¿Cómo se elige a un Papa?
Ciento 15 cardenales de 46 países, sesionaron en Roma para elegir a un nuevo Papa. Nadie sabía cuánto podrían demorar en blanquear el humo, aunque se recuerda que en 1268 se tomaron tres años para decidir, a pesar de haber sido solo 16 los convocados; miento, eran 20, pero en el largo intervalo murieron tres y uno decidió abandonar la ciudad. A Benedicto, el renunciante, lo eligieron en solo 26 horas, no dejando tiempo para que nadie fallezca o se aburra.
La regla electoral vaticana es bastante peculiar. Están habilitados para votar solo aquellos cardenales que aún no hayan superado los 80 años de edad en el momento en que la silla papal haya sido declarada vacante. Es por esta norma restrictiva de la ultra-longevidad, que solo 117 de los 208 cardenales del mundo, estaban autorizados para hacer maletas y volar al cónclave. Dos, uno de Indonesia y otro de Irlanda, se excusaron de tomar el avión. Por eso ahora resultan siendo 115 los electores finales del nuevo Pontífice.
Se le dice gerontocracia al gobierno de los adultos mayores. La Iglesia Católica está regida por ellos: 110 de los cardenales reunidos hoy, han superado los 70 años de edad o casi han llegado al cambio de dígito. Otros 42 pasaron la barrera de los 60 y avanzan hacia la década siguiente, mientras seis juveniles se sitúan por debajo de los 60.
Es peculiar la distribución geográfica de los asientos. De los congregados para exclamar Habemus Papam, más de la mitad, es decir, 60, son europeos. Dentro de esta mayoría inapelable, 28 son italianos, seguidos bien de lejos por seis alemanes y cinco españoles. No es raro entonces que todos los papas antes de Juan Pablo II hayan sido italianos, y que el 100% hasta ahora provenga del viejo continente.
Después de los europeos, los 19 norteamericanos ostentan el segundo lugar, entre los que se cuentan 11 estadounidenses, tres canadienses, tres mexicanos y dos caribeños. El tercer puesto lo ocupan los 14 sudamericanos, de los cuales seis vienen de Brasil, el país con mayor número de católicos en el mundo. Los africanos reúnen 11 sillas a pesar de haber ensanchado su número de conversos de 45 a 176 millones entre 1970 y 2012. Los asiáticos suman 10, la mitad de ellos, de la India, a los que se adhiere, por proximidad geográfica, George Pell, el solitario cardenal australiano.
Pues resulta que tal distribución no refleja la colocación de los católicos en el planeta. El 41,3% de ellos vive en América Latina, pero solo posee el 12.1% del universo jerárquico. A su vez, a pesar de que los católicos europeos son solo el 23.7% del conjunto universal, acaparan el 52.1% de los votos en la cúspide. Del mismo modo, los norteamericanos duplican su presencia en cardenales si se compara con su presencia demográfica.
En concreto, ningún postulante que carezca del respaldo europeo tiene posibilidad alguna de coronarse y una alianza de los cardenales del sur no alcanza para imponer a nadie desde sus filas. Ay, pero valga la aclaración: la Iglesia no es una democracia y menos un partido político. Por ello, imperan los méritos, la erudición y las influencias doctrinarias. No es entonces la aritmética, sino la teología lo que marca el ritmo de esta congregación global formada por el 17.5% de los terrícolas. Así que a los feligreses solo nos queda rezar. Amén.
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