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CONDEPA, ¿qué pasó?


Rafael Archondo


El partido-movimiento social denominado Conciencia de Patria (Condepa) cubre con su presencia electoral prácticamente diez años de la historia política boliviana. Su extinción en las elecciones de 2002 marca, a su vez, un nuevo viraje en el devenir de las organizaciones político-sociales de la república. Fija el inicio de un periodo diferente en el que los rostros indígenas, que hace muy poco sólo habían secundado a Carlos Palenque, ya son capaces de ocupar la primera fila del protagonismo. En ese sentido, Condepa parece haber servido de escalón sólido en esa larga marcha de ponchos y sombreros encaminada a ocupar de forma pacífica y gradual el poder político. Bolivia estaría siguiendo una ruta similar a la de Sudáfrica, aunque con mucha menos violencia y celeridad (a los seguidores de Mandela el proceso sólo les llevó 300 años, pero bajo un incontable costo en muertos y torturados).


Vista en perspectiva, la huella dejada por el Compadre parece señalar, de manera pionera, la ruta hacia el reencuentro político de las identidades subnacionales, pero con especial énfasis, de la aymara, en sus matices urbanos y rurales. Ahora que escribimos estas líneas, el relevo parece obvio. Lo han tomado Evo Morales y Felipe Quispe, con la admirable ventaja de, en el caso del MAS, haber roto el cerco cordillerano para expandirse a toda la zona occidental del país. En el caso cocalero, el epicentro fue Cochabamba y no le costó mucho esfuerzo articular alrededor de su eje a los Yungas, a El Alto o a variadas laderas paceñas. En obsesión inversa, Palenque nunca consiguió tal irradiación, quizás por haber tropezado con un dique de contención llamado UCS.


En cualquier caso, no cabe duda de que el salto espectacular dado por el MAS y el MIP en las elecciones de 2002 debe ser explicado, en muchos sentidos, por el desbande y reagrupamiento de un electorado condepista plenamente receptivo a un discurso como el de “el Evo es como nosotros”. Tres décadas de fecundación mediante un programa como la “tribuna libre del pueblo” siguen dando frutos. Hay allí, diría nuestro Zavaleta, un espacio de disponibilidad, vale decir, oídos listos para un discurso legitimado más por sus contenidos que por sus ocasionales autores.


En tal sentido, si algún aporte sustancial habrán de reconocerle todos a Carlos Palenque es el haber abierto una brecha política a un movimiento que ya desde los años 50 se hizo visible en la economía y, por ende, en el terreno de la comunicación radial (recuérdense las radios Nacional, Splendid y Nueva América). Fue el poder creciente del comercio callejero, el artesanado y la pequeña industria, articulados culturalmente por las entradas folklóricas, el que adquirió carta de ciudadanía parlamentaria a partir de 1989. Aquel segmento social aventuradamente bautizado como “burguesía chola” (denominación asumida sin más respaldo empírico que el de una ocurrencia inventiva aderezada de marxismo), era, en realidad, un tipo de identidad centrada en la pobreza, pero también en el ansia de ascenso social. El condepismo fue un deseo masivo por acceder a la riqueza, implantar la igualdad y nivelar hacia arriba, es decir, perseguir idéntico itinerario biográfico que el de un Adolfo Paco o una Remedios Loza. En otras palabras, ser rico sin salir de la comunidad. De modo que allí no actuó “burguesía chola” alguna, sino una pulsión igualitaria que ahora ha alcanzado rango casi presidencial junto al MAS, que es, entonces, hebra de vieja madeja.


Queda visible entonces el sedimento del condepismo escrutado aquí como sentimiento popular. Estaba hecho de pobreza, migración, adscripción cultural aymara, énfasis urbanos y lealtades añejas con el campo. Poco espacio quedaba allí para el izquierdismo clásico y proletario, pues era más bien terreno fértil para un nacionalismo teñido de tonos cobrizos, una ética del que llega a la ciudad para triunfar, es decir, no para ser más pobre. Se trataba además de un rechazo casi indiscriminado al político tradicional o al empresario chupa-sangre, era vela soplada por un aire plebeyo y amañado, esas ganas de no dejarse timar por nadie y de acceder a las mismas oportunidades de todos los que se saben libres. De manera que seamos serios de una buena vez. Condepa encarnó los intereses de los más marginados al interior del universo cultural aymara, nunca los de una hipotética “burguesía chola”, hasta hoy indistinguible como sujeto histórico a pesar de la visible acumulación económica al interior de chuspas y aguayos.


