Las razones de Sean Penn
¿Es un delito entrevistar a un prófugo de la justicia?, ¿equivale ello a cooperar con la delincuencia?, ¿qué quiso hacer Sean Penn al publicar su diálogo con el Chapo Guzmán al día siguiente de su recaptura? Acá, solo una hilera de hipótesis.
Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias “el Chapo”, fue arrestado por primera vez en Guatemala en junio de 1993. Ocho años después logró escapar de una prisión de Jalisco, de donde se escurrió sumergido en el carrito de la lavandería. Tuvieron que pasar 13 años para que las autoridades lo vuelvan a encerrar. Su espectacular fuga, esta segunda vez a través de un túnel, tardaría mucho menos en organizarse: un año y cinco meses, aunque también demoraría poco, su segunda recaptura. Solo pudo transcurrir una navidad para que ya esté de nuevo tras las rejas desde donde podría ser remitido a una cárcel estadounidense.
Esos datos sueltos ya avalan cualquier guión cinematográfico medianamente exitoso. No es casual entonces que la industria de las drogas haya hecho contacto estrecho con esa gran máquina ficcional que es Hollywood.
En enero de 2012, la actriz mexicana Kate del Castillo, a la que los bolivianos conocemos por “American Visa” de Juan Carlos Valdivia, se atrevió a decir que el narcotraficante más buscado en su país era acreedor de su confianza. “Creo más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades”, digitó ella en su cuenta de Twitter. Ahora se conoce que cuando el prófugo leyó esas palabras, la ordenó contactar para enviarle flores en gesto de gratitud. La rubia habría accedido a dar su dirección para permitir el envío, pero el regalo jamás llegó a sus manos.
Cuando el Chapo regresa a prisión en febrero del año pasado, los mensajes con Kate se habrían convertido en rutina. El narco y la actriz trababan amistad de teclados y eso porque el incentivo era recíproco. Ambos alimentaban un repudio al impopular gobierno de Peña Nieto, pero sobre todo tenían una historia entre manos. Él estaba ahí para contarla, ella, para transformarla en sensación de la pantalla grande.
El celebrado Sean Penn aparece en escena al conocer de los contactos entre la residencia de su amiga Kate en California y el penal del Altiplano, donde el Chapo aceleraba las obras de un túnel excavado por un grupo de ingenieros contratados para devolverle la libertad. De modo que cuando en julio, una noche inesperada, Guzmán entra al baño de su celda y sale a la calle, la conexión entre el narco y el apetito cinematográfico asciende un escalón.
Al mes siguiente, en agosto, en un hotel boutique de París, Penn y un enviado del Chapo al que encubren con el falso nombre de Espinoza, se reúnen por recomendación de Kate. El actor quiere una entrevista con el prófugo más famoso del planeta. En septiembre, cuando Peña Nieto asiste al nuevo periodo de sesiones de Naciones Unidas en Nueva York, en el mismo hotel, el actor y Espinoza vuelven a juntarse para fijar fecha y condiciones de la entrevista. El Chapo, persuadido por Kate, ha aceptado que Penn sea su interlocutor en un rincón seguro de México.
A las 7 de la mañana del 2 de octubre, a menos de tres meses del espectacular escape de la cárcel, Penn y Kate despegan desde California con rumbo a un aeropuerto del centro de México. Una comitiva del Cartel de Sinaloa, encabezada por el hijo menor del Chapo, los recoge para conducirlos hasta donde opera un improvisado aeropuerto del narcotráfico. Desde allí, en dos avionetas que vuelan en paralelo y que no pueden ser detectadas por los radares del ejército, los dos actores planean durante dos horas sobre lo que ahora se supone fue la reserva ecológica de la Universidad Autónoma de Sinaloa. A ello le seguiría una travesía selvática a bordo de dos jeeps. Los extenuados actores conocen personalmente al Chapo esa noche tras doce horas de travesía.
En la revista Rolling Stone, Sean Penn ha denunciado, casi de soslayo, que los soldados que custodian los caminos de la zona no solo los dejaron pasar, sino que además reconocieron al hijo del Chapo cuando éste bajó la ventanilla del auto para hacerse ver.
A las doce horas de viaje, Penn y Kate debieron agregar siete más de la conversación con el narcotraficante. Acompañada de tequila, arroz, pollo, enchiladas y carne asada, la conversación no tiene las características formales de una entrevista. Penn lamenta no tener una libreta y un lápiz para anotar las respuestas de un hombre al que atribuye una fortuna de mil millones de dólares. En un momento de la charla, Penn le pide al Chapo una foto juntos para probar que el encuentro no es obra de su fantasía. Al actor no se le permite llevar ni siquiera su teléfono celular. Es el hijo del Chapo el que toma la imagen para enviarla después. Según Penn, cien hombres armados supervisan la larga cena.
La angustia de Penn por estar dejando pasar tal oportunidad periodística deriva en su pedido final: una siguiente entrevista, pero de dos días. El Chapo acepta y la fija para el 11 de octubre. La promesa no pudo ser cumplida. Pese a la insistencia del actor, que espera ansioso y maleta en mano, nadie del Cartel se aproxima para conducirlo al reencuentro. Para enmendar la falla, el narcotraficante le envía a Kate un video con sus respuestas. Es lo que se conoce como “la entrevista completa”, publicada por Rolling Stones, en la que durante 17 minutos Guzmán responde a desgano un par de consultas ciertamente banales.
Al día siguiente de la recaptura del Chapo en Los Mochis, la revista publica el video y el sugestivo texto de Penn. De inmediato, las preguntas se disparan: ¿ayudaron Penn y Kate a las autoridades de México y Estados Unidos a descubrir la localización del Chapo?, ¿fueron seguidos sin saberlo, funcionando como anzuelo involuntario?, ¿cometieron los actores un delito de cooperación con la mafia?, ¿no era su deber notificar a las autoridades que estaban en tratativas con un prófugo tan famoso?
Al margen de las hipótesis con las que se puede jugar acá, lo inobjetable es que la entrevista de Rolling Stones contiene la confesión entrecomillada de Guzmán: Nadie como él provee tanta droga al gran mercado de sustancias prohibidas. El texto está ya en los expedientes judiciales y probablemente servirá de sustento para la extradición.
Al final del día y capturado el Chapo, la única pregunta concreta que cabe hacerse es si la entrevista sin libreta ni grabadora de Penn sirvió, antes de su publicación, para que las autoridades capturen al entrevistado. Lo que quizás no esperaban ambos actores es que la parte final del guión iba a ser escrita por ellos, y no por su exótico amigo clandestino.
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