangrientos incidentes alrededor de la instalación de un mercado de coca en la localidad de Sacaba, que sirven de excusa perfecta para la purga, el sistema político decide intentar poner un punto final a esta acumulación social y política, que ya comienza a bautizar como “anti-sistémica”. El 22 de enero de 2002, 104 parlamentarios deciden expulsar del Congreso a su colega Evo Morales. ADN, MNR, MIR, NFR y UCS unen sus fuerzas para aplicar este castigo, aduciendo que el imputado no ha hecho un uso ético de su curul, mientras una solitaria fracción de Conciencia de Patria (CONDEPA) se opone a la sanción (en esa bancada votó Andrés Soliz Rada, quien sería en 2006 el primer ministro de Hidrocarburos del gobierno del MAS). Meses más tarde, la Corte Suprema confirmaría que las acusaciones eran infundadas y el país entero se ocuparía de borrar del mapa político a los purgadores.


El 30 de junio de ese mismo año, Morales retorna al Parlamento tras haber obtenido más de medio millón de votos como candidato a la Presidencia. Lo acompañan 8 senadores y 26 diputados, que representan ya la segunda fuerza política nacional. En las elecciones generales previas, su partido, a la cabeza de Véliz, había alcanzado el 3,2% de los sufragios, ahora tenía un 20%. Su principal soporte durante la campaña provino del embajador de Estados Unidos en La Paz, Manuel Rocha, quien pocos días antes de las elecciones, les advirtió a los bolivianos que si decidían que su país vuelva a ser un exportador de cocaína, dando su voto a “dirigentes vinculados al narcotráfico y el terrorismo”, entonces perderían el mercado norteamericano para la producción de textiles (la amenaza fue cumplida a fines de 2008). Evo le agradeció a Rocha por este ataque verbal, porque desató una verdadera ola de solidaridad pro-cocalera entre los electores.


Un documental dirigido por Rachel Boynton (“Nuestra Marca es Crisis”) y difundido en 2005 por la cadena HBO demostró que las declaraciones del diplomático perseguían deliberadamente que una parte del electorado inclinado a creer que Manfred Reyes Villa (NFR) era la carta del cambio, le diera la espalda para respaldar a Morales. De esa forma, los llamados “anti-sistémicos” dividían sus preferencias, se debilitaban mutuamente y dejaban como eventual número uno a Sánchez de Lozada, la cabeza del núcleo conservador unificado. El experimento “divide y vencerás” diseñado por los estrategas del MNR funcionó según lo previsto, pero a un costo demasiado alto para ellos. El éxodo de preferencias abrió paso a la posterior pulverización de Reyes Villa en beneficio de Evo. Quienes agitaron el avispero, deambulan hoy en el auto-exilio junto a sus prósperos asesores anglosajones.


Convertido en cabeza fundamental de la oposición política, Evo Morales estaba a solo 4 años de alcanzar la Presidencia. En un último intento por frenar su avance, los partidos restantes cerraron filas en torno a Sánchez de Lozada con lo que llegaron a abarcar dos tercios de la representación parlamentaria. De esa forma, sellaron un compromiso para enterrarse juntos. En octubre de 2003, con un Evo Morales visitando Ginebra, las fuerzas sociales vecinales y campesinas de La Paz le dieron el último puntapié histórico al viejo sistema, logrando la huída y renuncia de Sánchez de Lozada. Estos acontecimientos aceleraron los tiempos políticos y en diciembre de 2005 se celebraron elecciones generales anticipadas. Así, Morales convertía al MAS en el partido más grande de Bolivia y se transformaba en el hombre más votado de los últimos 40 años y en el gobernante con más tiempo de permanencia en el Palacio de Gobierno. El resto de la Historia ya la conocemos y no vale la pena repetirla.


Hasta aquí hemos empleado la escasa información registrada por los biógrafos de Morales. Sólo han quedado fuera de este recuento aquellas anécdotas exóticas, que tanto entusiasmo despiertan entre los escritores de best-sellers. ¿Qué sacamos en limpio de esta hilera de datos? Recuperemos las enseñanzas de forma numerada.


  1. Desde 1988, el dirigente sindical Evo Morales tuvo como único referente ideológico aquello que la izquierda boliviana le ofrecía a todo aquel que se acercara a ella después del fracaso de la UDP. Él optó por las ideas de Filemón Escóbar, lo que le permitió seguir una línea consecuente de acumulación electoral que en solo diez años (1995-2005) lo llevó a convertirse en el político boliviano más votado de las últimas cuatro décadas.

  2. Sin embargo, la realidad represiva impuesta por la Ley 1.008 también lo llevó a amenazar a las autoridades con el desencadenamiento de una resistencia armada en defensa de la hoja de coca. Ello permitió que la otra ala de la izquierda, la del Eje de Convergencia Patriótica (ECP), también tendiera puentes hacia el movimiento cocalero con la esperanza de acompañar militarmente ese posible estallido.

