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El Che en Bolivia: un reo de su historia personal

El captor y el biógrafo del Che vivían en la misma ciudad. Fue imposible ponerlos frente a frente. El primero incluso ofreció su casa para la cita, pero el segundo rehusó toparse con el entonces embajador de Bolivia en México. A contrapelo del percance, estas páginas han porfiado en enlazar ambas entrevistas, grabadas por separado. Gary Prado Salmón y Paco Ignacio Taibo II (foto) hablan sobre el hombre que los ha unido de por vida.

El Che es un héroe tropical de amplio espectro. Su silueta ha vuelto a pasearse por las plazas ahora que los argentinos le dan serenatas de cacerolas a su demacrado gobierno. Sí, ahí está de nuevo, estampado en las banderas de sus compatriotas, uniéndose al coro de los quebrados por la banca. En efecto, los santos no mueren, y en el caso de Guevara, su vigencia parece estar garantizada mientras existan motivos para la bronca política.


Sin embargo, hubo un tiempo en el que el Che deambulaba por el mundo sin puerto fijo. Había dejado el mando del Ministerio de Industrias de Cuba y viajaba con pasaporte falso tratando de encontrar una trinchera que cuadrara con su fama militar. El capitán Gary Prado se lo encontró en una quebrada, con el ánimo hecho jirones, la carabina rota, el revolver vacío, la melena sucia y una herida nueva sobre la pierna. ¿Qué hacía un estratega tan renombrado en medio de semejante papelón operativo?, ¿cómo era posible que un líder militar como aquel hubiese planificado una guerrilla que acababa de cometer todos los errores imaginables y sobre los que su propia teoría, hecha libro, había advertido con claridad? La captura del Che en Bolivia era como tener al frente a Einstein aturdido por una multiplicación de dos dígitos.


Décadas más tarde, el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II decidió entregarse seis años al estudio minucioso del personaje. “Llegó un momento en que me estaba volviendo loco, trataba de colocarme en su lógica para saber cómo estaba operando”, recuerda ahora. Y las preguntas que Prado y Taibo se ponen a responder aquí subsisten 34 años después de la muerte del argentino cubano: ¿Qué buscaba el Che en Bolivia?, ¿la victoria?, ¿la muerte?, ¿la gloria eterna?, ¿todas esas cosas a la vez?


Su biógrafo mexicano frena a tiempo cualquier exceso de irreverencia para con el guerrillero. “Hay que juzgar con mucho respeto a los personajes de la época para entenderlos”, advierte. Consecuente con ello, recuerda que el Che llegó a Cuba sin ninguna experiencia de masas. Nunca antes se había zambullido entre los trabajadores ni enfrentado la lenta tarea de construir organizaciones de base. Peor aún, conoció las ciudades cubanas a medida que iba tomándolas bajo su control. En ese sentido, Guevara fue para Taibo un militante singular, sin experiencia sindical ni partidaria, un comandante forjado en las inercias de la vida. Sólo así se explica entonces, comenta, que al llegar a Bolivia, no haya incluido en su diseño a los movimientos sociales, el minero o el estudiantil, y se hubiese encaminado por la senda ciega del vanguardismo militar.


Para Gary Prado (foto), el fracaso del Che en Bolivia es una prueba de que su teoría no puede aplicarse en todas partes. “Estaba bien para Cuba o Nicaragua, en contra de regímenes como el de Batista o Somoza”, subraya. En cambio, en nuestro país gobernaba por entonces Barrientos, un caudillo popular entre los campesinos, no precisamente un tirano. Al mismo tiempo, dice Prado, hoy está cada vez más claro que el área rural ya no decide el curso de ninguna nación. “Si usted controla el campo, pero no la ciudad, pasa como en Colombia. Puede estar ahí años, colonizando esa zona, pero sin afectar la vida nacional”, sostiene. El tercer error del Che sería haber valorado muy poco los avances sociales logrados desde 1952. “Todo eso se ignoró, por eso la guerrilla no tuvo apoyo”, sentencia.


