El Cairo y las socio-técnicas
El mundo árabe parece escurrirse ahora por sus cuatro flancos políticos y alguien comenta que esto ocurre gracias a las llamadas redes sociales. De acuerdo a dicha hipótesis, los tunecinos, egipcios, yemenitas y quién sabe qué otros pueblos descontentos, han encontrado el modo más discreto de comunicarse sin mediadores, es decir, con solo oprimir botones y pantallas inteligentes.
Se dice además que lo mismo pasó en la vieja Unión Soviética, cuando la introducción del fax y la fotocopiadora impulsó la rebeldía social a través de decenas de reproducciones directas; volantes de rápida y barata fabricación para depreciar la legitimidad del régimen, que iban de mano en mano sin necesidad de rotativas ni grandes inversiones. No sé si esto es verdad, pero qué duda cabe que cuando los estados nacionales perdieron el monopolio interno de la televisión, la CNN o Al Jazeera se inauguraron como actores políticos locales. Sí, los estados adelgazan, la ciudadanía rebasa fronteras y cada asunto doméstico, termina en manos de la opinión pública internacional.
Pero volvamos a las redes sociales, la novedad política de esta década. La tecnología puesta en manos de la gente, provoca siempre pequeñas revoluciones. Podríamos decir que herramientas de uso individual, susceptibles de vincular subjetivamente a una persona con otras, no son meras técnicas como las otras. No es lo mismo entonces el teléfono celular que un taladro. Por eso algunos han bautizado a estos utensilios como socio-técnicos, porque transforman la vida social de las personas.
El estallido de la rebelión egipcia podría ser explicada parcialmente de este modo. A diferencia de la radio o la televisión, las redes sociales, que corren por aparatos de bolsillo, son una desestatalización radical de las comunicaciones. Para difundir ideas, masivamente, basta con tener dedos ágiles. Es la puesta en práctica del viejo sueño anarquista de la autoorganización colectiva, al margen de los poderes establecidos; la posibilidad de convocarse sin recurrir a grandes poderes externos, que luego te cobran factura. Si lo vemos con rigor, cada ciudadano de hoy, uno con ciertos ingresos, es un medio de comunicación en potencia. Puede publicar lo que piensa, lo que siente y mostrar lo que experimenta y, además, todo ello puede saltar de mente en mente sin restricciones. Cómo no iba a quebrantarse un gobierno impopular ante la existencia de semejante herramienta.
Pero, ojo, no nos pongamos a batir palmas por el nacimiento de la nueva democracia twitter. Los gobernantes son parte de la sociedad y también conocen sus trucos. Así como todos podemos publicar, también nos hacemos identificables y por eso mismo, objeto de la represión y amedrentamiento. Los servicios de inteligencia tienen ahora en el Facebook una herramienta de auto-incriminación espectacular. Socio técnicas… cierto, pero de ida y vuelta.