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"Presencia": subvención o muerte


Pocas veces, como en ocasión del cierre del diario “Presencia”, los alegatos de las partes han salido tan contrahechos. Mis colegas, un nuevo contingente de periodistas sin empleo, razonan mal cuando acusan al gobierno de la paralización de sus rotativas. Resulta, dicen ellos, que las autoridades no tomaron en cuenta al medio impreso católico en su presupuesto de publicidad. ¿Qué clase de argumento es ese? Si nos rendimos a su perniciosa lógica, habrá que suponer que una de las funciones del Estado consistiría en subvencionar a los medios de comunicación pagando avisos en sus páginas y programas. No puede haber demanda más absurda y al mismo tiempo más desalentadora. Somos los propios periodistas quienes salimos a la calle a exigir dependencia de las autoridades. Peor aún, somos nosotros los que las instamos a cometer actos de corrupción. Sí, tal como se lee. Que el gobierno contrate publicidad oficial malgastando el dinero del pueblo con el único propósito de salvar de la bancarrota a periódicos o radios, es un delito económico sin atenuantes. Nadie, ni aquí ni en la China, está dispuesto a que sus impuestos su usen en el salvamento de medios de comunicación privados.

Si a ello sumamos que el millón de habitantes de La Paz y El Alto posee tantos periódicos como la veinte veces más grande ciudad de México, habrá que señalar que sólo un gobierno con la cordura extraviada puede ponerse a alentar una oferta tan frondosa.

De manera que si los periodistas de “Presencia” quieren sentar en el banquillo a algún culpable de su actual desocupación, deberían apuntar sus dardos contra la Iglesia, que a pesar de contar con la red de medios más extendida del país, ha dejado morir al que fue su único soporte impreso. En estos días en que los empresarios de la comunicación del mundo sólo sobreviven concentrando su poder y edificando “pulpos”, resulta increíble que la Iglesia boliviana no haya hecho nada para que sus radios, canales y extinto periódico actúen bajo una lógica integrada. Del cierre de “Presencia” son tan culpables sus sucesivos gerentes como la radio “Fides” o Católica de Televisión. Mucho antes que el grupo Garafulic o Canelas, nuestros curas mediáticos pudieron haber construido una red eficiente de refuerzos mutuos, abonada por la formación universitaria en comunicación, de la cual son pioneros, y consolidada desde los púlpitos dominicales, sobre los cuales siempre tuvieron monopolio. ¿Por qué nunca lo hicieron? Es hora de que se lo pregunten, más ahora que sus competidores evangélicos golpean a coro mediante sus prédicas electrónicas.

Ahora bien, ¿cómo se defendió el gobierno de los reproches de “Presencia”? Ojo, que ésta es la peor parte. El segundo hombre del Ministerio de Información ha llegado a aclarar que el periódico católico no fue discriminado en el reparto de publicidad gubernamental. Con ello confesó que el Estado se ocupa de achicar los huecos de la contabilidad de los medios y puso al descubierto una descarada malversación de fondos públicos.

¿Será acaso tolerable que los medios sobrevivan gracias al dinero que un ministro administra discrecionalmente según cómo se porten los periodistas? Tras tantas confesiones aireadas con cara de normalidad, habrá que pelear por el día en el que para confiar en un medio, primero haya que conocer en qué está basada su salud financiera.

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