La refutación del mexicano está ahí y no la dejamos esperar. Él dice que la historia no está hecha con diseños infalibles ni ecuaciones claves, sino por una multitud de cruces y accidentes. Eso mismo fue esta guerrilla, un desastre potencial, pero también, ¿por qué no?, un acierto en ciernes. “Tengo la sensación de que a pesar de todos estos errores, si se hubieran producido dos o tres coincidencias accidentales, si la guerrilla hubiese roto el bloqueo llegando a conectar con los núcleos urbanos, sobre todo con los mineros, a lo mejor les gana a los militares”, fantasea.


El general embajador está convencido de lo contrario. Para él, la victoria del ejército boliviano no fue hazaña épica alguna. “La dificultad era encontrar a los guerrilleros, no derrotarlos. El área de operaciones era un rectángulo de 40 mil kilómetros cuadrados. Es el cuatro por ciento del territorio nacional, pero del tamaño de Suiza, aunque una Suiza sin caminos, boscosa. Allí, 40 tipos ocultos... ese era nuestro problema. Una vez que los encontramos los batimos. No tenían apoyo, ni suministros, nada. Una guerrilla así jamás podía triunfar”.


Taibo insiste. Un par de golpes de la fortuna y a lo mejor el Che salía victorioso. “El ejército boliviano era un desastre, si no llega a ser por la pequeña ayuda norteamericana, no tenían nada. De repente el Che se hubiera encontrado con una revolución triunfante en Bolivia, sin salida al mar, aislado, lo cual hubiera sido otro momento delirante para la historia de América Latina”, se imagina.


Prado vuelve a la carga recordando un dato curioso: a pesar de la mala preparación política y militar de la última aventura guevarista, del territorio arisco y la falta de respaldo popular, los guerrilleros fueron los primeros en abrir fuego. “A partir de ahí me parece que era una marcha al suicidio. En el diario de Pacho él dice que se le planteó al Che, ‘vamonos esto no tiene sentido, nos dispersaremos’... y realmente era fácil que de uno en uno, de dos en dos, se vistan de civiles y desaparezcan, pero no, siguieron cuando ya no había ninguna posibilidad”, constata el militar diplomático.


Trasladamos esta duda natural hasta Taibo, ¿por qué el Che, que según la propia biografía escrita por él, se dio cuenta muy pronto de que estaba en el peor lugar para desencadenar una guerra, no emprendió la retirada indispensable?, ¿por qué no dejó las armas para salir vivo y clandestino de Bolivia? Viene entonces la respuesta que le puso título a estos párrafos: “En esos momentos, el Che estaba atrapado en su propia historia personal. Después del fracaso del Congo, él no podía retroceder. Era un hombre que caía para adelante”.


¿Cómo es eso, señor Taibo? “Es cuando tu propia historia personal te atrapa. Eres el que eres a la sombra de tus experiencias vividas, no puedes ser otro. Imagínate al Che diciendo, muchachos, levantemos campamento. No, él no podía hacer eso, un hombre que era todo tenacidad. El Che retrocedía muy mal”. ¿Qué lo hizo tan terco?, ¿el asma quizás? “Éste le sirvió para demostrarse que no había límites ni enfermedad que no se pudiera dominar”, nos responde.


Pero al ver una cara boliviana llena de incredulidad al volver a oír la frase de que con un par de accidentes menos, el Che hubiese triunfado en Ñancahuazú, Taibo se anima a quebrar el mito del gran estratega militar. Lo hace con estas palabras: “Hay quienes quieren ver en él la figura infalible de la revolución, el supremo sabelotodo, se equivocan. El Che era lo que era, con sus enormes virtudes y defectos. Muchas veces sus errores los componía sobre la marcha o los convertía en aciertos. Si tú analizas cosas como el desplazamiento de la columna del Che en Cuba desde la Sierra Maestra hasta las Villas... es pues ¡un pinche delirio¡, un error a todas luces, lo más probable es que los hubieran masacrado en el camino”.


