La Haya y el Pacto de Bogotá
Bolivia se ha propuesto llevar a Chile a La Haya y lo ha conseguido. En efecto, la primera refriega de esta guerra de papel consistía en cerrar todos los callejones para que nuestro espigado vecino no tenga más remedio que ir a litigar hasta allá, la sede holandesa de la Corte Internacional de Justicia, aquel alto tribunal donde 15 señores de toga deciden sobre prolongados pleitos entre países.
Para que Chile se vea obligado a enfrentar el juicio del mar tuvo que haber prometido antes sujetarse a la jurisdicción de la Corte ante una queja fundamentada de Bolivia. Eso significa que si dicho tribunal determina, como lo ha hecho, que tiene competencia para juzgar un caso que involucra a Chile, éste estaría en la necesidad de desplegar su defensa para luego aceptar el fallo.
En 2008, Perú coronó esta meta y seis años después ya se supo quien tiene razón con respecto a sus límites marítimos. ¿Cómo pudo Lima enjuiciar a Santiago? Por la sencilla razón de que en los años 50 ambos firmaron sendos tratados sobre la materia. Cuando dos estados discrepan sobre la aplicación de un documento que los vincula, entonces cualquiera de ellos puede llevar al otro ante los jueces a que se aclaren las cosas. Se trató entonces de activar un mecanismo previamente acordado.
El Tratado de 1904, suscrito entre Bolivia y Chile, ponía primero al Emperador alemán, al Kaiser, como mediador ante futuros distanciamientos. Dado que el monarca germano rechazó la pega, en 1907 se hizo una enmienda para reemplazarlo por el equivalente de la futura Corte Internacional de Justicia. De modo que, aleluya, sí, podríamos llevar a Chile hasta La Haya usando el mismo Tratado que ya no nos satisface.
La mala noticia era que en 1948 las naciones americanas firmamos el llamado “Pacto de Bogotá”, una llave regional para ir o no ir a La Haya. Ese documento establece en su artículo sexto que los procedimientos de arreglo pacífico de controversias “no podrán aplicarse a los asuntos ya resueltos regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la fecha de celebración del presente pacto.” En otras palabras, el Pacto de Bogotá congela los pleitos viejos y les obstruye el camino a La Haya. Dato sensacional para Chile, pero no por mucho tiempo.
En junio de 2011, Bolivia modificó ese funesto artículo para sí misma señalando que sí pueden reactivarse “las controversias emergentes de asuntos no resueltos por arreglo de las partes cuando dicho arreglo afecta a los intereses vitales de un Estado”. Interponiendo esa reserva, esperábamos impugnar en algún momento el Tratado de 1904. Días después, Chile interpuso una objeción a nuestra reserva explicando que si lo planteado por Bolivia se convalidaba, entonces el Pacto de Bogotá no regía más las relaciones entre La Paz y Santiago.
Pues resulta que Bolivia ha retirado dicha reserva y ratificado el artículo sexto en todas sus letras. Con ello ha abierto el camino hacia La Haya, pero ha cerrado la posibilidad de revisar el Tratado de 1904. ¿Metida de pata?, no, ¿única carta disponible para llevar a Chile a juicio?, sí. En cualquier caso, quienes fundamenten la postura boliviana en La Haya estuvieron ante el reto de impugnar a nuestro mal vecino sin tocar el Tratado que legalizó la ocupación de Antofagasta. Así lo hicieron con lucidez.
Коментарі