De manera que ese movimiento social dotado de notables resortes organizativos no ha desaparecido con la extinción de su sigla política más familiar: Condepa. Pervive en su estructura gremial y festiva, sigue su expansión a través de los micrófonos y continúa demostrando su cohesión electoral a pesar de todas las vicisitudes y caudillos de paso. Tras propiciarle, en 1997, una sonora despedida de urnas al fallecido Carlos Palenque, recuperó sus instintos de conservación en 1999, al bloquear, con su apoyo a Juan del Granado, la reelección de Ronald MacLean como alcalde paceño. Entretanto en El Alto se identificó con el mejor alumno del Compadre, el mirista José Luis Paredes. En línea de continuidad, en 2002, ese mismo electorado determinó estrenar un sistema político alternativo y distinto al del oriente y el sur de Bolivia. En occidente, los bolivianos prefieren, salvo excepciones orureñas o chuquisaqueñas, a tres partidos que se ofrecieron a sí mismos como anti sistémicos: el MAS, NFR y el MIP. Son los herederos de una identidad rebelde ampliada, construida con vigor sobre la base de un rechazo concordado en contra de la capitalización, el rodillo parlamentario y la democracia de puertas cerradas. Con ese comportamiento en las urnas dieron sepultura simbólica al 21060, casi dos décadas después de su indudable vigencia. Fueron algo menos de 20 años, la “coyuntura” de la que hablaba, sin errar, el propio Paz Estenssoro.


Sin embargo, cabría preguntar, ¿qué hizo posible el descarte de Condepa como emblema de ese movimiento social que hoy se viste con nuevos ropajes?, en otras palabras, tras diez años de éxitos persistentes, Condepa, ¿qué pasó?


De tercero a onceavo


Pocos partidos han sufrido una catástrofe de las magnitudes de la vivida por Condepa. En cinco años, el partido fundado por Palenque cayó del tercero al onceavo lugar de las preferencias. El movimiento social de aymaras pobres le dio las espaldas a una sigla con la que había convivido intensamente durante una década. Para explicar este abandono no basta con recordar la muerte del fundador y caudillo central sucedida en marzo de 1997. Contra todo pronóstico, muerto el Compadre, su partido alcanzó la mayor votación de su historia y por primera vez escaló al tercer escalón de la lucha presidencial. En esas condiciones, esta organización era perfectamente capaz de sobrevivir a la muerte de su líder, pues ya casi lo había logrado. El desmoronamiento vino luego, en los meses siguientes a la elección, cuando quedaba probada la ineptitud o fragilidad de su dirigencia. El caudillo desaparecido sirvió para cosechar votos, pero de ahí en más ya no conservaba la fuerza para mantener unida a la militancia; vino pues la diáspora. Se esfumaba entonces el factor de cohesión y con ello la posibilidad de preservar un derrotero común.


Es sabido el mecanismo que hizo posible el funcionamiento imperturbable de Condepa. Se trataba de un partido mediático, dirigido desde pantallas y radio receptores. La organización política se mantenía unida y vigilante gracias a una fortaleza llamada RTP. Palenque acudía a una cita diaria con su militancia-público, mientras los demás dirigentes del partido se mantenían en la sombra, en la invisibilidad. Gracias a ello, no había fuerza interna capaz de dividir a Condepa. A lo largo de su historia y bajo el mando de Palenque se produjeron ocho escisiones de consideración (Paricollo, Venegas-Valda, Reyes Mérida, Aparicio, Mantilla-Bravo Burgoa, Bilbao La Vieja-Torres, Manzano y Mónica-Paz Ballivián), pero ninguna consiguió alterar el ritmo circulatorio condepista. Cada una de esas disidencias fue sometida a un ataque despiadado desde los medios, paliza a la que ni el respaldado Julio Mantilla pudo sobrevivir. Condepa era indivisible, porque el caudillo tenía en su poder todos los ases y ni siquiera una alcaldía rebelde con todos sus engranajes aceitados era capaz de fragmentar seriamente al movimiento social que respondía a la cita diaria con la Tribuna.