Ojo. Que no se crea entonces que la guerrilla en Cuba estuvo mejor preparada que la boliviana. Taibo sostiene que la travesía armada en la isla también iba encaminada al desastre de no ser por los azares que salvaron a los sobreviventes de la expedición. “La revolución cubana estaba planteada como la llegada de un grupo de revolucionarios lista a transformarse en un alzamiento en las ciudades. De entrada, el alzamiento se adelanta y la llegada se pospone. Son combatientes urbanos y van a dar a la sierra más cabrona de toda Cuba, sin trabajo agrario previo. Si no hubiera sido por la pequeña red que se había armado en el movimiento campesino, la guardia rural se los hubiera tragado. Más accidente que ese no puede haber”, afirma el escritor. Y sin embargo vencieron.


De tales argumentos deviene entonces la conclusión de Taibo, que en sus expresiones dignas de trascripción, suena así: “Las tesis de que la derrota de la guerrilla en Bolivia era inevitable me parece una mamada, pero también la inversa, la de que el Che tenía razón, la del hiper vanguardismo, eso de ir por delante de las masas. Es otra extrapolación peligrosísima, porque ha conducido a los movimientos sociales a separarse de sus bases y a ser masacrados”. Para más detalles sobre esta costosa equivocación acuda usted a la historia de los montoneros en la Argentina.


¿Traicionado por Fidel?

Errores o azares aparte, todavía no queda claro a qué vino el Che a Bolivia, la zona, por entonces, más desatinada para alzarse en armas. Prado ratifica una tesis conocida en muchos círculos: el Che estaba en un callejón sin salida, había fracasado en el Congo, se había despedido de Fidel, ¿qué le quedaba? El embajador se pregunta: “¿Adónde iba a ir después del África?, ¿volver a Cuba con la cola entre las piernas?” Y se responde: “Según algunos, esa fue una jugada maestra de Fidel para deshacerse de él. Fue la presión de los cubanos que por mucho que lo loen ahora, para ellos no dejaba de ser un extranjero. Además en esa época, la dirigencia del Partido Comunista Cubano estaba molesta con el Che y sólo su gran amistad con Fidel hacía que lo aguantaran, aunque ya había presiones para pararlo”. Traición entonces, grave el asunto.


Taibo reconoce que el Che tenía serios conflictos sobre todo con los soviéticos. Y es que su método de lucha estaba alterando la co existencia pacífica entre el bloque comunista y los países occidentales. Los rusos no querían provocar a los Estados Unidos; sí competir con ellos, pero no al grado de poner en riesgo la estabilidad del sistema soviético. Por eso, el escritor mexicano no duda en calificar al comunismo de Europa oriental como “el modelo de una revolución traicionada y burocrática”. En ese sentido, el Che era peligroso e incontrolable para Moscú, porque quería ver réplicas de Vietnam en todas partes.


Por todo ello es posible que a los soviéticos les haya interesado muy poco evitar la tragedia del guerrillero, pero, ¿traición de Fidel?, ¡jamás! Taibo piensa que Castro decidió leer públicamente la carta de despedida del Che, no porque hubiese deseado hacer irreversible su partida, sino porque pretendía acabar con el rumor internacional de que él lo habría mandado a matar a causa de supuestas desavenencias políticas internas. “Al publicarse la carta, Fidel evitó que el Che tuviera que mostrarse para desmentir su muerte”, aclara el biógrafo.


De haberse juntado cara a cara, Prado y Taibo hubiesen celebrado una única coincidencia. Los dos piensan que lo que el Che realmente quería en Ñancahuazú era formar una columna guerrillera que se desprendiese rauda y nostálgica hacia su Argentina natal. El embajador dice que la idea para Bolivia era sólo establecer un centro de entrenamiento que más tarde enviaría tropas al sur.


Taibo cuenta que tras publicar su voluminosa biografía, recibió documentación inédita en la que se constata lo temprano que el Che comenzó a trabajar con grupos argentinos. “Quería volver allí. No tengo elementos para asegurarlo, pero es muy probable”, ratifica. Pues ahí está de vuelta, dando aliento, consuelo y esperanza al gemir de las cacerolas.



