"La Mesa coja": el detonador de tormentas
El libro del psicólogo Javier Mendoza detonó en julio de este año, apenas unos días antes del popular desfile de teas. “La Mesa coja” tenía todas las condiciones para desatar un torbellino de pasiones y lo hizo. Por ello será, sin duda, el texto más elogiado y denostado de la década. A su publicación le siguió una larga polémica en todos los diarios de La Paz en la que participaron historiadores, periodistas, dirigentes cívicos, diversas autoridades y ciudadanos heridos en su patriotismo regional.
La primera “herejía” de “La Mesa coja” consistió en poner a un psicólogo a la vanguardia de las discusiones sobre nuestra historia, aunque quizás la segunda fue de mayor calibre: le dio a un chuquisaqueño, residenciado desde hace años en La Paz, la potestad de quebrantar uno de los mitos más caros de la llamada identidad paceña: el talante independentista de la Junta Tuitiva de 1809. De su investigación se deduce que el documento que todos conocemos como una de las más bellas proclamas de la libertad americana nunca fue firmado por los insurrectos dirigidos por Pedro Domingo Murillo. Se trataba de un manifiesto anónimo que fungió de arma retórica anticolonial por los poblados del Alto Perú.
Incomprensiones
Pasada la tormenta, puede decirse que Mendoza fue malentendido y que se le hizo afirmar cosas que nunca sostuvo. La mayoría de sus críticos no sólo no ha leído su libro, sino que ni siquiera se ha tomado la molestia de comprender sus declaraciones recogidas por la prensa.
Mendoza jamás dijo que el levantamiento de La Plata (hoy Sucre) haya sido más radical que el de La Paz. Tampoco negó que el texto de la supuesta proclama haya sido redactado en ese tiempo, ni consiguió demostrar que éste fuera escrito por manos chuquisaqueñas. De acuerdo a su tesis, un documento anónimo publicado en aquellos días fue atribuido por líderes cívicos paceños a la Junta Tuitiva, 45 años más tarde. Ahí reside la falsificación histórica.
En el mes de controversia hubo muchos palos de ciego queriendo refutar argumentos inexistentes y la confusión se fue adueñando del escenario. Tan espesa fue la cortina de humo que el debate terminó diluido sin encontrar un cauce adecuado. Lo más curioso del caso es que la proclama pretendidamente original, guardada en el Museo del Oro, nunca salió a la luz pública ni fue investigada oficialmente por las autoridades comunales. Una prueba de su autenticidad hubiera puesto punto final a la polémica, pero es posible que la sola posibilidad de que Mendoza tuviera razón inhibió las pesquisas finales.
Lo fascinante del libro de Mendoza es la manera en que describe lo que Hobsbawn denomina “la invención de la tradición”. Con el paso del tiempo y la profundización del conflicto con Sucre por la capitalía de la República, la población paceña se fue convenciendo con agrado de que la proclama tenía la rúbrica de los sublevados de 1809. La fe popular fue fabulando la historia hasta convertirla en una visión sagrada; tan vigente hoy como entonces, si se evalúan las reacciones causadas por el libro de Mendoza. Este año y gracias a “La Mesa coja”, la historia se convirtió, durante un mes, en un asunto de interés público de primer orden.