  3. Una vez que el movimiento alcanzó sus primeros frutos electorales (1995), fueron las mismas urnas las que ayudaron a dirimir quién iba a comandarlo (1997). En la disputa interna, Evo Morales logró desplazar a Alejo Véliz e imponer la supremacía del Chapare sobre el valle alto de Cochabamba. A partir de entonces, el brazo político de los sindicatos predefinió incruentamente la titularidad del mando.

  4. Pese a ser un movimiento virtualmente proscrito y estigmatizado, su enfrentamiento activo con la Embajada de los Estados Unidos le procuró una amplia red de aliados en el mundo. Evo se hizo primero figura del altermundismo y después sedujo a los bolivianos.

  5. Hasta 2004, Evo contó con la cercanía ideológica de Filemón Escóbar. Sin embargo, transformado ya en figura política prominente y a un paso de la Presidencia, descartó su cooperación y reforzó su entorno con los ex dirigentes de la izquierda insurreccional que en la década del 80 se agrupó en torno al ECP.

  6. A pesar de esa fuerte influencia, en el gobierno iniciado en enero de 2006 destacan dos corrientes y una práctica articuladora o conciliadora. La primera es una postura nacionalista, que aspira a restituir la presencia del Estado soberano en la política, la sociedad y la economía. La segunda privilegia las reivindicaciones etno-nacionalistas y aspira a dar forma a autonomías indígenas con territorios reconstituidos. La práctica que ha logrado enlazar estas dos ideas antagónicas (una netamente boliviana, la otra plurinacional) es la rutina electoral y la propia figura de Evo. El éxito ostensible en las urnas acalla las discrepancias y armoniza los disensos. Al mismo tiempo, Evo sintetiza ambas posturas admirablemente, porque es un nacionalista con énfasis étnicos. Gracias a ello el conjunto se mantiene cohesionado, a pesar de las indudables brechas que separan al nacionalismo del etno-nacionalismo.

  7. En tal sentido, tras dos décadas de vigencia, la vieja escisión de la izquierda boliviana post-UDP ha podido ser superada por el MAS. Los objetivos revolucionarios, predicados por su ala más socialista, aspiran a ser llevados a la práctica mediante el ejercicio del voto. Ello implica contar con una mayoría electoral estable que secunde esos propósitos. Dado que el MAS parece haber encontrado la fórmula para obtenerla y conservarla, los pretéritos disensos entre maximalistas y gradualistas han cesado.


Bibliografía


BÁEZ, Luis y DE LA HOZ, Pedro, 2008, Evo, Espuma de Plata, ediciones Plaza, La Paz, La Habana.

KOMADINA, Jorge, GEFFROY, Céline, 2007, El Poder del Movimiento político, estrategia, tramas organizativas e identidad del MAS en Cochabamba (1999-2005), CESU-UMSS, PIEB, DICYT, Cochabamba, Bolivia.

NAVIA, Roberto y PINTO, Darwin, 2007, Un tal Evo…, Editorial El País, Santa Cruz, Bolivia.

SIERRA, Malu y SUBERCASEAUX, Elizabeth, 2007, Evo Morales, el primer Indígena que gobierna en América del Sur, editorial El País, Santa Cruz, Bolivia.

SIVAK, Martín, 2008, Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales, editorial El País, Santa Cruz.

ZUAZO, Moira, 2008, Cómo nació el MAS, FES ILDIS, La Paz.


NOTAS



Hoy Evo muestra una predilección acentuada por los medios de locomoción en general. Cuando es transportado en avión o helicóptero, suele ordenar al piloto realizar piruetas arriesgadas para sentir el vértigo en carne propia.


El amor presidencial por el fútbol es ya conocida. Evo ha conformado un equipo estable de funcionarios estatales con los que se enfrenta regularmente a diversos elencos deportivos de las localidades y sindicatos donde, por ejemplo, suele inaugurar canchas con césped sintético. En ese mismo sentido, ha trabado amistad política con la estrella argentina Diego Armando Maradona, quien desde inicios del siglo XX simpatiza con Fidel Castro y Evo Morales (antes manifestó su apoyo por el ex presidente Menem).


Escóbar no llega solo. Canaliza la intervención del sociólogo Ricardo Calla, quien en 2004 fue ministro de asuntos indígenas del gobierno de Carlos Mesa; de José Antonio Quiroga, editor y ex candidato del MBL a la Asamblea Constituyente, y de José Mirtenbaum, académico ya fallecido residente en Santa Cruz. Éstos dos últimos han teorizado sobre las desviaciones estalinistas del proyecto masista. A exigencia de Escóbar, Quiroga estuvo a punto de ser candidato vicepresidencial de Evo en las elecciones de 2002. Después de su negativa, el candidato nominado fue Antonio Peredo Leigue.


Algunos de los ex dirigentes del ECP integrados al gobierno de Morales son los ex ministros A. Echazú (Minería), R. Tapia (Salud) y W. Delgadillo (Obras Públicas y Trabajo), D. Santalla (Trabajo), G. Dalence (Minería), N. Heredia (Salud), H. Salvatierra (Desarrollo Rural), el fallecido senador A. Peredo (La Paz), los ex diputados J. Pimentel (Potosí) y J. Bejarano (La Paz), el ex viceministro P. Mariobo (minería), el ex alcalde J. Del Granado (La Paz), el ex constituyente F. Cárdenas (Oruro), el ex presidente de YPFB Santos Ramírez y el ex prefecto R. Puente (Cochabamba).