“Lo que tocaba se hacía guevarista”


¿Quién era este hombre al que muchos insisten en glorificar? A pesar de su dilatada simpatía por él, Paco Ignacio Taibo II está lejos de querer prenderle velas. Lo observa como un guerrero a ratos defectuoso; a momentos, admirable. “Él era una especie de fuente constructora de fidelidades. Lo que tocaba se hacía guevarista. Creaba un tipo de adhesión personal muy fuerte”, describe. En efecto, varios de sus fieles lo siguieron a muerte.


Y el retrato prosigue: “Tenía una gran capacidad carismática, era un tipo muy valiente, totalmente intuitivo, además romántico y simpático, bueno, simpático para el que no andaba con él, porque para el que estaba bajo su mando, tengo mis dudas. El Che era como un látigo gigante que te pegaba en la espalda todos los días y además lo hacía de la peor manera, a través del ejemplo. Él cargaba la mochila más grande y tú ahí viendo, no podías cargar la más chica. Eso sí es compulsión, provocaba compulsiones por todos lados”.


¿Qué sacaron los zapatistas, pero sobre todo Marcos, del Che?, se pregunta Taibo y se da unos minutos para pensar. La frase le sale redonda, irónica, pulida: “Algo muy importante, que la vida es el estilo, lección que ya había dado Hollywood antes que nosotros (Hollywood le gana a la izquierda a veces)... las sensibilidades estéticas usan claves ético políticas. La construcción del héroe como héroe solidario es una construcción hollywoodense” (risa general).


Es cierto, ya muy poco o nada queda de guevarismo entre los alzados del sur de México. Taibo observa que los tiempos son otros, que el zapatismo emerge en momentos de la derrota general de la vanguardia guerrillera y que se plantea la lucha armada como apéndice de la lucha social y política. De esa forma, los fusiles ocuparon desde un principio un lugar subordinado. “Hay una idea en el zapatismo que no es Che: la de que ellos son sólo parte de un movimiento social más grande que aspira a una transformación. El Che estaba en otra cosa, estaba en la obsesión por la vanguardia armada”, aclara el escritor.


De todos modos, Taibo pide, que a pesar del aparente anacronismo del modelo guevarista, la izquierda jamás diga “de esta agua no beberé”. El biógrafo del Che sostiene la necesidad de construir un pensamiento más matizado en el que no se desechen a priori las ideas o propuestas. Es un llamado a abandonar la certidumbre esquemática que dejaron los soviéticos como herencia. Esas “tremendas certezas temporales y unas pinches generalizaciones, metáforas sacadas de la nada”, protesta.


¿Significa aquello que la vía armada aún tiene sentido? Taibo suspira, sabe muy bien que ese ovillo es muy difícil de desenredar. Entonces ordena sus ideas en progresión lógica. Primero afirma que la acción de los fusiles es un derecho moralmente inapelable de los pueblos cuando las puertas del cambio se han cerrado. De acuerdo, señor escritor, cuando la tiranía es de acero, no queda otra salida que su demolición. Sin embargo, cuando se plantea que la lucha armada podría ser un camino para la transformación de una sociedad... entonces es mejor darle 30 vueltas al asunto. Taibo advierte que en muchos casos lo que produce este intento de acelerar el ritmo de la Historia es una polarización entre los aparatos armados del Estado represivo y las vanguardias autodesignadas. Soldado contra guerrillero. Entonces el pueblo se convierte en espectador del proceso y muchas veces en víctima.


Sí, hasta ahí cuadran bien las teorías, brillante... pero Taibo no para de dudar, revisa sus últimas conclusiones, y vuelve a recaer: “Sin embargo yo aseguro que tantito más, el Che a lo mejor gana. Si se hubieran dado siete u ocho condiciones materiales, a lo mejor hubiera triunfado en Bolivia”. Y es que la idea no se le quita de la cabeza, qué se le va a hacer. Mira con respeto hacia la pared de siempre, la esquina derecha de su despacho atestado de libros y documentos; cuatro fotos del Che lo observan desde lo alto. “El pinche Che, tantito más y ganaba, ganaba...”.

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