Producida la muerte de Palenque, sus medios pasaron a formar parte de un espacio extra partidario. Mónica Medina, alejada de Condepa y de sus dirigentes, ya no podía ejercer entonces un papel parecido desde la televisión o la radio. El partido y la dirigencia perdían su principal brazo ejecutor. A su vez, Remedios Loza, provista de su propia radio, fue incapaz de reemplazar el viejo eje de articulación por el suyo. Hubiese podido hacerlo, pero le faltó la energía y el celo autoritario para encarar el cambio del dial, para que la gente dejara RTP para empezar a sintonizar “Andina” y además creerle.


Entonces ese movimiento, renacido y fundido alrededor del entierro del caudillo, no encontró el cauce apropiado para su reproducción simbólica y deambuló desheredado en medio de las ofertas competidoras, mirando perplejo las peleas internas entre Vero, Remi, Moni y demás aspirantes al trono. De esa forma perdieron todos. Y perdieron más cuando a la ausencia de un eje conductor le sumaron dos ministerios en el gobierno de Banzer. Vale decir que además de estar enfrentados, los condepistas tenían un botín para el reparto. Aquello sólo avivó las rencillas y ennegreció el horizonte. Allí se perdieron las perspectivas de largo plazo y se dio por liquidada una manera de hacer y decir la política que su bancada parlamentaria supo esbozar con mucho éxito en una primera etapa.


Hay quienes dicen que Condepa se enterró solita al ingresar a cogobernar con el viejo ex dictador. Con esa actitud habría dilapidado su identidad política, es decir, se habría “derechizado”. Discrepo de esa evaluación. Palenque siempre mostró mucha cercanía con respecto a Banzer y se preciaba de haber ayudado a fundar el llamado “Acuerdo Patriótico”, la alianza ADN-MIR anti-Goni, propiciada en una cena celebrada en su casa. Y es que los electorados del General y del Compadre no eran tan distantes como se piensa en la medida en que muchos aymaras pobres y urbanos percibieron en la dictadura 1971-1978 una oportunidad para hacer dinero, comprarse un microbús y así aspirar al ansiado ascenso social. Una vez más: el movimiento social condepista no es campo de maniobras para la clásica izquierda radical y proletaria. Responde más bien a consignas igualitarias y no expropiadoras. De lo que se trata allí es de enriquecer a los marginales, mas no de empobrecer a los poderosos. Palenque encarnaba un claro ejemplo de ese ascenso social exitoso, iba de charanguista a empresario. Aquel era entonces el anhelo compartido con sus bases y esa característica lo aproximaba a un Banzer que se inició como político denostando al comunismo entendido como igualación hacia abajo. De modo que ningún acuerdo de co gobierno con ADN tenía por qué ser indigesto para el pueblo seguidor de la Tribuna radial y televisiva. Desde ya, como sucede con innumerables caudillos en el mundo, la coherencia de cualquier medida aquí también venía dada por la mera aquiescencia del líder. Lo que hiciera el Compadre, mientras no fuera elementalmente reprobable, iba a ser aceptado por sus seguidores. En eso consistía precisamente esta forma religiosa de ejercer el mando.


De modo que, dicho otra vez, Condepa estuvo herida de muerte desde el momento en que perdió su eje dador de sentido y unidad, vale decir, desde el día en que Palenque y los medios de comunicación dejaron de trabajar en contra de los potenciales disidentes, siempre numerosos en un partido regionalizado, con escasos recursos para distribuir. Fue en ese momento en que el movimiento social empezó a buscar nuevas identidades y vaya que las encontró... de inmediato y de forma compacta y contundente. En eso es infalible y es que la gente se unifica en torno a contenidos, muera quien muera, ayer Condepa, ahora el MAS.

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