Aunque los orígenes ideológicos de Escóbar se sitúan en el trotskismo de Guillermo Lora, una década después fue candidato vicepresidencial del movimiento katarista y Genaro Flores Santos (MRTK), por lo que se preciaba de haber dejado atrás el marxismo industrialista para abrazar un indianismo más próximo a la realidad nacional.


Este interesante salto de lo sindical a lo político-electoral es reflexionado de manera impecable por Komadina y Geffroy (2007). Estos autores sostienen que hace falta abrir una nueva categoría para entender el proceso: la de movimiento político, distinguiéndolo del ya híper-estudiado “movimiento social”. Dicho de otra forma, la rutina de considerar al MAS como “confederación de movimientos sociales” sería insuficiente, pues habría alcanzado un nuevo rango, el de movimiento político. ¿Cuál la diferencia? Que habría elaborado una estrategia particular para alcanzar el poder, haciendo uso de sus recursos sindicales, pero dando un salto cualitativo.


El altermundismo nace de la consigna “otro mundo es posible”. El movimiento nace en Ginebra en 1998 con un organismo llamado “Acción Global de los Pueblos”. Su consolidación se produce en 1999 cuando organiza grandes manifestaciones en la ciudad estadounidense de Seattle para abortar una cumbre de la Organización Mundial del Comercio. El movimiento lucha contra el actual orden internacional y aspira a desencadenar acciones mundiales contra los poderes planetarios en vigencia. Sus principales ideólogos son Bernard Cassen y Susan George. En la medida en que distintos gobiernos se han adherido a sus ideas, ha perdido capacidad de movilización, porque sus activistas se han hecho autoridades.


La reunión tuvo el decidido respaldo de una ONG llamada Unitas, y de su principal impulsor José “Coco” Pinelo, quien en 2006 fue cónsul de Bolivia en Chile por encargo del Presidente Morales. Unitas tuvo en su seno al canciller David Choquehuanca (proyecto Nina) y al vicecanciller Hugo Fernández.


Entre los antecedentes prácticos de lo que más tarde fue la ASP podemos citar la experiencia del Movimiento Campesino de Bases (MCB), conducido por el dirigente agrario Víctor Morales, quien disputó la máxima dirección sindical de la CSUTCB con el legendario katarista Genaro Flores a inicios de los 90. Esta organización planteó para entonces la idea pionera de organizar a los sindicatos agrarios bajo objetivos partidarios. La otra iniciativa fue la participación orgánica en las elecciones nacionales de 1993 bajo la sigla del Eje. En ese entonces el candidato a la presidencia fue Félix Cárdenas. Esta alianza entre segmentos sindicales y la izquierda organizada entregó pobres resultados electorales, pero maduró las alianzas que más adelante fructificarían. En 1993, el Eje logró un solo escaño en La Paz, gracias al voto de Los Yungas. El diputado electo fue Ramiro Barrenechea Zambrana, ex dirigente del Partido Comunista, y fundador del Eje. Otras de las figuras políticas electas bajo esta sigla fue René Joaquino, quien tras su paso por una concejalía, llegó a ser el alcalde más votado de la ciudad de Potosí.


Hasta hoy no queda claro por qué los cocaleros eligieron al MIR como opción electoral alternativa a su propia organización. Podría decirse que con ello estaban premiando a Paz Zamora por su propuesta “Coca por Desarrollo” y porque en su gobierno se intentó despenalizar el cultivo de la hoja. Lo evidente es que el voto del Chapare fue tan contundente que colocó en el senado a la dirigente mirista Erika Brockmann.


La Izquierda Unida fue conformada en 1987 por el MBL, el PCB, el PS-1MQ y el MAS-U. Aglutinaba a las llamadas fuerzas reformistas, que aspiraban a repetir, pero con éxito, el recorrido de la UDP. Cuando los sindicatos campesinos recurren a ella, la IU ya estaba desmantelada y solo quedaban en su seno las personerías jurídicas de dos partidos, el PCB y el MAS-U. De ambas usufructuaron Véliz y Morales. El MAS-U era una escisión de Falange Socialista Boliviana (FSB), que se fue alineando con la izquierda a pesar de su origen neo-fascista. El abogado José Luis Gutiérrez Sardán es hoy el único dirigente del entonces MAS-U que se ha afiliado al MAS y luego actuó como asesor presidencial. Acá encontramos un dato curioso: hubo partidos sin respaldo social, pero con personería jurídica y la obvia situación inversa. Que las siglas hayan sido cedidas con tal facilidad se debe a que de todos modos ya no iban a ser utilizadas. Los campesinos permitieron que esos nombres mantuvieran cierta vigencia a pesar de haber sido abandonadas por sus primeros mentores.

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